Por Max González Reyes
La historia de México comprueba que los movimientos sociales han sido encabezados por líderes que al ser los dirigentes atraen o concentran las demandas del movimiento. Es muy común que a la postre, esos líderes se conviertan en diputados locales o federales, senadores o incluso que lleguen a ser gobernadores.
Es común que líderes sindicales, campesinos, obreros, estudiantiles, o simplemente líderes sociales de cualquier movimiento sean cooptados por los partidos políticos para llevarlos a una representación. Incluso muchos líderes de opinión en varios casos se unen a un partido para convertirse en representante en el Congreso de la Unión.
Es por eso que al concentrar en una persona el liderazgo de cierto movimiento muchas veces se convierten en protagonistas. Paralelo a ello, un líder pretende dejar su legado dejando en su lugar a un incondicional o por lo menos a uno cercano a él. Así pasó durante décadas cuando el presidente saliente dejaba en la presidencia a uno de los suyos a quien había conocido en la universidad y ahí formaron su camarilla en redes de estudiantes y posteriormente saltaron a la política en el partido gobernante hasta llegar a una secretaría o, hay casos, a la presidencia de la República.
Así, se pueden mencionar liderazgos que trascendieron en el transcurso de nuestra historia porque marcaron su tiempo y dejaron un legado que aún hoy se recuerda. Es de recordar que el movimiento que inició al interior del PRI Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y otros, llevó a la fractura al interior del partido gobernante, que para muchos fue un quiebre drástico del sistema político de tal manera que de ahí en adelante la historia no fue la misma.
En particular lo que históricamente se ha denominado “izquierda” ha sido fructífera en la procreación de liderazgos. Sin duda alguna el más importante en la época reciente es el del expresidente Andrés Manuel López Obrador, quien inició como líder en su natal Tabasco dentro del PRI, y a la sombra de la Corriente Democrática, y posteriormente en el Frente Democrático Nacional, empezó a liderear hasta llegar a ser presidente nacional del PRD en 1997. Para el año 2000 fue candidato a la Jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal, al relevar a Cuauhtémoc Cárdenas. Para 2006 se convirtió en candidato a la presidencia de la República, en aquella elección que en su momento fue tan cerrada y discutida que polarizó a la sociedad.
En 2012 Andrés Manuel López Obrador volvió a repetir como candidato presidencial. Para esta ocasión la elección no estuvo tan cerrada y el triunfo se lo llevó el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto.
Fue a partir de esa época que el hoy expresidente empezó a cobrar mayor relevancia. Ya la tenía desde 2006, pero al separarse del PRD para crear su propio partido, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), le dio una proyección aún mayor. Cabe mencionar que con él se fueron buena parte de los líderes del PRD y otros más del viejo PRI que ya no tenían cabida en ese partido, para formar una nueva organización. Con ello López Obrador se convirtió en líder absoluto de Morena. En su partido su protagonismo fue total. Era obvio que para 2018 se convirtiera en candidato. Todo ese impulso lo llevó a gobernar los pasados seis años.
Es claro que Morena se organizó bajo la figura de López Obrador. Antes de ser presidente y aun ya siéndolo él era quien tomaba las decisiones en el partido. Es por ello que designó a Claudia Sheinbaum Pardo como candidata a la presidencia, a pesar de la simulación de encuesta interna. Políticamente, ella creció a expensas de López Obrador. Fue su acercamiento con él que le dio proyección, a tal grado que al dejar la Jefatura de la Ciudad de México designó a ella como su sucesora.
Desde un principio López Obrador expresó su inclinación a favor de ella y no le disgustó su postulación. Siguiendo las leyes no escritas del sistema político mexicano, la impulsó desde la misma presidencia al hablar todos los días y cada vez que podía a favor de ella.
Una vez fuera de la presidencia, no es de dudar que el ahora expresidente López Obrador siga moviendo los hilos de Morena. Sin embargo, la presidenta formal es Claudia y su liderazgo no se puede pasar por alto. Si bien, puesto que este sexenio apenas está iniciando, aun no es el tiempo para pensar en el siguiente que empezaría en 2030; no obstante, al inicio de otros sexenios se empezaba especular sobre los posibles candidatos. La referencia para hacer un análisis prospectivo se enfocaba en los líderes sobresalientes o más allegados al presidente (en este caso de la presidenta) para ir especulando en posibles sucesores. Pues bien, a inicios de este sexenio no se vislumbra quién pueda tomar el lugar que dejará Sheinbaum. Es claro que pueden pasar muchas cosas en los siguientes años, pero en el escenario del momento no hay quién se pueda vislumbrar como posible sucesor o sucesora.
Desde luego, la sombra de López Obrador aun es muy marcada. No se puede saber si con el paso del tiempo y los años se vaya diluyendo; y a la par, que el liderazgo de Sheinbaum se vaya fortaleciendo. Pero así como se veía muy lejos el 2024, hoy se ve muy lejos el 2030, aunque quizá no esté tan lejos como lo imaginamos. Veremos quién o quiénes se destacan en este sexenio. Formalmente, tienen menos de seis años.