Por Max González Reyes
México es el país de la simulación, del ninguneo, del no pasa nada, de la ficción y de las mentiras aceptadas. En distintos espacios se acepta el engaño como forma de vida. Esta aseveración se ratifica día a día en el ámbito político. En México, todos dicen respetar la constitución y sus leyes, aunque todos los días y en cada esquina se viola la constitución y las leyes; todo es conforme al derecho, aunque esté chueco, pero es aceptado por todas las partes.
El Frente Amplio por México aceptó jugar el juego del presidente y su partido Morena. En un país donde gana no el que cumple la ley sino el que tiene más capacidad para darle la vuelta, la asociación formada entre el PRI, el PAN y el PRD que conforman el Frente Amplio Por México decidieron unirse para presentarle competencia a una máquina abrumadora llamada Morena.
La fusión de estos partidos de entrada es un sinsentido. El antecedente histórico que representa cada uno de ellos hacía pensar que en ningún momento se podrían unir para presentar una candidatura presidencial única, pues sus orígenes e historia son antagónicas. Es de todos conocido que el PRD surgió por un fraude electoral en 1988 orquestado desde las oficinas gubernamentales que entonces eran dominadas por el PRI, en esa fusión Estado-partido hegemónico; y que el PAN avaló ese fraude al calificar la elección de aquel año. Con diferentes estrategias, tanto el PAN como el PRD intentaron durante varias décadas desmantelar la estructura de un régimen político que era dominado por el PRI. Por su parte, el Revolucionario Institucional surgió desde el poder y para el poder: durante décadas coptó a partidos y dirigentes que se le oponían, incluidos algunos dirigentes de la oposición.
Es por todo lo anterior que resulta inverosímil ver juntos a los dirigentes de los tres partidos pues representan concepciones políticas diametralmente opuestas. Si alguien se despertara de un largo letargo y viera a los tres partidos unidos en un mismo emblema no lo creería.
Sin embargo, el adelantado proceso electoral inaugurado por el presidente López Obrador y su partido, prendió las alertas en las dirigencias de los tres partidos. Al ver que el INE no amonesta a las corcholatas presidenciales, también le entraron al juego de adelantarse. Es claro que todos los apuntados en el Frente Amplio por México son precandidatos, pero no se nombran como tal. Si aquellos violan la constitución, por qué nosotros no. Así, el designado por Morena será Coordinador de los comités de defensa de la Cuarta Transformación; y el que resulte del Frente se denominará Responsable de la Construcción del Frente Amplio Por México.
Pero la simulación no sólo queda ahí, sino va al extremo de copiar el método de selección del abanderado del Frente: todos caben en una Torre de Babel en la que cada quien quiere llevar agua a su molino; gobernadores que dejaron su estado incendiado y dominado por el crimen organizado, dirigentes de organizaciones empresariales ligados a los grupos más conservadores, legisladores en funciones, ex secretarios de estado que pasaron con más pena que gloria, etc.
Lo que busca el Frente Amplio por México es sobrevivir a la mayoría que Morena ha conseguido en los últimos años. El otrora todo poderoso PRI está en riesgo de desaparecer pues su debacle desde 2018 es innegable. Recientemente cuatro de sus senadores encabezaron una desbandada de militantes que lo dejan muy mal parado en la Cámara Alta. Perdieron la gubernatura del Estado de México y sólo pudieron retener Coahuila, aunado a las que ya habían perdido en años recientes.
El PAN es el que pierde más de lo que gana en ese Frente. De ser un partido ordenado y disciplinado con una ideología definida, pasó a carecer de liderazgo y su oferta política se ha diluido después de dos administraciones ejecutivas. Al parecer su fuerza se acabó en los estados donde gobernaba y su renovación generacional se ha deteriorado tanto que ya no hay identidad de la población con ese partido. Pese a todo, es el que liderea el Frente.
El PRD pasó de la esperanza al desencanto. El mayor enemigo del PRD es el PRD. Sus pugnas internas lo han llevado a desaparecer del mapa político. La formación de corrientes al interior del partido, a la postre provocó una desbandada que alimentó y fortaleció a Morena. Esas pugnas llevaron a que los principales dirigentes renunciaran al organismo y se fueran a construir otra organización que en cosa de unos cuantos meses los rebasó hasta arrebatarles lo poco que habían conseguido tanto en gubernaturas como en legisladores locales y federales. Hoy el PRD está en riesgo de desaparecer. No tiene otra opción que aliarse para sobrevivir y no perder el registro. Su mayor virtud fue ganar en varias elecciones el Distrito Federal (hoy Ciudad de México), pero en la actualidad está prácticamente borrado en las entidades y a nivel nacional.
La formación del Frente Amplio por México intenta parecerse al Frente Democrático Nacional (FDN) de 1988, cuando diversos partidos se unieron para apoyar la candidatura de Cuauhtémoc Cárdenas, pero dista mucho de asemejarse. Aquel FDN tenía como figura central al propio Cárdenas, de la cual carece el actual Frente; además que en aquella unión el PAN se mantuvo al margen precisamente por no coincidir con los partidos que formaban el FDN. Si bien es cierto, al orquestarse el fraude de aquel año, los ex candidatos Manuel Cloutier y Rosario Ibarra se unieron a Cárdenas para denunciar el fraude, eso no significó que compartieran una misma visión de país.
La única coincidencia que hoy tiene el Frente Amplio por México es quitarle la mayoría a Morena, lo cual en las condiciones actuales se vislumbra complicado. Sin embargo, en el remoto caso que eso se lograra, difícilmente podrían organizar un gobierno tripartito.