Las inundaciones en la Colonia Culturas de México, en Chalco, han afectado a cientos de familias, revelando no solo la urgencia de mejorar la infraestructura hidráulica, sino también el poder de la solidaridad comunitaria en medio del desastre.
Por Jerry Santillán / jerry_santillan_2022
Las aguas que cubren las calles de la Colonia Culturas de México, en Chalco, Estado de México, arrastran mucho más que escombros y objetos olvidados. En su oleaje, transitan también recuerdos, nostalgias y un sinfín de historias que, paradójicamente, emergen a la superficie en medio del desastre. El incesante fluir de las inundaciones de agosto y septiembre de 2024 ha afectado a más de 600 familias en esta comunidad, una tragedia que, lejos de ser excepcional, se repite con frecuencia debido a la combinación de problemas estructurales y la falta de mantenimiento de un sistema de drenaje obsoleto.
Desde el 2 de agosto, las lluvias intensas han transformado a Chalco en una zona de desastre. Esta vez, las familias afectadas no solo enfrentan la pérdida material, sino también la incertidumbre de convivir con aguas contaminadas provenientes del drenaje. La infraestructura hidráulica, diseñada hace más de 30 años cuando Chalco albergaba a 106,000 personas, ha sido incapaz de responder al crecimiento poblacional que hoy alcanza las 400,000 personas. El terreno, además, sufre un hundimiento diferencial que solo empeora la situación, agravando las inundaciones en cada temporada de lluvias.
La comunidad de Chalco ha sido testigo de nueve mil damnificados en los últimos seis años. Las causas no son un misterio: desechos acumulados, falta de mantenimiento y la urgencia de una ampliación del sistema de drenaje que, aunque en proyecto, no se espera que esté lista en el corto plazo. A la par del agua que inunda las calles, emerge la frustración, pero también la resiliencia y la solidaridad.
Es inevitable que, en medio de estas catástrofes, surjan también las mejores y peores facetas de la humanidad. Los habitantes de Chalco, acostumbrados a convivir con el agua, continúan con su vida: algunos transportan mercancías en improvisados vehículos flotantes, otros pasean a sus mascotas en medio de las inundaciones o caminan con botas hasta la rodilla. Entre la desolación, hay quienes buscan registrar sus pérdidas en fotografías, como si fuera su única manera de acceder a los censos gubernamentales para recibir ayuda.
Pese a la tristeza que impregna el ambiente, hay risas que resuenan entre las olas. La solidaridad se ha hecho presente de muchas maneras: vecinos que se apoyan mutuamente, cuadrillas del gobierno que han retirado más de 500 toneladas de basura, equivalente a 11 campos de fútbol, y organizaciones civiles que han proporcionado víveres y asistencia. Lo que parece una escena de abandono, es también un escenario donde los lazos comunitarios se fortalecen en cada gesto de apoyo.
La situación de Chalco es un recordatorio de la fragilidad de nuestras ciudades frente a la crisis climática y la necesidad de una gobernanza efectiva que involucre a todos los actores: el gobierno, la iniciativa privada y la sociedad civil. El equilibrio entre el uso del agua, la infraestructura adecuada y la gestión de residuos es esencial para prevenir desastres futuros.
A 37 días del inicio de las inundaciones, el panorama sigue siendo sombrío, pero también muestra oportunidades para replantear nuestras prioridades. El regreso a clases en las zonas afectadas, previsto para el 9 de septiembre, será un pequeño paso hacia la recuperación. Sin embargo, la lección más importante es que no podemos seguir esperando a las desgracias para actuar. Las inundaciones de Chalco nos recuerdan que el agua, el recurso que da vida, también puede traer consigo devastación cuando no la gestionamos adecuadamente.
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Trabajo realizado durante el taller de Fotografía Documental impartido por Mario Marlo / Somoselmedio.