Enrique G. Gallegos*
La política es un domino no sólo de lo dicho sino sobre todo de lo no dicho y lo insinuado. Un gesto, un movimiento, una palabras soltada al aparente azar, una mirada puede decir más que lo expreso. Por ello, enviar mensajes es un arte político, como también el ejercicio de tratar de descifrarlos en su dimensión oculta o implícita. Los riesgos son sobreinterpretar, subinterpretar o de plano distorsionar.
Con el anuncio de los seis integrantes del próximo gabinete (Marcelo Ebrard como Secretario de Economía, Rosaura Ruíz Gutiérrez como Secretaria de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, Juan Ramón de la Fuente, como Secretario de Relaciones Exteriores, Alicia Bárcena como Secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales, Julio Berdegué como Secretario de Agricultura y Ernestina Godoy, como Consejera Jurídica), Sheinbaum ha enviado un conjunto de mensajes.
Aquí destaco tres de esos mensajes.
PRIMER MENSAJE
El primero es dirigido a los empresarios y poderes económicos con el nombramiento de Marcelo Ebrard como Secretario de Economía. Le está mandado el mensaje de que mantendrá una política económica de diálogo, de respeto, de sana distancia con las empresas, de incentivo del libre mercado; también es un mensaje de recomposición. Sin dejar de sostener la soberanía del Estado —sometida a las empresas durante el neoliberalismo—, amortiguara la belicosidad retórica de AMLO contra cierto sector del empresariado.
Mientras el mensaje con la continuidad como Secretario de Hacienda y Crédito Público de Rogelio Ramírez de la O, era dirigido a los mercados financieros por su alta manipulación (le dicen eufemísticamente “volatilidad”), el nombramiento de Ebrard es claramente un mensaje a los empresarios nacionales y locales.
Además es un mensaje para el mismo Ebrard, quien salió resentido con la manera en que se desarrolló el proceso en Morena. “Te reconozco, te doy juego en la política, sé de tu valía, pero tranquilízate y después vemos”, parece decirle la Presidente. Es indudable que Ebrard es un eficiente funcionario (era el desatornillador de algunos de los principales problemas que enfrentó AMLO, desde las tensas relaciones con Trump hasta la compra de las vacunas durante la pandemia). Pero también es un personaje ambicioso y resentido que considera que no obtuvo lo que merecía y, en algún momento, si no obtiene lo que desea, le cobrará esa factura pendiente a la Presidenta. Y para ello cuenta con varios aliados dentro de Morena (el siempre dispuesto Monreal), más los que se vayan sumando. Ebrard ya está en campaña rumbo al 2030.
SEGUNDO MENSAJE
El segundo mensaje es para la “comunidad” académica y científica, algunos de sus miembros habían resentido la pérdida de sus privilegios y prestigio. No tanto por el nombramiento de Rosaura Ruiz Gutiérrez cuanto por la elevación del CONAHCYT al rango de Secretaria de Estado.
Hay que recordar que durante buena parte del sexenio de AMLO se abrió un campo de disputa, tanto con las anteriores administraciones de CONAHCYT como con otras instituciones, como el CIDE y la UNAM. AMLO las acusó de neoliberales y de derecha (se entiende, a sus cúpulas). Lo cual en varios sentidos es cierto. CONAHCYT financiaba proyecto de investigación que beneficiaban a empresas privadas, el CIDE ha sido uno de los principales laboratorios de las reformas neoliberales y la UNAM, no se queda lejos al practicar una política neoliberal expresada en desigualdad salarial (el 85 por ciento de sus profesores están en un régimen de salarios miserables, mientras una minoría mantiene un sistema de privilegios y elevadísimos sueldos y prebendas).
En contrapartida, los sectores de derecha y neoliberales de la academia y la ciencia acusaron a AMLO de pretender destruir las instituciones científicas y académicas. Lo cierto es que hay datos e información que apuntan en sentido contrario. Por ejemplo, en general los procesos de ingreso a SNII han mejorado; las reformas legales a CONAHCYT le han dado un mejor lugar a las humanidades (que eran el patito feo en el anterior CONACYT), se han desprivatizado los apoyos a la investigación; se estableció el principio del acceso universal a las becas de los estudiantes que cursen posgrados de maestría o doctorado; se ha disminuido la valoración cuantitativa y productivista en la trayectoria del investigador; etc.
