Por Max González Reyes
La Academia Sueca decidió otorgar este 2024 el Premio Nobel de Economía a Daron Acemoglu y James Robinson, en buena medida por su libro Por qué Fracasan los Países. El libro tiene relevancia para México, y en su momento fue muy comentado, porque los autores ponen como ejemplo a nuestro país de lo que se ha hecho mal.
El libro hace un comparativo simple entre las dos Nogales, la de Sonora y la de Arizona, al señalar las marcadas diferencias entre ambas ciudades, puesto que ambas comparten el mismo clima, geografía, incluso cultura, ya que sólo están separadas por una línea, y, sin embargo, tienen destinos diametralmente opuestos. Los autores señalan que “hay una explicación muy sencilla y obvia de las diferencias entre las dos mitades de Nogales: la propia frontera que define a las dos mitades. Nogales (Arizona) está en Estados Unidos. Sus habitantes tienen acceso a las instituciones económicas estadounidenses, lo que les permite elegir su trabajo libremente, adquirir formación académica y profesional y animar a sus empleadores a que inviertan en la mejor tecnología, lo que, a su vez, hace que ganen sueldos más elevados. También tienen acceso a instituciones políticas que les permiten participar en el proceso democrático, elegir a sus representantes y sustituirlos si tienen un comportamiento inadecuado. Por tanto, los políticos proporcionan los servicios básicos (desde sanidad pública hasta carreteras y ley y orden) que demandan los ciudadanos. Los de Nogales (Sonora) no tienen tanta suerte. Viven en un mundo distinto moldeado por diferentes instituciones. Éstas crean incentivos muy dispares para los habitantes de las dos Nogales y para los emprendedores y las empresas que desean invertir allí. Los incentivos creados por las distintas instituciones de las dos Nogales y los países en los que están situadas son la razón principal que explica las diferencias en prosperidad económica a ambos lados de la frontera”.
La respuesta a la pregunta que da título el libro radica en la fortaleza de las instituciones, pues que mientras en Estados Unidos las instituciones se han fortalecido y han hecho cumplir la ley, en México la ley se viola constantemente y la corrupción es el común denominador en todo el país.
El libro hace una revisión histórica del devenir de México y varias regiones del mundo. En particular de nuestro país, señala que la corrupción generada y auspiciada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI) llevó a institucionalizar la corrupción de tal manera que es la forma de hacer política. Si bien, la corrupción y la rapiña no está codificada en el engranaje jurídico, las formas de acceder y mantenerse en el poder tenían como base la protección, el compadrazgo, la rapina y las dádivas de los que detentan el poder.
México es un país que se inventa cada seis años al llegar un nuevo presidente. Cada nuevo gobernante tiene su “estilo personal de gobernar” y en ese intento el país ha dado tumbos de un lado a otro intentando encontrar una brújula que no encuentra.
Las reformas que permitieron una competencia más pareja no vinieron del ejecutivo sino, más bien, de las presiones de afuera. Desde la década de los setenta empezó un proceso gradual que poco a poco llevó a crear un piso más parejo en las reglas de acceso al poder. Poco a poco se fueron logrando reformas que permitieron la alternancia y que a finales del siglo XX dejara la presidencia el partido que había sido creado para mantenerlo. El proceso democratizador aunque lento iba avanzando e iba por buen camino. Por momentos se pensaba que se detenía pero al tiempo volvía a retomar un paso que le permitía seguir adelante. Poco a poco se hacían reformas que auguraban un avance y con ello la esperanza de ir por buen camino.
Todos creímos que con el inicio del Siglo XXI empezaba el despegue del proceso democrático y que una vez iniciado no había vuelta atrás. Sin embargo, este optimismo se frenó en 2018, a partir de la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia de la República cuando empezó no sólo una parálisis sino un retroceso en la consolidación de la democracia.
Las reformas que desde el inicio de la administración lopezobradorista empezaron a suceder llevaron a que la consolidación de las instituciones se pasmara con la visión del presidente. Las declaraciones que prácticamente todos los días hacía en sus mañaneras llevaron a un freno en el proceso democrático. Los avances que se habían logrado se vieron detenidos por las reformas que propuso en entonces mandatario. Las más recientes fueron las que mandó el pasado 5 de febrero que, al no aprobarse en el Congreso de la Unión, las reservó para el final de su gobierno, y a partir del 1 de septiembre, ya instalada la nueva legislatura, se están aprobando. Iniciativas como la reforma al Poder Judicial, la desaparición de los órganos autónomos, las reformas al INE, etc. no son otra cosa que la imposición de la visión lopezobradorista que hoy continua la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo. Con ello se da un retroceso en la consolidación de las instituciones que si bien requerían una reforma, éstas no eran en el sentido del que Morena y sus aliados están proponiendo.
La reforma a los artículos 107 y 105 de la Constitución, en materia de inimpugnabilidad de reformas a la Constitución, son una clara muestra del retroceso constitucional que estamos viviendo. Quitar la facultad de establecer la improcedencia de acciones de inconstitucionalidad, controversias constitucionales y amparos contra modificaciones y adiciones a la Constitución, es dejar en la indefensión a los ciudadanos y a las instituciones. Con ello se quitan los contrapesos y la separación de poderes, con el argumento que son la voz del pueblo y que el pueblo manda. En realidad, lo que se está haciendo es debilitar el avance institucional y democrático que desde la década de los setenta había iniciado.