Víctimas y activistas comparten experiencias en conversatorio sobre la Desaparición Forzada en América Latina.
Por Johana Utrera / @UtreraJo25
“Puebla y Guatemala comparten dos cosas: la desaparición forzada. En Guatemala, desaparecen a jóvenes, niños y mujeres para reclutarlos o asesinarlos, solamente porque creían que eran de la guerrilla. Aquí en México llegó a suceder, más que nada por los cárteles del año 2010 con los Zetas; llegaron a reclutar niños o jóvenes para su crimen organizado y así poder pelear por un territorio o una plaza.”
El pasado jueves 14 de septiembre, en el foro cultural Karuzo, el colectivo Voz de los Desaparecidos en Puebla realizó una proyección del documental Voces de la Tierra: La Guerra Sucia en Guatemala. Dicho evento contó con la presencia de José Luis Reza, director del documental.
“Es un documental que precisamente habla sobre la desaparición forzada, no en México, sino en Guatemala, donde hubo una guerra civil; muy cerca de la frontera con México. El rodaje se realizó en el departamento de Huehuetenango y, los casos que sucedieron ahí fueron masacres multitudinarias en las comunidades indígenas que poblaron esa región.”
Además, Reza mencionó que en diferentes latitudes de América Latina, durante la Guerra Fría, se vivieron múltiples episodios de violencia, muchos de los cuales fueron impulsados por transnacionales que buscaban explotar los recursos naturales de esa región. Un ejemplo es la United Fruit Company, que, al menos en Guatemala, buscaba explotar la zona selvática para la siembra de plátanos, además de conseguir mano de obra barata que fue sinónimo de esclavitud.
Con estas palabras, Reza dio inicio a la proyección del documental, que después de su término dio inicio al conversatorio con los asistentes. Entre las muchas palabras, algo que señaló María Luisa (integrante del colectivo) fue el involucramiento de las infancias.
“Gran parte de los colectivos en este país, incluyendo nuestra Voz de los Desaparecidos en Puebla, en su momento no incluía a nuestras infancias, a nuestros adolescentes, porque creíamos que les estábamos protegiendo del horror, pero no nos estábamos dando cuenta de que ellos sí sabían lo que estaba ocurriendo. Ellos son otras víctimas de la desaparición forzada, porque no tan solo enfrentan la desaparición de un hermano, mamá, un tío, un abuelo, sino también la desaparición de la mamá del papá que van a buscar.”
Minutos después, María Luisa le cedió la palabra a Sebastián (un adolescente que es víctima de la desaparición) para que cuente su experiencia:
“La infancia se destruye desde que empieza la desaparición, ya que la familia queda incompleta; la familia queda destrozada emocional y mentalmente. Un niño se da cuenta cuando ve a su mamá triste, a su papá triste, hermano o un familiar y tiene la pregunta de ¿Qué es lo que pasa? Conforme pasa el tiempo, uno ve la situación, pero también la pregunta es ¿por qué no me han dicho? (…) Es bueno informar, para que estén atentos y al cabo decidan ser o no ser partícipes.”
Otra cosa que comentó Sebastián en su intervención son los efectos mentales que tiene un niño al atravesar la desaparición de un familiar, pues sin tener un contexto, este puede llegar a pensar que fue alguno de sus actos lo que provoca la angustia de su familia. No obstante, Sebastián comparte la relación entre Guatemala y México con respecto a la desaparición forzada:
“También compartimos la esperanza de una lucha, la esperanza de saber y tener justicia por todo lo que pasó en su momento. Compartimos una sola lucha, la justicia y esto es lo que une a todo el mundo.”
Por otra parte, encontramos el pensamiento de Mónica; cuya nacionalidad es colombiana, pero que encuentra un hilo conductor en toda Latinoamérica. Uno de sus comentarios fue la situación de la United Fruit Company en Colombia, la cual, terminó en la Masacre de las Bananeras, impulsada por la transnacional y ejecutada por el ejército; únicamente porque los trabajadores pedían mejores condiciones.
Mónica relaciona el documental, pues así como en Guatemala torturaban, desaparecían y asesinaban a la población por relacionarlos con la guerrilla, en Colombia también sucedió con los falsos activos:
“Lo llamamos los falsos activos, que era matar a civiles y hacernos pasar por guerrilleros, y de ahí también surge una organización de mujeres madres de falsos positivos (MAFAPO), buscando justicia por esas muertes. Entonces, me da mucha tristeza, pero reconocer cómo estos hilos conductores que nos unen como Latinoamérica y establecer redes.”
Así como Mónica comentaba sobre un hilo conductor, este aterrizó en Puebla; como comentaban los asistentes, en la región se vive problemas con transnacionales como Bonafont, que despojan a los pueblos del agua. O por ejemplo, las empresas textiles que contaminan este recurso con los residuos de mezclilla.
Por último, encontramos la participación de Diana o Dina (su nombre como artivista), quien es víctima del crimen organizado. Dina platicaba su historia de cómo, por vender bisutería y leer el tarot en un “territorio,” fue golpeada y perseguida, hasta el punto de pedir asilo político y que en su “refugio” viviera una vez más episodios de violencia: