Si pasáramos revista a las desapariciones de personas, encontraríamos que uno de los primeros desaparecidos que registra la historia es Odiseo, aquel ilustre guerrero de la épica griega antigua. Desde entonces la historia, con sus luchas, sus guerras, sus disputas políticas y catástrofes, está llena de desapariciones. Pero si ponemos las cosas en esa dimensión, corremos el riesgo de banalizar y minusvalorar el dolor, sufrimiento y lucha de cientos de familiares, madres, padres, hermanos, tíos y amigos. Por ello, el pasado remoto o reciente no debe relativizar los más de 124,267 desaparecidos de 1952 al 15 de marzo del 2025 y las miles de fosas clandestinas (una investigación periodística del 2023, con base en información oficial, documentó más de 5,600 mil fosas localizadas en todo el país).
Pero, por otro lado, con esa mirada amplia en la historia también corremos el riesgo de homologar lo que es heterogéneo, de trazar continuidades donde existen rupturas y de poner en un mismo lugar lo que responde a fuerzas, sujetos y momento diferentes. Con todo, no es menos importante tratar de contribuir a la claridad conceptual y situar los contextos en los que operar los fenómenos políticos, sociales y económicos.
Sin dejar de señalar la responsabilidad por la impunidad, negligencia, ineficacia, abandono y corrupción de los diferentes niveles de gobierno, en el grave problema de desaparición forzada en México también están operando diferentes fuerzas, tendencias y desarrollos estructurales de larga composición. Existe un nivel de responsabilidad de gobiernos y sus instancias (jueces, policías, militares, presidentes, gobernadores, diputados, senadores y funcionarios) y uno de las estructuras y tendencias socioeconómicas que deben ser también analizadas y cuyas líneas se mezclan y retroalimentan.
A continuación enumero algunas de las estructuras y tendencias socioeconómicas en un afán de situar la dimensión y complejidad del delicado y doloroso problema:
1. El modo de producción capitalista, en la medida en que reduce a las personas a fuerza de trabajo que se compra y se venda, promueve la descartabilidad y prescindibilidad de las personas. No importan las personas sino su capacidad para agregar valor al proceso de producción de la mercancía. Por ello, al capital le es inherente desvalorizar a las personas para valorizarse. Constituir a la persona como mercancía es la vía para hacerla desechable. Este es un rasgo tanatopolítico y criminal del capitalismo que a lo largo de la historia se ha diseminado en diferentes prácticas, algunas veladas y otras más crueles.
2. Desde fines de los años setenta del siglo pasado, el capitalismo entró en una nueva crisis de acumulación del capital. La respuesta para sostener sus tasas de ganancia fue el neoliberalismo: desregulación del mercado, flexibilización de los derechos sociales, despojo de bienes colectivos y comunes. Pero también fomentar formas criminales del mercado como el narcotráfico. El narcotráfico y otras modalidades del crimen (trata de blancas, tráfico de armas, tráfico de órganos humanos, esclavitud de personas, etc.) son mecanismos implementados por el capitalismo para mantener sus tasas de ganancias y en ello están involucrados los bancos, las grandes empresas, los sistemas financieros y gobiernos para hacer posible el blanqueo de las enormes sumas de dinero ensangrentado que proviene de esos sectores turbios de la economía ilegal. Empero, no hay que confundirse: ilegal, pero parte substancial del capitalismo.
3. Puede haber distintos motivos de las desapariciones forzadas, pero clarifica el situarlas en el marco general de esa sociedad mediada por un mercado específico: las organizaciones criminales y concretamente, el narcotráfico. Así sean ilegales, las drogas, el tráfico de órganos y la trata de personas, para ese tipo de economía no dejan de ser mercancías que participan del ciclo del capital: producción, circulación y consumo: ganancia. Como en toda lógica mercantil, maximizar la ganancia a consta de cualquier escrúpulo es su resorte. En esto, el sanguinario secuestrador y el perfumado financista tienen el mismo interés.
4. Pero el neoliberalismo ha rebobinado las lógicas de descartabilidad y prescindibilidad de las personas, intensificándolas. Me explico. En la fase neoliberal del capitalismo, se han fortalecido y autonomizado dos formas de capital: el capital financiero y el capital tecnológico. Para lo que aquí interesa, es importante destacar que ambas formas de capital prescinden de las personas en la obtención de la ganancia. Para el capital financiero, es el mismo dinero, sin mediación del trabajo (trabajadores), el que produce las rentas (en la formula marxista: D-D´). Para el capital tecnológico, con la automatización y robotización, se prescinde también del trabajo (trabajadores). De esa manera, las personas se vuelven prescindibles y descartables. Es decir, con esas formas de capital estructuralmente se intensifica lo descartable de las personas y cualquier cosa se puede hacer con ellas.