Lo anterior ha redundado en el aumento de investigadores reconocidos en el SNII. Esto son la cantidad de investigadores del 2018 al 2024:
2018: 28, 632
2019: 30, 548
2020: 33,164
2021: 35, 178
2022: 36, 624
2023: 41, 330
2024 (1er trimestre): 43, 979
Nótese el dato: del 2018 al 2024 aumentaron más de 15 mil investigadores del SNII; es decir, en el sexenio de AMLO aumentó más de un 65% los investigadores que ingresaron al SNII. Esto, dicho sea de paso, muestra que además de establecer un sistema que fomenta la desigualdad, la competencia, el individualismo y el emprendedurismo, es inviable financieramente en el largo plazo. Lo mejor sería eliminar ese sistema clasista y de privilegios y que ese presupuesto se distribuye en salarios dignos para todos los profesores e investigadores del país.
Entonces la elevación del CONAHCYT a rango de Secretaria de Estado es un mensaje que no sólo desmiente la supuesta política destructiva de la 4T, sino que además muestra la voluntad presidencial de construir el “segundo piso” del CONAHCYT, elevando su nivel administrativo, con lo que puede implicar para todo el ciclo del sistema científico, desde posgrados, investigadores, becarios y apoyos a la investigación. Esto no significa que vaya a mejorar sustantivamente, por ejemplo, el presupuesto para las universidades públicas tradicionales. Posiblemente su mayor esfuerzo se concentre en consolidar el modelo de universidad popular de las Benitos Juárez (que fueron creadas apresuradamente y con condiciones indignas para sus trabajadores y profesores por AMLO) y ampliar las Rosario Castellanos, que creó cuando fue Jefa de la Ciudad de México.
Posiblemente en este mensaje también esté pesando su condición de académica. En esa condición, es posible que aligere la retorica beligerante de AMLO contra las cúpulas de las universidades públicas. Lo cual es una verdadera lástima porque las universidades públicas requieren de una profunda reforma. No sólo se han constituido en centros que irradian profundas desigualdades salariales y regímenes de privilegios, sino también son centros en los que se gesta un peculiar caldo de cultivo de la derecha.
TERCERO MENSAJE
El tercer mensaje es a la izquierda, sea la institucional o la radical. Y es un mensaje despotenciador y desacelador. Quizá después de que se hayan aprobadas algunas o todas las 20 reformas del plan C (cinco de las cuales serán procesadas durante el tramo final del sexenio de AMLO), lo que veremos es un gobierno que se concentrará en consolidar y ahondar el conjunto de proyectos, medidas, decisiones y programas ya iniciados, con algunos agregados o ampliaciones. Pasadas las referidas reformas, posiblemente sea un sexenio de mucha administración y pocas transformaciones al nivel de la estructura económica. En eso consiste el segundo piso de la 4T. Tampoco habría que llamarse al engaño y pedirle peras al olmo. En eso ha sido clara la Presidenta.
Ciertamente mantendrá la vocación de “primero los pobres”, pero no buscara reformas de fondo para transformar la manera en que se distribuye la riqueza social, producto de la explotación de la clase trabajadora. Esto tendría que pasar, cuando menos, por una reforma tributaria, que Sheinbaum ya descartó, para tranquilidad de la burguesía.
Los nombres de Marcelo Ebrard, de Juan Ramón de la Fuente y la ratificación de Rogelio Ramírez de la O, apuntan justamente a evitar que el péndulo de la vocación popular se radicalice y siga estirándose para incrementar los espacios de igualdad y libertad popular. Se trata de ahondar lo que se ha logrado y no tanto de ampliarlos sustantivamente. Y no es que se tenga que subestimar lo logrado durante el gobierno de AMLO, como suele hacer el “infantilismo de izquierda” (según la precisa expresión de Lenin), sino que la legitimidad de 35 millones de votos y la mayoría en ambas cámara hacían pensar en una radicalización de la transformación popular durante los tres primeros años de su gobierno.
Creo que en el fondo hay una preocupación en la Presidenta y su círculo cercano (sino es que también en AMLO, astuto como es): bajar la polarización con ciertos grupos y apuntalar la gobernabilidad (y la inseguridad es un tema de Estado); esta valorización posiblemente tenga en cuenta los péndulos políticos en algunos países latinoamericanos como Brasil, Ecuador y Argentina, que pasaron, en dos o dos periodos de gobierno, de la izquierda a la derecha.
Por eso, sin dejar de ser un gobierno de izquierda, el mensaje es de moderación; diría incluso de tirarse deliberadamente al centro izquierda. ¿O podría sorprendernos la Presidenta electa al empujar, en algún momento, trasformaciones más radicales? De cualquier forma, tocaría a la otra izquierda organizarse para empujar fuera de sí esa moderación y transformar, al menos, la manera en que se distribuye la riqueza social. Evitar que esa izquierda moderada se convierta en centrismo tibio y luego en el siguiente sexenio, arribe la derecha como ha sucedido en algunos países de Latinoamérica.
*Profesor en la UAM