Violencia salarial en la UAM… ¿y la “cultura de la paz”?

La violencia no tiene que expresarse mediante la fuerza, los golpes, la intimidación, las injurias. La violencia puede ser sigilosa y recubierta para parecer algo “normal”, como en el caso de las desigualdades salariales. Algo así pasa en la UAM con el ofrecimiento del 4% de incremento directo al salario.

Por Enrique G. Gallegos*

Imaginemos una escena:

En un país remoto existe una mesa de negociación en la que se encuentran frente a frente dos personajes: de un lado, un funcionario, trajeado, con sus relojes comprados en almacenes de lujo, perfumado con fragancias exóticas, que se mueve en carros con aire acondicionado y con chóferes, que en promedio se autopaga, “pobremente”, un salario de 140 mil pesos mensuales, además de otras prebendas como celulares, viáticos, pizzas y si se puede, crema para que no se despeine mientras defiende efusivamente los intereses de su emprendimiento; enfrente de él, en la misma mesa, un trabajador que gana el 8% por ciento de ese salario, que apenas le alcanza para comer y que tiene que estirar los pesos cada quincena, buscar ingresos alternativos o de plano amarrarse la tripa para que sus hijos pueden asistir a la escuela con cierta dignidad (y si es mujer, la escena es peor por la brecha de género).

Ese país remoto es una metáfora de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Ese funcionario trajeado y perfumado con exóticas yerbas posiblemente traídas de China puede ser el Rector General, la Secretaria General de la UAM, el Abogado General o algunos de los Coordinadores Generales o Directores. La crema y nata de la “burocracia dorada” que adora el neoliberalismo porque les permite vivir como reyes. Su “bendito” neoliberalismo que les permite enriquecerse y todo a cargo del erario público. El neoliberalismo, sobra decirlo, es una fase del capitalismo que ha intensificado las peores patologías del capital, una de las cuales ha sido resumida por Stigliz en la expresión de que los “ricos se han hecho más ricos y los pobres más pobres”. Esa política (mala política) es la misma que han seguido desde hace varios años quienes tienen el control de la UAM: por un lado, funcionarios de la UAM que tienen unos salarios elevadísimos; por el otro, académicos temporales y trabajadores administrativos que tienen salarios bajos; o para ser más exactos, salarios miserables. ¿Por qué un abogado que no realiza actividades sustantivas debe ganar 50 mil o 100 mil pesos y un profesor temporal 10 mil pesos al mes? Desde el punto de vista ético, moral, filosófico, de justicia, humanista, es sencillamente absurdo; pero en realidad es algo peor.

En efecto, los salarios bajos son una forma de violencia; es quizá una de las peores que existe en las sociedades que se rigen por el libre mercado. En una sociedad en la que todo se compra y se vende, los trabajadores deben tener dinero para acceder a alimentación, pagar la renta, comprar ropa, sufragar el transporte, acceder a espacios de recreación. En una sociedad de libre mercado todo eso tiene un precio y el trabajador lo único que tiene para intercambiar es su fuerza de trabajo. Lo quiera o no, lo acepte o no, debe vender su fuerza de trabajo y obtener a cambio un salario. Y no importa el tipo trabajo: albañil, oficinista, jardinero, obrero, incluido el trabajo que realiza un profesor y un trabajador en una universidad. Y cuando esos salarios no alcanzan, cuando esos salarios son bajos, o cuando apenas permiten salirle al día, se está ejerciendo en su contra violencia. Violencia salarial. Porque el salario que recibe no le permite vivir con dignidad y atenta contra las condiciones materiales que necesita para reproducir su vida y la de su familia.

Ese contraste mencionado al inicio, por tener tintes absurdos, pudiera parecer una escena escrita por Kafka, si no fuera porque es real y su contraste es la expresión nítida de la violencia salarial que se ejerce en la UAM desde hace varios años en contra de los docentes temporales y los trabadores administrativos. Un contrate agresivo e hiriente porque muestra con acritud la desigualdad salarial que existe en la UAM; y dado su crudo contraste, se torna violencia.

