Por Tlachinollan / @Tlachinollan
El atardecer se pintaba de colores en el horizonte. Desde adentro de la casa de adobe se escucha el ruido del motor de un carro que pasa en la calle contigua. La melodía de las aves llega de los árboles del patio, mientras un perro descansa en la sombra de una esquina al fondo. Es hora de salir, Ranferi dio una pasada con la mirada a su casa y continuó hacia la puerta. El viaje había empezado, Ranferi Hernández, Lucía Hernández, Juanita Dircio y Antonio Pineda salieron de la comunidad nahua de Ahuacuotzingo rumbo a Chilapa, Guerrero, sin imaginar que la muerte merodeaba en su camino.
Al paso de los minutos los nubarrones negros empezaban a caer sobre los cerros. Ranferi pisó un poco más el acelerador. Había pocos vehículos en tránsito, reinaba más el silencio que el ruido. Antes de llegar a la comunidad de Nejapa, las sombras oscuras de la noche predominaban en el ambiente. La vista permanecía enfrente, seguía la luz de los faros del carro. Por fin llegaron a las primeras casas del poblado. Un respiro de esperanza, pero atrapados en las telarañas de la violencia de los grupos armados.
La espantosa tranquilidad desprendía una sospecha inenarrable. Más adelante quedó de manifiesto el plan siniestro de los perpetradores del crimen. Casi a la salida de Nejapa, rumbo a Chilapa, hombres armados le cerraron el paso a Ranferi. Lo cercaron colocándose un vehículo en la parte trasera y otro a un lado empujando fuera de la carretera, quedando inmovilizado. Los siguientes minutos todo se convirtió en un infierno para la familia Hernández. Fueron torturados por los malhechores, fueron asesinados y finalmente le prendieron fuego al carro gris estando adentro Ranferi, Lucía, Juanita y Antonio. Las llamas se levantaron. Nadie había para auxiliarlos. El vehículo poco a poco fue quedando negro y cenizo. En el asfalto ennegrecido quedaron varios casquillos posiblemente de pistolas nueve milímetros. En los momentos cruciales ninguna autoridad llegó para rescatarlos a pesar de que a ocho minutos se encuentra un retén militar.
La historia que sigue es de exigencia de justicia, pero el crimen ha permanecido durante siete años en la impunidad. Este 14 de octubre de 2024, familiares, organizaciones sociales, colectivos de desaparecidos y organizaciones de derechos humanos realizaron una ofrenda floral donde se consumó el deleznable multihomicidio. Han pasado dos gobiernos en Guerrero y dos presidentes en el país, y aun con Andrés Manuel López Obrador, no han realizado las investigaciones correspondientes para castigar a los responsables. No les importa la justicia y menos el dolor de los familiares.
Abel Barrera Hernández, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, habló de Ranferi, un luchador social que entregó su vida para la transformación social. Tuvo que salir del país porque si no lo mataban. Encaró a los “caciques para reivindicar la lucha de los campesinos de la sierra de Atoyac y de Coyuca. Defendió a los asesinados de Aguas Blancas”. Sin embargo, estando en la trinchera no tuvo ninguna garantía para seguir peleando. “Los luchadores sociales en Guerrero han tenido que pasar pruebas tan difíciles porque implica poner en riesgo la vida, colocarse contra el paredón, contra un sistema que sigue protegiendo a los perpetradores. No se castiga a quienes cometen graves violaciones a los derechos humanos y quienes tienen esa actitud de atacar al pueblo indefenso.
“Ranferi nunca se arredró. Enfrentó a Figueroa, lo encaró y se fajó como buen luchador social. Tuvo el valor de denunciar. En la misma Tribuna apareció en la defensa de los campesinos y de los indígenas. No cabe duda que se forjó en las parcelas, en estos terrenos. Por eso su casta de defensor lo llevó a mantener hasta las últimas consecuencias la defensa de los derechos básicos de quienes viven en el campo.
“Es inconcebible que alguien que entrega su vida por la gente más desprotegida tenga que cuidarla, tenga que pensar en cómo sobrevivir. Ranferi nunca imaginó, obviamente hizo sus cálculos en términos de los riesgos, como todos los que estamos en esto sabemos lo que significan estos riesgos, pero tampoco te vas a imaginar la monstruosidad de quienes quieren atentar contra los que buscan caminos diferentes para que haya justicia desde abajo. Nunca pensó que, viniendo de su comunidad, que caminando por este sendero donde estaba con gente del campo, iba a ver un grupo que lo estaba vigilando y que iba con toda la perversidad del mundo a atentar no solamente contra él, sino contra quienes iban con él.
“Es el terror que se instala en nuestra sociedad y que se permite por parte de las autoridades que son cómplices. Imagínense, un retén militar a unos metros y la criminalidad se esparce por todos lados. Los que perpetraron este crimen con seguridad lo hicieron sabiendo que no iba a haber ninguna reacción de las autoridades. Que no iba a haber costos de ningún tipo. Que estaban seguros y que en este lugar iban a cometer este crimen atroz para atentar contra Ranferi, contra su esposa Lucía, contra doña Juanita. ¿Qué culpa tiene una mujer mayor para que también pague la osadía de un defensor, de un luchador, por levantar la voz y por colocar en la primera línea a la gente del campo? Y también contra Antonio, que era un acompañante fiel de Ranferi.
“Por eso, esta situación que colocamos en una dimensión muy grave, tenemos que pensar que a los siete años no se ha dado un paso hacia la justicia. Ahí están parados los expedientes, no se avanza. Como decir que el problema no es de las autoridades que investigan, sino de las familias y de las víctimas. Que ellas investiguen, que ellas pongan la cuota de su riesgo por avanzar en las investigaciones. Este es el sistema de justicia estatal, más allá de que si hubo cambios de gobierno, sigue incólume el sistema para proteger a los perpetradores que tienen influencia dentro del aparato de justicia del Estado.
«En el caso de Ranferi en nuestro estado y en el país no tiene parangón, porque no es solamente asesinarlo en términos de atentar directamente contra su vida, sino causar terror, mandar un mensaje a la sociedad de decir que nunca va a ser posible que un luchador cristalice su sueño, sino más bien va a ser una pesadilla y un infierno en su vida. Crear infiernos por parte de un poder que no castiga a los que hacen daño, a los que planean la maldad y que robustece la criminalidad en Guerrero. Se han cerrado los canales para poder transitar con seguridad y paz en todos estos senderos que el pueblo busca que haya justicia.
“Ranferi, aquí estamos los que te admiramos. Vamos a seguir contigo con todas las limitaciones que tenemos, con las grandes dificultades que hay, y con la impericia de la fiscalía, con la falta de compromiso de sus agentes, con la insensibilidad de las autoridades del estado, con la falta, sobre todo, de protección a tu familia que corre riesgos, que han tenido que replegarse porque no hay garantías para seguir reivindicándote como un luchador social y para seguir demandando justicia.
“Discúlpanos si a lo mejor nos ha faltado todavía esa persistencia, ese carácter, ese temple que tú demostraste. Pero que sepas que quienes estamos aquí seguimos exigiendo que esto no quede impune. Tener que remover ese aparato, ese elefante, para que camine y para que realmente veamos el amanecer de la justicia y para que allá donde estás sepas que aquí seguiremos luchando, tú sabes, en medio de la adversidad, en medio de la incomprensión, en medio de campañas de desprestigio, en medio de riesgos, en medio de tantas inseguridades y precariedades, ahí estaremos, Ranferi. Te saludamos, te abrazamos, te reconocemos; también abrazamos a Lucía, a doña Juanita y a Antonio. Ustedes seguirán vivos en estas luchas. Sentimos que esta pasión por los derechos humanos no se va a apagar, porque ustedes son también luz más allá de esta tierra”.