Por Max González Reyes
A partir de que se empezó a diluir el sistema de partido hegemónico en 1997, en el Congreso de la Unión no hubo una mayoría absoluta. Desde entonces, el PRI que por décadas aplicó el mecanismo mayoritario en prácticamente todas las iniciativas del Ejecutivo, tuvo que escuchar y negociar con la oposición que con el tiempo y poco a poco se fue haciendo de un espacio dentro del Congreso. Tan es así que aquella legislatura se recuerda, entre otras cosas, porque estuvo a punto de no instalarse debido a un conflicto dentro de propia bancada priista. Desde entonces el grupo que tiene la mayoría ya sea en el Senado de la República o en la Cámara de Diputados ha tenido que establecer vínculos de negociación con las demás fracciones parlamentarias.
A la par de ello, al cambiar de partido en la Presidencia, el nuevo Ejecutivo plasma su proyecto de nación en iniciativas y leyes que al pasar por el Congreso y con mayoría relativa de su partido terminan concretándose. Sin embargo, a diferencia de los años del régimen de partido hegemónico, las sesiones legislativas donde se discuten los proyectos esenciales del Ejecutivo son larguísimas y en muchos sentidos aburridas. Sólo llaman la atención de los medios cuando hay altercados, algunos protagonismos de ciertos legisladores, o alguna otra circunstancia que hace llamar la atención de los medios.
Es de recordar que, al principio de su gobierno, el presidente Enrique Peña Nieto propuso al Congreso una reforma al sector energético, que formaba parte de una serie de iniciativas que en ese entonces se denominaron “Reformas Estructurales”. La iniciativa llegó al Congreso e inmediatamente diversos sectores se plantaron en los alrededores del recinto tanto de la Cámara de Diputados como del Senado para impedir que sesionaran y con ello no se discutiera dicha reforma. Los grupos inconformes lograron desestabilizar las sesiones y prolongar la aprobación. Varias de esas protestas estuvieron encabezadas por el entonces líder opositor Andrés Manuel López Obrador.
Otra de las propuestas que provocaron un amplio malestar en la sociedad fue la Reforma Educativa. Cuando se presentó la reforma a las leyes reglamentarias de esta iniciativa, la Cámara de Diputados convocó a un periodo extraordinario en agosto de 2013. Sin embargo, maestros de la CNTE bloquearon los accesos del Palacio Legislativo de San Lázaro de tal manera que no se pudo sesionar. Ante el bloqueo, la sesión de Congreso General se tuvo que instalar en el Senado de la República. Sin embargo, los 500 Diputados realizaron la primera sesión extraordinaria en el Centro Banamex, el cual había sido habilitado como sede alterna. Es decir, tuvieron que salir del recinto legislativo para sesionar.
Con estos antecedentes, en días pasados se presentó en el Congreso un acontecimiento similar. El presidente Andrés Manuel López Obrador, mandó una iniciativa a la Cámara de Diputados la cual tiene como objetivo eliminar 109 fideicomisos en diversas áreas. Ante ello, ex braceros integrantes de la Unión de Campesinos Mexicanos (UCEM) así como investigadores del Cinvestav, entre otros grupos, bloquearon los accesos del recinto parlamentario inconformes por la eliminación de su respectivo fideicomiso. De igual modo, un grupo de campesinos exigieron que se les diera su fondo de ahorro que por varios sexenios ha sido detenido, mientras que familiares de personas desaparecidas se manifestaron para pedir que se mantenga el fondo para atender a víctimas del delito. Por su parte, el colectivo #NoNosPoliticen, exigió la preservación de los fideicomisos de ciencia, tecnología, cultura, cine, protección a periodistas y reparación a víctimas de los políticos. Pese a estas protestas, la mayoría de los diputados de Morena aprobaron la extinción.
En consecuencia, el dictamen se turnó a la Cámara de Senadores donde también hubo protestas similares, lo que provocó suspender un día de sesión toda vez que los legisladores no pudieron ingresar al recinto. Ante el bloqueo, la Mesa Directiva convocó a sesionar en la antigua Casona de Xicoténcatl, donde previamente el gobierno de la Ciudad de México había implementado un fuerte operativo policiaco en sus inmediaciones para evitar la interrupción de los manifestantes.
Más allá del hecho de aprobar la eliminación de los fideicomisos, lo que pretendo resaltar es la actitud del grupo mayoritario. En el sexenio de Peña Nieto, la mayoría priista utilizaba todos sus argumentos para aprobar las iniciativas que venían del Ejecutivo y, ya sea dentro del recinto legislativo o fuera de él, buscaban sesionar de tal modo que se aprobara lo propuesto por el presidente. Hoy, que en apariencia hay un gobierno “opositor” (o como ha reiterado el presidente en sus conferencias infinidad de veces, “no nos confundan, no somos iguales”), la forma de actuar de los legisladores de Morena es, en muchos sentidos, es parecida a la del otrora partido gobernante. Como en el viejo régimen priista, la mayoría de Morena se impone; y en muchas ocasiones diputados y senadores tienen la misma actitud parlamentaria del PRI, basta escuchar los argumentos que plantean al defender las iniciativas del Ejecutivo.
Cuando se discutieron las reformas estructurales de Peña Nieto, las reservas por parte de la oposición de entonces fueron bastantes; básicamente por eso las sesiones se hicieron larguísimas, y de ellas ninguna se aprobó: la mayoría legislativa se imponía. En la actualidad eso no ha cambiado: Morena y su mayoría se impone; las sesiones siguen siendo largas; los que ahora son oposición presentan reservas, pero finalmente son “bateados” y la mayoría gana.
Por todo lo anterior, en al ámbito legislativo no se distingue una diferencia entre el grupo mayoritario del sexenio pasado y el actual, simplemente cambió de partido porque el modo sigue siendo el mismo.