Porque la violencia no tiene que expresarse mediante la fuerza, los golpes, la intimidación, las injurias. La violencia puede ser sigilosa y encubierta para parecer algo “normal”, como en el caso de las “diferencias” salariales. Porque se puede ocultar bajo el supuesto “mérito”: “ganas más porque te has esforzado más”; “ganas menos porque no te has esforzado lo suficiente”. Pero es sabido que la cultura de mérito en realidad oculta situaciones de clase, de origen familiar y ventajas en los puntos de partida. Quien proviene de una familia de clase alta, inicia su carrera con grandes ventajas. Quien proviene de clases bajas, inicia la carrera con enormes desventajas. Esos puntos de partida hacen la diferencia. Pero a esta situación súmese la peculiar de la UAM: el abuso de la autonomía para distribuir las partidas presupuestales salariales de forma desigual, privilegiando a la “burocracia dorada” y golpeando a los sectores más vulnerables, que además provienen de las clases trabajadoras, como son las y los trabajadores administrativos.

Por ello, en el caso de la UAM, a la precarización salarial que deriva de la forma en que funciona el capitalismo, hay que sumarle la precarización inducida voluntariamente por el tipo de administración neoliberal implementado desde hace varios años en esta universidad (y en la mayoría de las universidades públicas como la UNAM y la U. de G.). La precarización salarial estructural y la precarización salarial derivada de la injusta distribución salarial del presupuesto no hacen sino intensificar la violencia salarial.

Eso se muestra en el ofrecimiento salarial del 4% directo al salario, el 2% al tabulador para el personal administrativo y el 1% para el personal académico de medio tiempo y tiempo parcial, además del incremento al vale de despensa, que resultan es insuficientes. Para ponerlo crudamente: para alguien que gana un salario de 10 mil pesos mensuales, estamos hablando de un incremento de menos de 20 pesos diarios. Apenas para un gansito. Si tomamos en cuenta la inflación del 7.94% y los incrementos en los productos básicos, el transporte, la renta, vestimenta y la caída histórica del poder adquisitivo, la cosas adquieren otro cariz: no sólo es insuficiente sino estamos ante una violencia salarial que se está haciendo contra los sectores más precarizados de la UAM: profesores temporales, trabajadores administrativos y técnicos académicos.

Frente a esa violencia salarial, es natural la reacción de enojo y rabia de éstos. Y la rabia y el enojo se acumula por años y en algún momento puede estallar en tanto no se subsane esa injusticia salarial. Esta situación de podría corregir mediante una justa distribución de presupuesto y mayores apoyos económicos del gobierno para mejorar la educación universitaria pública. Un profesor/a con mejor salario está en condiciones de ofrecer una educación de mejor calidad.

Es importante recordar que los salarios mínimos generales ha aumentado un 93% del 2019 al 2023, mientras que los salarios contracturales del sector universitario han ido a la inversa, perdiendo su poder adquisitivos por los topes establecidos.

El 14 junio del 2021, José Antonio de los Reyes Heredia, fue electo Rector General de la UAM. Como Secretario General de la UAM fue acusado de tolerar la violencia simbólica contra las y los trabajadores administrativos; más de un centenar de trabajadores se pronunciaron contra esa gestión. Quizá en respuesta a esos señalamientos, en su toma de posesión se comprometió a conducirse con valores de equidad, solidaridad, inclusión, respeto a las diferencias y cultura de paz. La cultura de la paz significa la erradicación de todo tipo de violencias, incluidas las salariales y laborales, ¿no es momento de que honre su palabra y presente acuerdos de mejora salarial realmente significativos para erradicar ese tipo de violencias hacia las y los profesores temporales y trabajadores administrativos y que eleven el poder adquisitivo de los sectores más precarizados?

*Profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana

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