Por Tlachinollan
Este 28 y 29 de abril de 2022 se realizaron búsquedas en varias comunidades campesinas afromexicanas del municipio de Acapulco, para dar con el paradero de Vicente Suástegui Muñoz, desaparecido desde el 5 de agosto del año pasado. No hay rastro del defensor a pesar de que sus familiares han tratado de investigar por su cuenta, la información está controlada por los grupos de la delincuencia organizada. Se ha infundido terror a las familias. Mujeres y hombres prefieren callar por el miedo a ser desaparecidos o asesinadas. “Aquí no hay nada, todo está tranquilo”, pero no falta quien en susurro diga “aquí está feo porque luego nos matan”.
Las jornadas de búsquedas se centraron en la comunidad El Metlapil, San Pedro las Playas, 10 de abril, el Salto, de paso por El Bejuco para hacer recorridos en El Arenal y Candelillas. Estos recorridos se realizaron en lomeríos, barrancas, huertos y más de 6 kilómetros por la orilla de la contaminada Laguna de Tres Palos. Sólo se observaron comunidades marcadas por la pobreza y la violencia macrodelincuencial. Olvidadas por las autoridades municipales, estatales y federales, las familias tratan de sobrevivir entre los bejucales, espinos, parotas, palmeras, limonales, pozos de agua y cerca de los drenajes de las grandes cadenas comerciales y de los ricos del puerto más importante en Guerrero, con una derrama económica impresionante por el turismo, así como por las tranzas de los grupos de la delincuencia organizada que se confabulan con las autoridades con negocio turbio, sin que les importe los asesinatos, secuestros y desapariciones.
La caravana de búsqueda pudo entrar en las paupérrimas y polvorientas brechas de terracería. Así, Marco Antonio Suástegui, cruzaba los corrales de las palmeras de coco para revisar hundimientos en los terrenos, con previo permiso de las familias, también era para pedir información del paradero de su hermano Vicente. Había pozos abandonados con el olor putrefacto que desprendía el agua verdosa y negra por el lodo y la hojarasca. Con una cubeta, amarrada con un mecate, sacaban una o dos veces poca agua para observarla y analizarla con los expertos. El mismo Marco Antonio sabía que en caso de que el agua estuviera grasosa con un olor insoportable y moscas grandes de color verde era muy probable que se encontrara el cuerpo de una persona. Los peritos confirmaban la información cada vez que Marco se acercaba a estos pozos.
En uno de los corrales de ganado vacuno Marco Antonio se acercó a una persona que cuida el ganado de un cacique para contarle que su hermano está desaparecido. La plática se desarrolló con dolor, incertidumbre, con la mirada en los establos y el rostro afligido por la ausencia. La charla se prolongó aproximadamente por una hora en el inclemente sol. En palabras del campesino: «Aquí está feo, esos malos luego te matan y te entierran. Yo ando mucho en el campo y he sabido que hay fosas, pero si veo algo les diré, sólo que luego nos matan, por eso no queremos decir nada. Ahorita ya no vienen, pero tenemos miedo. Imagínese que una vez encontraron 6 cabezas. Esos controlan todo desde Tres Palos hasta Ometepec».
La mirada de Marco Antonio recorre las barrancas y los pozos de agua de los ganaderos de la región, corta una vara para comprobar la profundidad, pero sólo la angustia toca el lodo y la incertidumbre permanece en el aire, flotando. Con su machete golpea un árbol y alborota las hojarascas que cubren los hundimientos de la tierra. Camina lento cuando tiene la corazonada de que posiblemente hay una persona enterrada. Piensa en su hermano. Vuelve a caminar a prisas como si quisiera alcanzar o descubrir las huellas de Vicente. Sabe que está cerca y que por eso la policía de la UPOEG no se despega de la caravana. En cualquier lugar donde se desarrollaron las búsquedas llegaban con una o dos patrullas sin placas.
En otros terrenos polvorientos y desérticos luce la basura entre los matorrales, Marco Antonio voltea a un lado y a otro como haciendo un escaneo del lugar, pero nada más se escuchan los silbidos de las aves y el ladrido de los perros, al ritmo del viento y el grito de un espantoso silencio al fondo de las barrancas. No es la metáfora de un mundo gris de la ausencia, más bien es una realidad en las desoladas comunidades, donde se ha implantado el terror.
En San Pedro las Playas y en El Salto Marco Antonio sintió el latir de su corazón entre las arboledas, donde resaltan huaraches enterrados y ropa. Ni un olor que indique algo extraño más que la putrefacción de las hojas. “Sentí una energía fuerte y pesada en esa tierra reseca”, partida por los rayos del sol.
La caravana de búsqueda, conformada por la Comisión Estatal de Búsqueda, la delegación de la Comisión Estatal de Derechos Humanos, los familiares, la Fiscalía de Guerrero, estudiantes de Ayotzinapa y padres de los 43 estudiantes desaparecidos y Tlachinollan, así como la Guardia Nacional y Sedena que acompañan para brindar seguridad, en dos días de intensos recorridos no encontraron indicios de Vicente. Marco Antonio aún tiene la esperanza de que su hermano podría estar no muy lejos de sus pasos.
Las búsquedas empezaban a las 8 de la mañana. No obstante, ninguna noticia del paradero del defensor. La incertidumbre para la familia crece con los minutos, pero la verdad sigue oculta. ¿Dónde está Vicente? Es la pregunta que interroga a las autoridades no sólo por la desaparición del defensor del territorio, sino por centenares de personas desaparecidas en Acapulco. Es necesario insistir que la Fiscalía General de Guerrero tiene que investigar y castigar a los responsables de la desaparición de Vicente y se pueda dar con su paradero. Las búsquedas que se están llevando a cabo son importantes acciones que deben continuar hasta encontrar al defensor de la tierra.
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