Enrique G. Gallegos
OLEAJES DEL VIRUS Y ORGANISMOS VIVOS
El virus SARS-CoV-2 es un organismo vivo y los humanos somos organismos vivos. Esta obviedad significa que están en relación y reacción. Es sabido que convivimos a diario con miles de virus y microorganismos, algunos de los cuales han sido neutralizados por nuestra propia sustancialidad biológica y otros nos afectan generando enfermedades como la del Covid-19, hasta que nuestro organismo o la ciencia produce la inmunidad necesaria para protegerse. Pero justamente porque se trata de organismos vivos y en interacción, particularmente en sociedades masivas y globalizadas como la nuestra, se dan fenómenos como las olas, rebrotes y variaciones, particularmente por la especificidad del SARS-CoV-2.
En algún momento, si el organismo no es exterminado, los sistemas vivos vuelven a estabilizarse en términos biológicos, sea por los procesos naturales o por las intervenciones científicas (vacunas, etc.). Otro punto es saber a qué nivel esas cadenas biológicas y vitales, antes estables, han sido trastocadas por la crisis climática y el “sistema alimentario agroindustrial”, como sostiene Silvia Ribeiro en diferentes artículos (aquí se puede consultar uno de ello).
LA CIENCIA DETRÁS DE LA ZANAHORIA
En esa tensión microbiológica y macrosocial creada por el virus, la ciencia médica suele ir a la zaga de la realidad (hasta que en algún momento la captura, pero para pasar a otro problema, enfermedad o virus). No sólo es la realidad biológica sino la social la que se intenta capturar e inmunizar en las dosis. Es el transito, por la vía de la razón científica, al biopoder. Pero el control del laboratorio es detonado por la conflictividad y complejidad social. La supuesta unidad de la especie humana es reventada al nivel de los microorganismos. La ciencia es lineal y la vida del microorganismo acontece en espirales. El mito del núcleo racional de la ciencia se estampa, una y otra vez, frente al misterio de la vida y su complejidad.
Con todo, aceptar que exista algo como el núcleo racional de la ciencia no es lo mismo que tener fe en ella. Ni el virus ni la sustancia biológica humana ni la ciencia operan en el vacío o la neutralidad. Operan en una sociedad determinada por la valorización del capital: la sociedad capitalista que tiene más de cinco siglos de existencia. El capital, que después de las subsunciones formales ha pasado a las reales, captura literalmente todo (vida y no vida). Es el continente y todo objeto vivo y muerto es su contenido. La vida como la muerte le pertenecen.
DE LA OLA VIRAL AL FLUJO DEL CAPITAL
Por lo anterior, no debemos descartar que al lado de la racionalidad científica esté operando, como topo, el cálculo económico. Una dosis, dos dosis y, por qué no, hasta la posibilidad de una tercera dosis y un mercado monopolizado, apuntalan el estatuto de mercancías de las vacunas y el registro biopolítico de esta fase del capitalismo. El negocio es redondo. El brutal incremento de las ganancias de las empresas farmacéuticas apunta a ello y a la sospecha, legítima, del sometimiento (subsunción) de la salud de millones de personas al dinero contante y sonante. Para el sacrosanto derecho de la libertad de empresa no hay controles ni contrapesos. Así, a la variante la inmunización del virus, hay que agregar la variante del cálculo económico de las empresas farmacéuticas, que por ello merecen ser consideradas como empresas mercenarias. La ola del virus no hace sino reiterar los flujos del capital manchados de sangre.
Según un reporte de Oxfam del 4 de mayo del 2021 (léalo aquí), algunos de los nuevos multimillonarios y sus fortunas creadas al amparo de las vacunas son los siguientes:
- Stéphane Bancel de Moderna (valorada en 4.300 millones de dólares)
- Ugur Sahin de BioNTech (valorada en 4.000 millones de dólares)
- Timothy Springer de Moderna (valorada en 2.200 millones de dólares)
- Noubar Afeyan de Moderna (valorada en 1.9 mil millones de dólares)
- Juan López-Belmonte de ROVI [en asociación con Moderna] (valorada en 1.800 millones de dólares)
- Robert Langer de Moderna (valorada en 1.600 millones de dólares)
- Zhu Tao de CanSino Biologic (valorada en 1.300 millones de dólares.
- Qiu Dongxu de CanSino Biologics (valorada en 1,2 dólares)
- Mao Huinhoa de CanSino Biologics (valorada en mil millones de dólares)
A esto súmele que no pocas de esas empresas farmacéuticas recibieron fondos públicos de diferentes gobiernos.
NUEVA ACUMULACIÓN ORIGINARIA
Es sabido que Marx acuño el concepto de acumulación para describir la prehistoria del capital por la barbarie con la que se crearon las ganancias privadas. Fue una época que inició, más o menos, en el siglo XV, con los grandes descubrimientos, sus prácticas de saqueo, esclavitud, destrucción, muerte, despojo y llegó hasta mediados del siglo XVIII. Eso le permitió al capital obtener ganancias millonarias con poca inversión y esfuerzo, pero a costa de la vida de las personas, trabajadores e integridad de cientos de comunidades tradicionales. Todo eso en nombre de la libertad de empresa y la civilización. Como recuerda Losurdo en su Contrahistoria del liberalismo (El Viejo Topo, 2005), incluso liberales y defensores del individualismo como el gran John Locke, el autor el famoso tratado de Sobre la tolerancia, se enriquecieran con el tráfico de esclavos (Locke, además de defender la libertad, era accionista de la esclavista Royal African Company).
De la misma manera y bajo los mismos argumentos del librecambismo, ahora la industria farmacéutica (un monopolio) está experimentando su “acumulación originaria” a costa de la vida y salud de millones de personas (la otra industria que está también en ese esquema es la de las tecnologías y medios de comunicación e información, como Microsoft, Amazon, Facebook, Uber, Zoom, etc.). Mientras el virus reitera la posibilidad de muerte y enfermedad con sus oleajes, el capital también lo hace pero incrementado varios ceros a sus cuentas bancarias. Podríamos proponer que el Estado expropie las patentes, pero en el contexto actual primero debemos expropiar al Estado, pues se encuentra colonizado por las mismas lógicas empresariales que las farmacéuticas. De ahí que recuperar el Estado sea fundamental.