Por Mäst’o̱ho̱-Lenguas Originarias y London Mexico Solidarity

Ar mudi / Introducción

De nueva cuenta vemos con preocupación la imperante necesidad que tiene el Estado mexicano de exotificar y de folclorizar la cultura de los pueblos originarios para, por una parte, dar una falsa imagen de sí mismo ante el exterior y para, por otra parte, apropiarse de éstas culturas y poder justificar las distintas formas de extractivismo cultural y material que lleva a cabo de la mano con el gran capital en territorio mexicano. Esta vez se trata de una gigantesca muñeca ‘’Otomí’’, bautizada como “Lele”, que en lengua hñähño (mal llamada otomí) del municipio de Amealco, estado de Querétaro, significa “bebé”, y la cual comenzó su recorrido en Madrid. El mal clima de Londres ayudó a que afortunadamente la retiraran, antes de lo previsto, del Potters Field Park pero ahora ya ha concluido su visita por Shangai y por Sydney.

  1. Ar lele hñäni ‘nâr ts’o t’ot’e ar me’tsa bojä ‘ne ar ‘befi / La muñeca Lele justifica un sistema económico injusto

La muñeca Lele es un promocional del programa ‘’Embajadores de Querétaro’’, recientemente impulsado por el gobierno panista del estado, que busca incrementar la colaboración entre el sector privado y el sector público, mediante la implementación de la ‘marca’ Querétaro en determinados productos locales. Implementar esta marca, se dice, elevará los costos de venta de productos (y por lo tanto la ganancia de los productores). Sin embargo, el verdadero propósito de esta promoción es expandir la industria turística en los distintos lugares de donde provienen estos productos y en el estado en general. Por una parte, el crecimiento del sector turístico implicaría un pronóstico favorable para el resto del sector comercial y para las constructoras inmobiliarias. Por otra parte, el objetivo de esta muñeca-promocional es asegurar y atraer la inversión extranjera en el sector manufacturero (en especial aerospacial y automotriz) y de tecnologías de la información, y seguramente también en las industrias dedicadas a la extracción de minerales y de generación, transmisión y distribución de electricidad, agua y gas. Ante una oferta neoliberal tan generosa, empresas francesas, españolas e italianas ya han mostrado su interés, y posiblemente el motivo de la gira de Lelé sea el de atraer a empresarios británicos, chinos y australianos.

El año pasado, el gobernador panista Francisco Domínguez Servién declaró a la muñeca artesanal “otomí” de Amealco como patrimonio cultural del estado de Querétaro supuestamente para proteger el trabajo de las artesanas de Amealco y de otros lugares, como San Ildefonso Tultepec y Santiago Mexquititlan. El estado de Querétaro pretexta que la derrama económica será benéfica para todos los ciudadanos de la entidad. Sin embargo esconde el hecho de que la ‘derrama económica’ está cuidadosamente controlada por una élite empresarial y política, estatal, nacional e internacional que vive de la explotación de los trabajadores y de un extractivismo descontrolado. Quienes realmente ganan en esta ecuación económica no son los pueblos ñähño que defienden una forma de vida vinculada a sus tierras y tradiciones, ni tampoco las costureras y artesanas queretanas, ni tampoco los trabajadores que no gozan ni siquiera de las condiciones mínimas de un trabajo digno; son sólo los dueños de las empresas más importantes nacionales y trasnacionales, que no ofrecen ni un buen salario en proporción a lo que ganan los dueños de estas empresas, ni tampoco los derechos mínimos a sus empleados (vacaciones y primas vacacionales, primas de antigüedad, aguinaldos, derecho de descanso en caso de maternidad y paternidad, etc…)

Además de la mala situación económica de la mayoría de la gente, en Querétaro se han reportado graves violaciones a derechos humanos hacia las mujeres trabajadoras y vendedoras ñähño, que son víctimas de desalojos y decomisos. Quienes han alzado la voz, como en el caso de la Jacinta Francisco Marcial, han sido revictimizadas por el Estado. Por otra parte la violencia hacia otros sectores vulnerables, como el de los migrantes o las mujeres, se ha recrudecido mientras que víctimas y defensores de derechos humanos son ignorados e incluso hostigados por empresas privadas y por las autoridades estatales. En este sentido, la muñeca Lele sólo sirve para dar en el exterior una imagen falsa de un Estado estable y seguro para la inversión y de uno supuestamente democrático; se presenta el Estado a sí mismo como intercultural e inclusivo y mestizo, y al mismo tiempo padece de un pensamiento obsesivo que tiene al incremento de capital como único objetivo. No ha habido ningún estudio serio que analice los impactos ambientales y sociales a corto, mediano y largo plazo que pudieran traer estos proyectos en el estado, ni se han realizado consultas a las distintas poblaciones y sectores que están siendo afectados por los mismos, incluso ante una visible crisis humanitaria y ambiental estatal, que afecta en mayor medida a la mujer trabajadora y a las mujeres ñähño y de otros grupos marginados.

