Por Jesús Vázquez / @Somoselmedio
La palabra “hostil” es un adjetivo que tiene sus raíces etimológicas en el latín hostīlis, derivado a su vez de hostis, misma expresión que era usada para referirse al enemigo público que declaraba su animadversión contra una comunidad o Estado. Así, en la época contemporánea, podemos utilizar tal adjetivo para referirnos a cualquier aspecto que se muestre adverso o contrario a determinada situación, asunto o personas. Hostile Terrain 94 busca demostrar que, para más de 3,200 personas migrantes el desierto de Arizona y las políticas fronterizas y migratorias, principalmente estadounidenses, han resultado adversas en la búsqueda de un ya anacrónico sueño americano en un país en donde el 11.4% de la población se encuentra en pobreza extrema, existen 13.7 millones de personas en riesgo de perder sus hogares y más de medio millón se encuentran en la indigencia. Dicha exposición se convierte en una experiencia interactiva y performática que nos adentra en el fenómeno de la migración y provoca la reflexión al pensar en la delgada línea burocrática que separa y propicia desigualdades por la falta de un documento.
Pero, ¿cómo poder entender la magnitud que significan tres mil doscientas personas muertas? Poner en perspectiva tal número es una labor engañosa; pudiéramos pensar en el aforo total del Teatro Metropolitan en el corazón de la CDMX. Pensarlo así puede resultar en una cantidad “pequeña” al compararla con otros recintos culturales que alcanzan un aforo de más de 10,000 personas. También podríamos pensarlo como un número cercano a la media de decesos totales en México por día en 2020, año en que comenzó la pandemia ocasionada por el SARS CoV2.
Al final del día, los números, siempre precisos, pero fríos y escuetos, nos alejan de una realidad a la que nos regresa de manera abrumadora esta exposición dirigida por el antropólogo mexicano-filipino-estadounidense Jason De León, pues dota, literalmente, de nombre a esas 3,200 víctimas del terreno hostil que se ha convertido el desierto de Arizona. Por lo tanto, la exposición coordinada por Undocumented Migration Project y la Universidad de la Comunicación de la CDMX, nos otorga una manera diferente de pensar la magnitud de dicho número y ser conscientes del impacto del mismo a través de una cantidad igual de etiquetas forenses llenadas a mano con los datos de cada una de esas personas, y desplegadas en un gran mapa de la frontera México-estadounidense.
Cabe resaltar que, con el otorgamiento de un nombre, vienen a la mente la potencialidad de más de tres mil doscientas vidas que dejaron de ser tales en medio del insoportable calor de 46°C, así como la experiencia del mismo número de familias que perdieron un integrante en la inmensidad de los casi trescientos mil kilómetros de terreno hostil que se despliegan al norte del Rio Bravo. Al revisar las tarjetas, podemos encontrar datos que nos informan de la edad, el género, la causa de muerte, las condiciones de los restos y el lugar en el que pereció cada una de estas personas.
Así, tenemos la posibilidad de imaginar y pensar las más de tres mil doscientas historias; dese una niña de dos años, hasta un adulto mayor de más de 60. Todas protagonizadas por víctimas, no sólo del terreno hostil que pudiese representar el desierto de Arizona, sino también de aquel terreno hostil en el que se convirtió su hogar y del que tuvieron que huir, ya fuera solos por la urgencia u organizados en caravana para resistir la violencia que les pudiese aguardar en el transcurso, ya fuera por sus propios medios o pagando cantidades exorbitantes a un pollero o a un coyote que, a final de cuentas, también resulta violentado por aquel enemigo público que poco a poco va hostilizando comunidades y regiones.
Es aquí donde cabe una primera reflexión que, de manera personal, nace a partir de mi experiencia al vivir esta exposición performática: la hostilidad no sólo viene de las condiciones extremas que presenta la naturaleza de una región para el ser humano que la cruza -puesto que está en la naturaleza humana a través de más de 15,00 años de constantes migraciones por sabanas, glaciares, junglas y océanos enteros-, sino las condiciones culturales, políticas, económicas y sociales que son generadas a partir de las relaciones de poder que imposibilitan la vida y producen y promueven condiciones adversas para la vida.
La exposición es didáctica y pone a disposición de los visitantes una serie de herramientas que provocan una reflexión sobre la migración y la representación del extranjero a través de códigos QR. Me llamó especialmente el ejercicio de recopilación de testimonios de familiares que perecieron en el desierto. Una experiencia que da un paso más para humanizar esos números otrora frívolos. A través del hashtag #BringThemBack en YouTube, el canal de Colibri Center for Human Rights proporciona una serie de 15 videos de familiares de migrantes desaparecidos.
De esta forma podemos saber, a través del relato de Diana, quien es su hermano, Alejandro Marcelino Castro, un hombre tímido, amigable y alegre originario del Estado de Guerrero desaparecido hace más de 14 años a la edad de 33 años; o de la búsqueda de César Sánchez López desde hace dos años por parte de su hija Fabiola, quien narra que cruzó la frontera en 2016 para darle una mejor vida a su familia; o del testimonio de cómo Félix tuvo contacto con su hermano Pablo Jacino Gómez por última vez un domingo 29 de julio del 2018 y, dos semanas después –el 10 de agosto- fue encontrado en el desierto; o, por último, de Nancy Lucía Ganoza Córdova, quien cruzó la frontera en 2009 para estar con su familia residente en Estados Unidos y fue encontrada el 2 de septiembre de 2017.
Todas estas herramientas son elaboradas con el fin de informarnos al respecto y, de paso, conmovernos y sacudir nuestra mente y nuestros sentimientos para que podamos comprender el fenómeno migratorio más allá de las cifras y, así, permitirnos un nuevo punto de vista que propicie un involucramiento tal que nos lleve a entender que todos estas manifestaciones sociales, aunque parecieran lejanos e insignificantes, nos afectan y, por lo tanto, también debe resultar urgente pensarlos como algo que nunca más nos deben ser ajenos.