A más de 20 años de la fundación de Casa Libertad se inauguró el pasado 13 de marzo, el Sitio de Memoria Antigua Cárcel de Mujeres, en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, plantel Casa Libertad, para rendir homenaje a las presas políticas y para el reconocimiento de los ideales y la lucha social.
Por Verónica Rojo / @veca_rojo
Foto de portada Camilo Vicente
Ciudad de México, 16 de abril de 2024.- El pasado 13 de marzo del presente año, se llevó a cabo la inauguración del “Sitio de Memoria Antigua Cárcel de Mujeres” tras un año de trabajo para consolidar el proyecto. La Universidad Autónoma de la Ciudad de México inauguró este espacio para visibilizar y conmemorar la historia de un lugar que, antes de ser un espacio de libre pensamiento, fue testigo de graves violaciones a los derechos humanos de las mujeres. “Es fundamental recordar este pasado, ya que representa un momento histórico en el que la memoria se convierte en un legado perpetuo”, mencionó la Coordinadora del plantel, Patricia Bermúdez.
El evento contó con la presencia del Maestro Fernando Félix Valenzuela, coordinador de Difusión Cultural y Extensión Universitaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Valenzuela explicó que el objetivo de este nuevo sitio es reconstruir la memoria y la historia de las luchas que han contribuido a hacer de México un lugar más justo. Aunque aún falta la declaratoria formal del sitio de memoria, se ha recopilado información sobre el proceso y se está trabajando en la elaboración de talleres y cursos para gestionar estos lugares de memoria y utilizar la información de manera adecuada. Además, se están mejorando las cuatro celdas con objetos donados por las activistas que aún se conservan en el edificio.
El responsable del sitio de memoria, el antropólogo Carlos Bravo, y el profesor Rogelio Estrada Pardo, destacaron la importancia de este proyecto, ya que permite escuchar lo que los muros nos dicen, fomenta el diálogo en las comunidades para recordar las injusticias que ocurrieron allí y busca que las nuevas generaciones eviten que se repitan violaciones a los derechos humanos. Rogelio Estrada agregó: “Este proyecto tiene sus raíces en 2007, cuando se recopiló la información sobre lo sucedido para no olvidar la importancia emblemática del lugar, donde estuvo presente el movimiento del 68 y compañeras guerrilleras cansadas de la represión del país”.
Por otro lado, se agradeció a los residentes de San Miguel Teotongo por su lucha para convertir este lugar en un centro educativo en lugar de un centro de alta seguridad. Se recordó la consigna “¡Prepa sí, cárcel no!”, que condujo a la institucionalización de la Preparatoria número 1 del IEMS y el primer plantel de la UCM, conocido como Casa Libertad y posteriormente como UACM.
Durante el evento, Ana Ignacia Rodríguez Márquez, conocida como “La Nacha”, quien fue presa política del movimiento estudiantil del 2 de octubre de 1968 en este espacio, presentó una manta con el rostro de su compañera de celda, Roberta Avendaño, quien aún no ha recibido la justicia que merece. Alma Gómez resaltó la importancia de la participación de las mujeres en los grandes cambios sociales, mientras que Lourdes Rodríguez compartió su experiencia de desaparición y detención antes de ser encarcelada en la cárcel de mujeres de Santa Martha Acatitla. Para ella, el país no necesita más cárceles, sino educación, trabajos dignos y cambios sociales.
El evento concluyó con la declaración de Lourdes Rodríguez: “¡Ni perdón, ni olvido!”.
Determinación de la construcción
El oriente de la Ciudad de México fue elegido como el sitio para construir la primera cárcel de mujeres del país en la década de 1950. La “necesidad” de tener una cárcel exclusiva para mujeres impulsó la construcción de la Cárcel de Mujeres Santa Martha Acatitla, un centro penitenciario destinado a la reinserción social de las mujeres.