De este modo, la muñeca Lele fielmente sirve al modelo de desarrollo económico actual que convierte convertir a todos los cuerpos y a todo el territorio, en este caso al de Querétaro, en mercancía; se inserta en la misma línea de desarrollo que la del gobierno federal, que se encuentra impulsando megaproyectos semejantes, benéficos  para los dueños de la industria del turismo y de las inmobiliarias en el Istmo de Tehuantepec y en el sureste del país.

III. Ar lele ‘ne ar ‘be ar nzai’mui / La muñeca Lele y el extractivismo cultural

Efectivamente, la venta de muñecas representa una fuente de ingresos económicos para los ñähño, y ha sido en términos históricos un mecanismo de subsistencia e incluso de reivindicación cultural. Sin embargo, al ser instrumentado por el Estado esta expresión de la cultura material se convierte en una artículo de consumo propio del mercantilismo capitalista y en una herramienta folclorismo indigeno-nacionalista. El Estado, como un vampiro, vive de y se adueña de una expresión cultural que le pertenece, en este caso, fundamentalmente, a las costureras ñähño y a ciertas poblaciones queretanas, pero con el fin de extender la integración de un territorio mucho más amplio (el estado de Querétaro) al mercado mundial. Para adueñarse de la cultura, el Estado folcloriza a dicha expresión cultural, presentándola como le es más fácil categorizar a una diversidad que no comprende y a la cual llama ‘’otomí’’, y como parte de la “cultura indígena mexicana”. Es así como esconde esta muñeca la crisis que viven los pueblos originarios a causa de las políticas del Estado mexicano, que mientras le exige a España un cristiano perdón por la conquista, continúa con las mismas prácticas de hace 527 años.

Durante la colonia, los ñähño fueron forzados a fungir como sirvientes, por ello la indumentaria que porta la muñeca es la utilizada por la servidumbre desde la época colonial. Las técnicas de bordado son casi en su totalidad las de occidente. Incluso la palabra “muñeca” no existe en la lengua hñähño, porque no había muñecas así antes de la llegada de los españoles, y tal vez por ello, en su lugar tomando una palabra del castellano, se le ha nombrado lele, es decir, bebé. Pero esta “muñeca indígena” no tiene los rasgos físicos propios de las mujeres ñähño (ni siquiera el color de piel), sino más bien tiene un rostro mestizo. Así pues, las embajadas se vuelven co-responsables de, no sólo extraer el capital cultural que le pertenece fundamentalmente a trabajadoras ñähño, sino también de re-crear una imagen infantilizada, de las ‘‘indígenas’’ ‘’otomís’’, dóciles, serviles, occidentalizadas, blanqueadas e ‘’integradas’’ al mercado mundial.

Es por ello que es urgente una reflexión profunda y autoconsciente de la propia cultura, porque de lo contrario se corre el riesgo de ser cómplice de estos procesos que por lo general son en detrimento de todos los pueblos originarios e incluso de un sector mucho más amplio de la población. La cultura material es un elemento fundamental para la (re)construcción y la autonomía de los pueblos, pero la falta de auto crítica permite que el Estado siga sometiendo ideológica e identitariamente a la población originaria para formar un país con una sola y sumisa identidad: mexicana, mestiza, occidental y de habla castellana.

  1. Ya njwadi / Conclusiones

Sería irresponsable hablar de “extractivismo cultural” hacia los pueblos originarios sin mencionar el otro lado de la moneda: ¿qué defendemos? ¿Acaso defendemos las manifestaciones culturales de un pueblo o más bien, la imagen reproducida de una cultura dominada, sin rostro, sin memoria histórica? ¿Queremos proteger el “legado cultural” desde el territorio cuando la misma población y sus caciques se están encargando de esos procesos de despojo con empresas, políticos e instituciones oficiales? ¿Estamos, acaso, tratando de justificar nuestras propias necesidades ideológicas de lucha social nacionalista con las problemáticas concretas de los pueblos originarios? ¿No sería mejor antes conocer a profundidad, la cultura originaria desde un enfoque descolonizado y crítico? ¿Estamos preparados para dejar de idealizar los conceptos de “cultura originaria’’ y de que los “indígenas” son solamente las víctimas de estos procesos de despojo?

Tenemos mucho que reflexionar sobre este tema que es sumamente complejo como para sólo verlo desde el punto de vista reaccionario y desde la mera lógica político-económica. Una infinidad de lagunas ideológicas, lingüísticas, históricas y sociales permite estos procesos extractivos y procesos de enajenación-folclorización cultural, no sólo desde los grupos de poder (estado-instituciones-empresas) sino también desde los propios pueblos originarios, por carecer de una postura crítica y autocrítica de su realidad concreta. ¿Habrá disposición de parte de los pueblos originarios y de aquellos estratos de la sociedad civil que los apoyan para dar el siguiente paso hacia tangibles acciones de lucha, defensa y autonomía?

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