Ciudad de México, 20 de mayo de 2018
Para mayo del 2012 pesaban como una lápida un conjunto de acontecimientos lamentables para amplios sectores de la sociedad mexicana. Había la frustración por una transición política incompleta, el encabronamiento por el conflicto interior en el que metió al país la derecha de Felipe Calderón, e impotencia al ver que nada detenía al proyecto de un presidente impuesto por Televisa. Asimismo, se machacaba una y otra vez en los medios la indiferencia de los jóvenes por los temas políticos.
La mañana del viernes 11 de mayo del 2012, después de haber cancelado una vez (y de que López Obrador se presentara con lleno total y amplia ovación), se presentó Peña Nieto como candidato del PRI a la presidencia de México. Como en el caso de Obrador, el auditorio Sánchez Villaseñor –el más grande de la universidad– estaba a tope, y había algo de tensión desde el inicio por el hecho de que las primeras filas fueron ocupadas por los priístas (como Aurelio Nuño y Joaquín Codwell) que acompañaban a Peña. El rector de aquel entonces pidió que se guardara la calma, y le dio la palabra al candidato quien por más de media hora aproximadamente, tuvo una alocución plana que no conectó con el auditorio. Así como los asesores de Peña no lo asesoraron lo suficiente para aquel evento desafortunado en la FIL de Guadalajara del 2011, tampoco le hicieron una recomendación para comunicar su programa frente a la comunidad de la Ibero.
En la ronda de preguntas incrementó la tensión, los jóvenes cuestionaban y Peña evadía. Le insistieron en el tema de la represión de Atenco, y Peña se volvió a equivocar, pero en esa ocasión con una reacción autoritaria. Respondió que “asumía personalmente aquellas acciones para restablecer el orden y la paz” y que, “la Suprema Corte de Justicia las había avalado”. Los estudiantes reaccionaron de manera espontánea, y a los gritos le exigieron que abandonara el campus. Sus asesores se volvieron a equivocar, en vez de tomar la decisión en ese momento de salir por un acceso que les quedaba a pocos metros del auditorio, aún contemplaron la posibilidad de presentarse a una entrevista que tenían programada en ibero909radio. En el trayecto los estudiantes lo persiguieron y le gritaban: “la Ibero no te quiere”, “fuera Peña” y “asesino”.
A los profesores que estuvimos ahí –y como lo mencionó en entrevista con Carmen Aristegui el viernes pasado el rector David Fernández – nos pareció una respuesta digna por parte de los estudiantes, fuimos testigos de lo que ahí sucedió, por lo que nos sentimos satisfechos y dispuestos a apoyar a los jóvenes en lo que viniera en adelante.
Durante esa tarde Joaquín Coldwell (coordinador de campaña de Peña en ese momento) declaró a los medios que la visita a la Ibero había sido un éxito y que, “los incidentes que se presentaron se debieron a la participación de personas infiltradas”. Los estudiantes –como todos los que estuvimos ahí– experimentaron la descalificación gubernamental, la ofensa por ser considerados incapaces de hacer un reclamo frente a un gesto autoritario. Las y los estudiantes reaccionaron de manera creativa, y elaboraron un video en el que se identificaron con su credencial y número de cuenta; el ejercicio lo realizaron 131 estudiantes, a partir de lo cual se conformó el grupo Más de 131, cuya iniciativa desbordó a la universidad, se sumaron estudiantes de otras escuelas como la UNAM, dando inicio al movimiento #Yosoy132.
A propios y extraños sorprendió que una protesta así surgiera en una universidad como la Ibero, pero si se tiene en cuenta la formación humanista que adquieren todos los estudiantes en los primeros semestres de todas las carreras, y que en las licenciaturas en ciencias sociales se llevan materias de investigación en las que se estudian diversos problemas sociales que afectan al país, entonces se puede reconocer la sensibilidad e interés de esos estudiantes en los temas públicos y otros como la violación a derechos humanos como lo que sucedió en San Salvador Atenco en el año 2006.
En la coyuntura de impotencia –que sentíamos muchos– frente al avance de la campaña de Peña Nieto que se mantenía intocable por el apoyo de la mayoría de los medios, la irrupción de los jóvenes de la Ibero con su protesta y el surgimiento del movimiento #Yosoy132, fue como una bocanada de aire puro. De ahí en adelante comenzarían una serie de acciones con unos objetivos muy claros al inicio como la exigencia de la no intervención de Televisa en el proceso electoral (la democratización de los medios le nombraron). Se llevaron a cabo acciones importantes como asambleas con universitarios de escuelas públicas y privadas, se conformó un grupo enfocado al tema de los medios (#Yosoy132Media) que sentó en la mesa a especialistas, miembros de la Comisión de telecomunicaciones en el Congreso, y a los directivos de aquella Cofetel.
Los que nos involucramos en ese movimiento como profesores, como asesores de los grupos para las asambleas, lo apropiamos con mucho entusiasmo, nos contagiamos de las expectativas de los universitarios que en algún momento imaginaron que sería posible impedir que Peña Nieto fuera presidente, porque anticipábamos que vendría lo peor como lo que ha sucedido en su administración en términos de represión de Estado.
El periodista Luis Hernández Navarro de la Jornada decía entusiasta sobre el movimiento #Yosoy132 en noviembre del 2012: “Adscribirse a él es una forma distinguida, original e inédita de relacionarse con la política, la sociedad y la cultura, que rompe con el pasado e inaugura un nuevo tiempo. Ser #Yosoy132 es una manera de ser contemporáneo de la juventud que en el último año ha protagonizado cambios relevantes en países tan distinguidos como Túnez, Egipto, Grecia, España, Chile o Estados Unidos. Es un medio para reclamar un lugar en la historia presente en una era de revueltas”.
A muchos jóvenes de la Ibero haber participado en el movimiento les cambió el destino profesional. Después de haber conocido la realidad entre las comunidades zapatistas en los Altos de Chiapas, de la comunidad autónoma de Cherán en la meseta purépecha en Michoacán, o las luchas de los huicholes por la defensa de su territorio contra los proyectos mineros, después de esas experiencias, se incorporaron a trabajar en proyectos sociales en diversas áreas como en derechos humanos.