Este proyecto funcionó durante 30 años, albergando a presas comunes, políticas y guerrilleras. En 1982, concluyó su operación, pero años después se intentó convertir las instalaciones en módulos de alta seguridad, según datos proporcionados por el historiador Juan Gerardo López en su obra “Un sueño, una lucha y un logro para la educación (1982-1999)”.
Ana Ignacia Rodríguez, conocida como La Nacha, junto con su compañera Roberta Avendaño, La Tita, fueron encarceladas como presas políticas después de participar en el movimiento estudiantil del 68.
En el documental “Memoria del Plantel Iztapalapa – Casa Libertad”, Ana Ignacia Rodríguez detalla que no fueron detenidas durante el mitin del 2 de octubre de 1968. Sin embargo, ya tenían una orden de aprehensión, y días después fueron detenidas por la SECRETA luego de que sus teléfonos fueran intervenidos. Al llegar a Tlaxcoaque, comenzó una fuerte represión hacia ellas, acompañada de actos de tortura psicológica, incluyendo amenazas de muerte si no regresaban a su lugar de origen. El 2 de enero, al regresar a la ciudad y creyendo que ya no había problema, Ana Ignacia fue secuestrada por la policía federal. Durante dos semanas, la llevaron a la penitenciaría de Lecumberri y luego, tras casi cinco días, a la cárcel de mujeres de Santa Martha Acatitla, donde ella y Roberta Avendaño Martínez fueron las únicas mujeres universitarias.
Ambas fueron acusadas de ocho delitos comunes, incluyendo homicidio, robo, lesiones, así como dos delitos políticos: sedición e incitación a la rebelión. Pasaron más de dos años injustamente privadas de su libertad. Durante su estancia en la penitenciaría, su vida era rutinaria y no se les permitía trabajar o asistir a talleres.
Ana Ignacia menciona: “Queríamos trabajar en los talleres; había talleres de sopas, elaboración de guantes para policías, cajas para chocolates Fair Back, entre otros. Sin embargo, nunca nos permitieron trabajar. Como habíamos estudiado Derecho, intentábamos ayudar a las presas comunes que se nos acercaban”.
Entre los numerosos abusos cometidos contra las mujeres, se encontraba la privación de visitas conyugales, negándoles el derecho a tener relaciones con sus parejas. Sin embargo, les era permitido mantener relaciones con otras mujeres.
Después de dos años en la Cárcel de Mujeres Santa Martha Acatitla, Ana Ignacia obtuvo su libertad, aunque Roberta permaneció un mes más presa por haber hablado en uno de los mítines en el Zócalo.
Una batalla ganada
El 15 de marzo de 1997, Óscar Espinosa Villarreal, en ese entonces jefe del departamento del Distrito Federal, anunció una inversión de 60 millones de pesos para un proyecto que implicaba la modernización de centros de reinserción social. Entre estos, se contemplaba la transformación de la antigua cárcel de mujeres en un penal de seguridad media o máxima para varones. Solo dos días después del anuncio, un grupo de colonos se organizó en los alrededores de las instalaciones de la ex cárcel para expresar su desaprobación hacia dicho proyecto.
Los actos de resistencia se manifestaron en diferentes formas, siendo uno de los más destacados el “abrazo a la cárcel”, un acto simbólico en el que los vecinos convocaron a rodear las nueve hectáreas del inmueble. Durante los meses de marzo de 1997 a agosto de 1999, se llevaron a cabo diversas acciones y manifestaciones, destacando la consigna “¡Prepa Sí, Cárcel No!”, la cual abogaba por la creación de un centro educativo en lugar de una prisión. Esto beneficiaría a los jóvenes del oriente de la ciudad, quienes carecían de opciones educativas más allá de la vocacional 7 o el Colegio de Ciencias y Humanidades.
Claudia Norato expresó en el documental “Memoria del Plantel Iztapalapa – Casa Libertad”: “Las nuevas generaciones deben recuperar la memoria histórica y reconocer la importancia de este lugar. Los espacios destinados a la educación aún conservan la originalidad del edificio que fue la antigua cárcel de mujeres. Es crucial que las generaciones futuras no olviden lo que ocurrió aquí y reconozcan la importancia histórica de este lugar”.
