Por Max González Reyes
El pasado primero de septiembre, el presidente Andrés Manuel López Obrador a través del Secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, entregó el Tercer Informe de Gobierno al Presidente de la Mesa Directiva de la Cámara de Diputados. De manera paralela, ese mismo día se instalaron los trabajos de la LXV legislatura, previa instalación el domingo 28.
Como lo señala la Constitución, el mandatario federal entregó en tiempo y forma el informe correspondiente a su tercer año de ejercicio. Lejos ha quedado aquél día en el que el presidente en turno asistía a sesión de Congreso General a rendir su informe de labores. Como se recordará, en ese día la gran mayoría de los asistentes le hacían loas y aplausos al mandatario, a tal grado que se le conoció como el Día del Presidente. A cambio de ello, los últimos gobiernos (de Vicente Fox a la fecha) hacen una ceremonia en Palacio Nacional con invitados especiales donde el jefe del Ejecutivo señala los logros de su administración.
En esta ocasión el Presidente López Obrador hizo uno más de sus informes (a parte de sus ya tradicionales conferencias mañaneras) en la que no hubo una autocrítica o una reflexión en contra en lo que va de su administración. Fue un discurso llano, parejo. Nada que no haya dicho con detalle en sus conferencias mañaneras. Más bien, pareció un resumen de lo que día con día dice a partir de las siete de la mañana.
Habló de lo logrado en su administración, de la forma exitosa en que ha sorteado la pandemia, del plan de vacunación, de los niveles de crecimiento en el país, de cómo se ha logrado bajar los niveles de pobreza, del triunfo de las remesas, de los efectos que han tenido las iniciativas al Congreso que ha mandado al Congreso, del avance de las grandes obras de su gobierno como el Tren Maya y el Aeropuerto que actualmente se construye en el Estado de México, etc. Todo envuelto en sus frases que de tanto repetir se han convertido en tradicionales.
Por otro lado, el 8 de septiembre el Secretario de Gobernación entregó el Paquete económico para el próximo año. Con ello se abrió la puerta para iniciar las comparecencias de los secretarios que, en sus respectivas áreas de la administración pública, tienen que ir a comparecer tanto en la Cámara de Diputados como al Senado de la República para el análisis del informe de gobierno (o la también llamada glosa del informe).
Posterior a esa fecha, sólo han comparecido ciertos funcionarios. Algunos lo harán ante las comisiones respectivas y otros más ante el pleno camaral.
En el caso de Diputados, la exposición de la Política Interior, a cargo del Secretario de Gobernación, se dio el 13 de septiembre; de Política Económica, el Secretario de Hacienda, el 14 del mismo mes. Mientras que el secretario de Desarrollo Social, se presentó el 21 de septiembre, y el Secretario de Relaciones Exteriores lo hará el 28 de septiembre. Por su parte, el Senado aprobó el calendario que contempla que ante el pleno se desarrollarán las comparecencias del Secretario de Hacienda y Crédito Público, Rogelio Ramírez de la O, el 13 de septiembre; del Secretario de Bienestar, Javier May Rodríguez, el 14 de septiembre; la Secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Rosa Icela Rodríguez Velázquez, asistirá el 21 de septiembre; y el Secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard Casaubón, hará lo propio el 28 de septiembre. Finalmente, el Secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, se presentará el 29 de septiembre.
Si bien al momento de escribir estas líneas aun no acuden todos los funcionarios, en lo que va de las comparecencias ante el pleno, no ha habido otra cosa que una repetición de las expresiones del presidente López Obrador. Los discursos de los secretarios son una réplica de los que dice el presidente ya no de manera general sino sólo en su área específica.
Al escuchar las exposiciones, los legisladores de Morena repiten el discurso del presidente. Señalan sus logros, descalifican el pasado, lanzan honores y fanfarrias a los secretarios que comparecen, repiten frases del presidente, etc. De igual forma, si la oposición cita que a alguna instancia que maneje datos distintos a los señalados por el funcionario, éste simplemente señala que él tiene otros y asunto terminado.
Si se comparan las comparecencias de los sexenios anteriores donde los que ahora son gobierno eran oposición, y los que eran gobierno ahora son oposición, vemos que es un mismo discurso con una defensa acérrima y sin una autocrítica o una reflexión que permita señalar los errores. La hoy oposición descalifica automáticamente las exposiciones de los secretarios; los legisladores del partido del presidente exaltan y alaban los supuestos logros del mandatario, aunque unos y otros ni siquiera hayan leído una parte del texto del informe presidencial.
Se suponía que este gobierno sería distinto a los anteriores, pero no ha hecho nada por cambiar las viejas estructuras que permitieron un sistema de partido hegemónico. El sistema presidencial sigue tal cual se consolidó en el transcurso del Siglo XX mexicano. Sólo se cambió de partido, pero la estructura y las formas de actuar siguen siendo las mismas.
Mientras el sistema presidencial siga como hasta hoy, veremos esa repetición en el Congreso: unos descalificando, otros aplaudiendo, en un cuento que en el pasado ya hemos escuchado muchas veces.
Con el inicio de la LXV legislatura se da paso a la segunda parte del sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador, y en el horizonte legislativo no se augura ninguna modificación más allá de las que planteadas: Morena y sus aliados PT, PVEM, PES, como en su tiempo el PRI, defendiendo; PAN, PRI y MC descalificando. Nada nuevo bajo el sol.