San Juan Pilcaya, 26 de septiembre de 2017.- “Primero no podíamos creer como brincaba la tierra, se levantaba así de alto”, dice don Teófilo mientras se inclina para marcar con la mano la altura de sus rodillas, “después, mire, nuestro pueblito quedó todo destruido y vinieron todos, hasta el presidente, a prometer ayuda. Y luego ya mandaron un poquito de material y vinieron los periodistas de la televisión pero con eso no alcanza ni para la escuela. Yo creo que ya cuando no les sirvamos para sus campañas nos van a olvidar otra vez, que no van a cumplir porque nunca lo hacen ¿y qué vamos a hacer?”.
El profesor José Sosa comenta que los de Cemex dijeron que iban a regalar cemento y una organización argentina vino también a decir que iba a apoyar, “pero están llegando con muy poquitas cantidades, por ejemplo vino un diputado con sólo seis láminas de 1.50 metros y eso no alcanza”. Y agrega enfáticamente: “lo que necesitamos, no sólo en San Juan Pilcaya, también en las otras comunidades, es material para construir, nosotros trabajamos, tenemos las manos, pero necesitamos ladrillo, cemento, varilla. Ese es el apoyo que necesitamos nos manden de la ciudad, ahorita no necesitamos comida, ni ropa, sino material”.
Teófilo Aragón Ramírez, es Suplente del Presidente Auxiliar en San Juan Pilcaya, se nota el cansancio en su rostro y su mirada es triste, de una bolsa de malla plástica, que cuelga en su hombro derecho, extrae un folder amarillo y medio arrugado para mostrarnos las cifras del desastre en el epicentro del terremoto que sacudió el centro del país el pasado 19 de septiembre.
Según el conteo de la Presidencia Auxiliar de la comunidad existen 350 casas dañadas o destruidas al 100 por ciento y 342 parcialmente, lo que representa más del 90 por ciento del pueblo. Afortunadamente, dice una vecina cuya casa está inhabitable, el temblor fue a la hora de la comida y nos hace pasar a lo que hasta hace una semana era la recámara de su mamá, el muro de adobes se desplomó sobre la cama, “mire, la hubiera aplastado”, agrega señalando y con lágrimas en los ojos.
El sismo, registrado a las 13:14 hrs., sorprendió a casi todos los habitantes de Pilcaya en sus cocinas o comedores y “la gente acá no tiene la costumbre de cerrar sus puertas”, dice don Mario Matala, así que en unos cuantos segundos estaban todos en los patios o en la calle. Únicamente tres personas resultaron lesionadas, un niño de 4 años, un anciano de más de 80 y una mujer, regidora de educación.
Don Elocadio Miranda, un anciano de más de 80 años se lamenta. “Antes no vivíamos bien, hicimos nuestras casas con la ayuda de los que se fueron y ahora esta todo destruido ¿qué vamos a hacer? Ellos tampoco tienen mucho, costó muchos años”. Se refiere a las mayoría de jóvenes que han migrado a los Estados Unidos, principalmente al estado de California. Don Elocadio tiene cuatro hijos, todos se fueron y hace años que no los ve, construyó su casa con el dinero que le enviaban.
Este es un pueblo de 1482 habitantes, campesinos en su mayoría, con un promedio de escolaridad de 5 años (según los datos del último Censo de Población y Vivienda del INEGI) y en condiciones altas de marginalidad, pero con una historia y una memoria antiguas.
El profesor José Sosa, nos narra que Pilcaya significa en náhuatl “lugar o árbol de hombre ahorcado” y que el origen del pueblo es una fusión entre mixtecos y nahuas. Es un pueblo profundamente religioso “cuando llegaron los españoles, para no interrumpir con la fiesta del pueblo que se le hacía a Xochipilli, príncipe de las flores, buscaron un santo que se empatara con él”, fue San Juan Bautista y Pilcaya se convirtió en un santuario. El 24 de junio día de la fiesta “recibimos a 5 mil personas, les damos de comer, somos un pueblo hospitalario” y el 5 de agosto, para la fiesta del Señor de la Salud llegan otras 5 mil, así que en total “al año tenemos 10 mil turistas, hemos sido bien hospitalarios y ahora en la tragedia hemos visto la respuesta y por eso damos gracias a todo el mundo”, afirma orgulloso José Sosa.