Servirse de un cargo público para enriquecimiento personal
resulta no ya inmoral, sino criminal y abominable.
Cicerón
En semanas recientes más de 120 artistas le hicieron llegar una carta a Mario Bellatin, director general del Fonca (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), a fin de solicitar “información precisa sobre los cambios recientes en el programa de Jóvenes Creadores”; además aprovecharon para hacer constar tanto su agradecimiento como su extrañamiento por la separación del personal que hasta hace poco trabajaba ahí y “por la decisión de modificar sin consulta previa con la comunidad artística un programa tan esencial y exitoso como el de Jóvenes Creadores”.
A su vez, Mario Bellatin respondió al grupo: “La propuesta que planteé al asumir la dirección del Fonca fue la de evaluar las condiciones reales en las que se encontraba el organismo”; tras realizar esta tarea descubrió “tantos asuntos enrevesados -muchos de las cuales no son de conocimiento de la mayoría de los firmantes- que me llevó a concluir que el FONCA necesita una REFUNDACIÓN más que un arreglo”. Y declaró a la OEM que “El gran reto del Fonca es transparentarlo, ciudadanizarlo y volverlo horizontal, que sea una herramienta que puedan utilizarla los artistas de este país de manera abierta, libre y democrática”.
En muy pocas ocasiones los artistas le han hecho reclamos a los funcionarios del Fonca o de la Secretaría de Cultura (antes Conaculta); tampoco antes se les consultó para ningún propósito y, de haberlo hecho, entonces avalaron las funestas directrices que aún prevalecen. La mayoría de los artistas firmantes, beneficiarios de una u otra forma por dichas instituciones, han aceptado las normas a pesar de que, de tiempo atrás, se sabe de la corrupción, favoritismos, derroches, opacidad y malos manejos de recursos que han llegado a proporciones escandalosas como el caso de los festivales fantasma o el de Concepción Landa quien gana anualmente lo equivalente al presupuesto para el programa de becas de Chihuahua del 2018. Con su silencio, muchos artistas han sido cómplices de un sistema que privilegió a unos cuantos y ha marginado a cientos de creadores del país.
Asimismo, pocas veces un funcionario de la cultura había tenido la deferencia de responder a las quejas y exigencias del gremio. Pero para llegar a fondo en este asunto, sería plausible que Ballatin informara a qué “asuntos enrevesados” se refirió y qué lo llevó a concluir que el Fonca amerita una refundación, medida que a mi modo de ver es indispensable. Aunado a esto, el presidente López Obrador anunció que se acabarán los estímulos fiscales para la cultura y las artes lo cual ya está agitando al avispero. Tal parece que entre funcionarios y algunos artistas corruptos, están sepultando los patrocinios gubernamentales y ahora todos se lamentan.
El gestor cultural Leonardo Garvas escribió en Facebook “El FONCA, aunque no quieran reconocerlo la mayoría de los que se benefician de su existencia, es de los últimos bastiones salinistas […] Si no desaparece, se alimentará un círculo de ineficacia, centralización, corrupción banalización, cooptación de artistas, manipulación, y no se cuántos otros “ción”, que han mantenido al país hundido en el ámbito del arte. Para luchar contra los huachicoleros se cerraron las válvulas, para combatir la corrupción en guarderías, seguro popular” indicando que es hora de limpiar esa institución “así como se combatió a los huachicoleros o la corrupción en otras instancias”. Y el teatrista Mauricio Garmona indicó: “La pobreza artística se ha homogeneizado al mismo tiempo que la riqueza cultural del país se ha empobrecido, gracias al FONCA”.
En otros momentos he escrito sobre algunos de los retos para nuevas políticas culturales y de las protestas por parte de algunos integrantes de la comunidad artística debido al recorte presupuestal. Ahí he hecho hincapié en la urgencia de reestructurar los reglamentos del Fonca y del Sistema Nacional de Creadores de Arte, democratizarlos y transparentarlos, y de rediseñar las estrategias de la Secretaría de Cultura federal, así como de las estatales, a fin de acabar con el “huachicoleo cultural”, o lo que es lo mismo, con la corrupción.
Desde hace años varios disidentes hemos denunciado la perversa endogamia cultural solapada por las autoridades y propiciada por algunos grupillos que gozan de los privilegios y que, como muchos padecen el síndrome de Procusto, impiden la inclusión de otros creadores que también ameritan apoyos. Además hemos dicho que las becas suelen otorgársele a “los mismos de siempre” quienes a su vez favorecen a sus amigos, alumnos o colegas cercanos. Jesusa Rodríguez llamó “haraganes” a los becarios y yo a muchos de ellos –no a todos- los califico de parásitos y oportunistas que han sido muy astutos para recibir asiduamente patrocinios gubernamentales.
Coincido con Jesusa cuando dice que los artistas que disfrutan del mecenazgo estatal deben retribuir a la sociedad -pero de verdad-, así como llevar y compartir lo que saben y crean a donde sea posible, principalmente a comunidades remotas donde llega la televisión, pero no llega la cultura ni las artes. Y para lograrlo considero que los proyectos con apoyo del Estado deben ser de interés general y -sin ser condescendientes- estar dirigidos al grueso de la población. Porque para hacer obras que solo satisfacen el placer onanista y el ego del artista, este debería hacerlas con sus propios recursos o con fondos que no sean públicos.
Si en realidad estamos viviendo una transformación del país, hay que cambiar el paradigma de la subvención oficial: el arte debe estar al servicio de la población, no para complacer a ninguna élite cultural. Hay que llevar el arte a las calles y a los barrios, de las ciudades a los pueblos distantes; saquemos de los recintos convencionales las manifestaciones artísticas para que sean vistas por las masas. Si estas creaciones surgen de los impuestos del pueblo, que sea este quien lo disfrute y valore. De esta forma iremos reconstruyendo el tejido social tan dañado por las políticas neoliberales, por los estragos de la mal llamada “guerra contra las drogas” y por la violencia generalizada que ha alcanzado niveles pavorosos.
Sobre los cambios venideros, el investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM Daniel Montero escribió: “No se sabe cómo se financiarán y operarán los programas, qué va a pasar con los programas que ya existen, cómo se realizan las evaluaciones de los proyectos previos y cómo es que todo ello puede entrar o no en la actual administración”. Esperemos que pronto Mario Bellatin y Alejandra Frausto, responsable de la Secretaría de Cultura, despejen estas dudas a favor de los creadores, pero sobre todo y más que nada, a favor de la población.
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El autor de esta nota no tiene idea de lo que dice. Un dato que ignora o pasa por alto: Bellatin ha sido becario del SNCA desde su fundación. Y ahora vive del Fonca. Por lo demás, y bada de esto es una acusación sino un reporte de hechos, jamás se ha parado en una comunidad remita si no a comer una quesadilla. Lo que Bellatin escribe, por lo demás, no está al alcance, por desgracia, de quienes habitan en los lugares más apartados del sur del país, por ejemplo.
Este programa millonario debe cambiar. Hay que hacer algo que sirva. Hay que hacer que las nuevas generaciones hagan lo suyo con su propio esfuerzo. A la manera heroica. De otra manera se cultiva la pereza en el arte.
Qué tal Humberto, sería bueno que dijeras quienes son esos “parásitos oportunistas”, y cuál son los casos de “artistas corruptos” que denuncias. Yo no conozco a mucha gente con apoyos de fonca, pero de los que sí conozco, es banda que jala bien machín, sería bueno que dijeras quienes son.