5. Pero las relaciones del mercado, en el cual las mercancías de las drogas y las organizaciones de narcotraficantes funcionan, no está al margen de la geopolítica y las configuraciones imperiales. Lo que pasa en la geopolítica repercute en lo local. La posición geográfica de México como país colindante de Estados Unidos también ha incidido en la grave situación actual de los desaparecidos y la inseguridad. Y en varios planos. Estados Unidos no ha dudado en aliarse con narcotraficantes y organizaciones terroristas si así convenía a sus intereses, como sucedió con el apoyo a los traficantes de opio en Afganistán en su lucha contra la URSS y otros momentos del intervencionismo estadounidense en diferentes partes del mundo. En la medida en que Estados Unidos es el principal mercado de las drogas; y para justificar su propia incapacidad para hacerle frente a la crisis de salud por las adicciones, exige implementar una política represiva a los países que están bajo su zona de influencia, que sólo genera en reacción más violencia. La “War on Drugs” implementada por Richard Nixon en 1971, continuada como política imperial por los sucesivos gobierno de Estados Unidos, se replicó en México durante la presidencia del Felipe Calderón y ya sabemos las consecuencias. La posibilidad de legalizar las drogas recreativas pasa por esta limitación. Estados Unidos, a su vez, tolera que su industria militar les vende a los narcotraficantes y grupos delincuenciales mexicanos (y de otras partes del mundo) las armas con las que asesinan. Asimismo impone una política represiva antiinmigración, condenando los inmigrantes a un permanente “estado de excepción” que los expone desnudamente a la delincuencia organizada.
6. En todo ese devenir del capital, en su fase neoliberal, tenemos un Estado mexicano debilitado, diezmado y con una serie de transformaciones y prácticas que van contra el interés popular. Por un lado, la naturalización de la impunidad. La posibilidad de cometer un delito y no ser sancionado es alta. Luego está la colusión de distintos niveles de gobierno (municipal, estatal y federal) con el crimen organizado y las diferentes prácticas corruptoras. El caso de las narcofosa localizada en un rancho de Teuchitlán, Jalisco, es ilustrativa al respecto. Es sabido que existen municipios y gobiernos estatales controlados por el narcotráfico. Después está la ineficacia de las instituciones encargadas de dar certeza y seguridad a las personas. La lista de inoperancias es larga.
7. En medio de loa anteriores problemáticas, está una corriente de opinión pública que hace directamente responsable al Estado mexicano, sin establecer matices y sin plantear un horizonte de profunda y radical transformación jurídico-política del Estado. Por lo tanto, convierten al Estado en el Enemigo y principal objetivo de la rabia y descalificación, aliándose, paradojamente, con las tendencias anarcocapitalistas del neoliberalismo que también ha buscado un Estado postrado y debilitado, pero sometido al mercado y los dueños del capital. Ciertamente hay razones que explican esta severa crítica y antiestatismo cultural (la represión del movimiento estudiantil del 68, las desapariciones realizadas por el ejército durante la guerra sucia o la transición democrática), pero lo que habría que exigir es transformar en clave popular y democracia al Estado. Si bien el origen del Estado es la violencia y resulta un dispositivo de control de la clase dominante, no es menos cierto que algunos de sus instrumentos pueden ser usados a favor de las clases subalternas. Y en tanto no se construya otra forma de poder desde abajo, debemos, más que demonizarlo y absolutamente objetarlo, transformarlo y orientarlo a los intereses del pueblo y la clase trabajadora. Y en ese horizonte, la búsqueda de los desaparecidos, la sanción a los responsables y el acompañamiento de los familiares, debe ser una prioridad del Estado, elevándola al rango de política de Estado.
8. A partir de estos devenires y transformación mencionados en los ítems anteriores se puede analizar y combatir el nivel de inhumanidad que existe en los grupos criminales y la insensibilidad en los gobernantes para solucionar el grave problema de desaparición forzada. Pero analizar no es justificar; analizar las profundas causas no es validar la responsabilidad de los gobernantes y funcionarios. Es sentar la bases para transformar la cultura narca, de inhumanidad e impunidad que atraviesa a diferentes ámbitos de la sociedad.
9. Asimismo, teniendo en cuenta los precedentes ítems, se comprende la raíz de lo que se tiene que combatir: la constitución en el capitalismo de la persona sin cualidades que puede ser privada de su libertad para realizar trabajos forzados, para ser esclavizada, para ser adiestrada como sicarios, para traficar con órganos humanos, para extorsionar por su rescate, ello con absoluta impunidad.
10. Por último, una pregunta que muchos se hacen, ¿por qué precisamente México? La posible respuesta es que todos estos aspectos y tendencias socioestructurales confluyen en el elemento geográfico mencionado: su posición fronteriza con Estados Unidos. Es parte de la fatalidad de compartir la frontera con Estados Unidos, sus políticas imperiales, su mercado para las drogas, su industria militar, su punto de arribo para personas y mercancía, su mercado, su industria del entretenimiento, sus exigencias de seguridad, su doble moral y la hipocresía de sus políticos, lo que ha condenado parte de nuestro destino como Nación.
11. En ese marco geopolítico es difícil saber a dónde conducirá el reordenamiento global por los cambios introducidos en el orden mundial por Donald Trump y su política imperial. La exigencia y entrega de los 29 capos del narco algo de esto indica. Empero, es claro que su principal enemigo geopolítico es China y parte de ese reordenamiento está asociado a esa definición estratégica, política, comercial y militar, en cuyo despliegue no sólo está el mercado legal sino el ilegal de drogas, armas y personas y la acumulación del capital por vías heterodoxas e ilegales. También es cada vez más manifiesto que Estados Unidos como potencia imperial está en decadencia. Pero una bestia herida puede hacer cualquier cosa y nuestra posición fronteriza deberá de enfrentar esos retos, riesgos y coyunturas.
*Universidad Autónoma Metropolitana