El arte no es para “hacer artistas”, es para sacudir conciencias
En diciembre pasado se debatió el presupuesto federal para el año 2019 donde se propuso un recorte en el rubro cultural, esto debido a las políticas de austeridad y de combate a la corrupción implementadas por el gobierno de López Obrador; tras algunas quejas, al final se otorgaron 500 millones más.
De entrada, que se pretenda reducir recursos a la cultura siempre debe ser motivo de rechazo, sin embargo la medida se debe a los graves problemas en la Secretaría de Cultura -tanto la federal como las estatales-, donde ha habido obscenos derroches, gran burocracia y múltiples corruptelas; eso sin contar las fallas en los programas de apoyos del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca). Ya en un artículo anterior me referí a algunos de los retos para nuevas políticas culturales.
Sobre el recorte, un grupo autodenominado la “comunidad artística y cultural de México” –pero que no representa a la vasta comunidad nacional-, mostró su contrariedad, denunciaron por redes y se manifestaron públicamente bajo el lema “Sin cultura no hay cuarta transformación”. Por irónico que parezca, varios funcionarios de la cultura -entre ellos Concepción Landa– también se opusieron a la medida, esos mismos que han despilfarrado el dinero de las secretarías y que tardan meses en pagarles a los creadores que ya ejercieron su trabajo con anterioridad.
Las respuestas hacia la “comunidad artística” no se hicieron esperar; la directora teatral, ahora senadora de la república, Jesusa Rodríguez declaró a SinEmbargo: “Estoy feliz de que se preocupen, que se quejen, que exijan, pero también que devuelvan […] Las becas del Fonca fueron para cooptar a los artistas y ahí estuvieron con su beca –muchos– metidos en su casa. Ya es hora de que eso cambie […] En el momento en que hagas una retribución verdadera, harás un cernidor de haraganes. Nadie va a querer una beca si tiene que ir a trabajar realmente a las comunidades”.
Esos “haraganes” –o parásitos, al menos muchos de los que se han incrustado astutamente en el sistema- disfrutan de los beneficios sin cuestionar sus privilegios, defienden a ultranza el modelo oficial y no permiten la menor crítica. Inclusive hay quienes culpan a la población por no consumir “arte”, cuando deberían responsabilizar al sistema y a sus creadores por no generar públicos ni atraerlos a sus actividades; habría que preguntarnos por qué los teatros están vacíos o a medio llenar, al igual que muchos eventos de la cultura oficial.
Por su lado, el vocero de la actual Secretaría de Cultura, Antonio Martínez, también se dirigió a los quejosos: “Yo invito al diálogo y a no ser hipócritas, la cultura en este país no la hacen unos cuantos, se hace con presupuesto, sin presupuesto y a pesar del presupuesto”. Nada más certero. La “comunidad artística” reclama más recursos como si no supiera que hay cientos de artistas que con y sin becas, con o sin apoyos del gobierno, crean constantemente, siempre cuesta arriba, a contracorriente, viviendo precariamente, luchando día a día para darse a conocer y conseguir espacios para mostrar su labor artística.
Baste como ejemplo el caso de Romeyno Gutiérrez, el primer pianista indígena de América Latina quien pertenece al pueblo rarámuri de Retosachi, en Batopilas, Chihuahua, de la sierra tarahumara. Cuando era niño escuchaba a Beethoven y Chopin, y se convirtió en discípulo del músico e investigador norteamericano Romayne Wheeler. Romeyno no ha tenido becas gubernamentales; Alberto Ponce de Leónnos informa que el pianista vive de la venta de sus discos y con una beca mensual que le da la asociación civil que dirige su padrino. Como retribución, él dona a esa institución la mitad de sus ingresos por sus conciertos. Quizás Romeyno no sepa que hay becas del Fonca y que podría solicitar una; lo mismo pasa con muchos artistas del resto del país que ignoran que existen programas de apoyos que otorga dicha institución. Es evidente que las subvenciones se diseñaron para artistas burgueses, en su mayoría citadinos y capitalinos, no para los creadores menos favorecidos.
Y mientras unos le mendigan al Estado, otros renuncian a las becas. Tal es el caso del pintor Francisco Toledo quien declaró: ‘‘Hay intelectuales que con lo que obtienen de sus obras pueden vivir, hay pintores, como yo y otros, que hemos corrido con suerte y de alguna manera tenemos la vida solucionada por lo que obtenemos de nuestro trabajo”.
Por su parte, el dramaturgo Martín López Brie expresó certeramente que “Es cierto, necesitamos más recursos, pero también formas, maneras, métodos, estrategias de que esos recursos sean aplicados en pro de públicos que no saben qué es el teatro, cuya formación de gusto está más allá de las vanguardias europeas, la moda estetizante en boga, o el paradigma artístico aceptado”.
Porque en relación a lo anterior, lo más alarmante es que, a casi 30 años de ser fundado el Fonca, su único mérito ha sido el de sostener económicamente a una élite cultural. En el artículo Fuego Cruzado del crítico Fernando de Ita, defensor de los programas estatales, revela que “en México se lee, en promedio, medio libro al año; la inmensa mayoría de sus habitantes no ha entrado a un teatro, a un museo, a una sala de concierto, a una conferencia, a un taller de actividades artísticas”. Con esto queda claro que el modelo de la cultura oficial ha fracasado estrepitosamente y le ha fallado a la sociedad. En una entrevista, el pintor Antonio Gritón mencionó una frase de Sigmund Freud: “Cuando a un pueblo lo permea la cultura, éste da lo mejor de sí mismo”. Y he ahí el problema: ni los programas de la cultura oficial, ni los becarios, ni sus obras han permeado en el pueblo; es más, yo añadiría, no es su objetivo, lo único que les interesa es seguir recibiendo patrocinios y mantener su statu quo.
En conclusión, con presupuesto o sin él, con becas o sin ellas, los artistas del país seguirán creando y luchando por la cultura y las artes. La cultura oficial no representa la enorme y diversa cultura de México. Esperemos que en esta nueva administración cambie por fin el modelo del Fonca, como acaba de anunciar Mario Bellatin, su titular ”El Fonca es de todos. Lo que vamos a hacer es abrirlo y transparentarlo más”; ojalá se repartan los recursos de forma más justa, equitativa y la cultura llegue a todos los rincones posibles para lograr una verdadera transformación nacional.
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Pero, Humberto, una de esas haraganas con beca vitalicia del Fonca es Elena Poniatowska, a quien la senadora Jesusa Rodríguez no sólo ha promovido sino que la ha ayudado a disimular su conexión con Salinas y con la maquiavélica Mamá Rosa. ¿Hasta ahorita se entera?