Finalmente, tras tres años de lucha por parte de la comunidad, que confiaba en la necesidad de contar con escuelas públicas y espacios educativos, el 30 de marzo de 2000 se creó el plantel Iztapalapa I, el primero de los 23 que forman parte del Instituto de Educación Media Superior. Rogelio Estrada añadió: “… este lugar fue el origen de lo que ahora impulsamos como un sitio de memoria. La lucha y los movimientos sociales interactuaron para construir y transformar estos espacios”.
Proyecto universitario
Posteriormente, en el año 2001, se logró la consolidación de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), la cual obtuvo autonomía años después, concedida por la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Esta institución se ha destacado por ofrecer una oferta académica en los lugares más marginados de la ciudad, donde durante años no se había establecido una nueva universidad. La UACM se ha convertido en un espacio dedicado a la educación, contribuyendo al desarrollo tanto de las personas como de la sociedad en su conjunto.
Rogelio Estrada compartió su experiencia: “Ingresé aquí en 2005 como trabajador cultural. Mi interés principal era crear programas culturales basados en mi experiencia previa en la Secretaría de Cultura. Anteriormente, fui responsable de los clubes de lectura en diferentes delegaciones de la Ciudad de México, como Iztapalapa, Xochimilco, Coyoacán y Tláhuac. Mi formación como profesor normalista me brindaba las herramientas necesarias para involucrarme en actividades culturales. Comencé en la UACM en 2005 y busqué contribuir desde el área de coordinación de difusión y extensión universitaria con experiencias enriquecedoras para los jóvenes”.
Es importante destacar la importancia y la trascendencia que este proyecto busca alcanzar, especialmente en lo que respecta a honrar las luchas sociales y recordar a las mujeres que han sido privadas de su libertad. También es relevante mencionar cómo la comunidad universitaria se involucró en este sitio de memoria.
“Yo lo que digo es que tenemos que subrayar la trascendencia del espacio, el Maestro Carlos Bravo, el seminario del sitio de memoria que hicimos que nos acompañaron los estudiantes de carne y hueso que se asomaron a este ejercicio, porque construimos este espacio de reflexión y acción con varios alumnos del plantel y con la partición de otros interesados del IEMS, entonces los compañeros del IEMS trajeron a colación informaciones muy interesantes, muy importantes, los jóvenes se vieron involucrados en investigación y en propuesta de tal suerte que este espacio no se convierte solamente de unos protagonistas de un Carlos Bravo o Rogelio Estrada o la compañera Cecilia estudiante que está muy involucrada en el proceso, hay muchos alrededor, muchas gente gravitando”.
“…este espacio de observación, participación y de compromiso entonces a mi me parecer que la trascendencia del espacio tendrá que ver con la importancia que todos le estamos brindando al tema, la propia universidad está involucrada, al nivel de la rectoría, hoy no nada más es la iniciativa de unos un personaje o dos, es la iniciativa de la universidad pero todo eso se va construyendo, todo eso tiene un camino que no es tan fácil, por lo menos ya está puesto allí el tema ya la autoridad superior de la rectoría, seguramente que más adelante será el propio consejo general de la universidad quienes estén tomando las riendas y decisiones sobre el sitio de memoria, ahorita todavía yo creo que esta en el nivel de investigación acción es decir yo creo todavía no terminamos de consolidarlo”
“…precisamente por eso no hay que olvidar la historia, porque si nos quedamos con que nadie recupera la historia de esto, se va borrando a través de los años se va borrando los detalles, al rato las nuevas generaciones que vengan van a ver salones aquí y ni por aquí les va a pasar que aquí hubo una instancia infantil que logró la comunidad con la movilización del movimiento y por la defensa de que no se re hiciera una cárcel de alta seguridad, esa es la gran importancia de lograr que la historia se recupere que la identidad de los muchachos no olvide dónde están parados y a través de los motivos que hay, los murales, las celdas mismas, las hemos ido transformando poquito con más elementos”.