Lo descomposición en todos los niveles que sucede en Ecuador, en Perú y lo que se avecina en Argentina con el anarcocapitalista Milei y lo que pasó con Bolsonaro en Brasil deberían alertar y llamar a reflexión a la izquierda mexicana. El asalto y secuestro violento del exvicepresidente Jorge Glascon en la embajada mexicana en Ecuador, no sólo es una muestra de ello, sino un síntoma de las fuerzas económicas y políticas que están operando en la infraestructura social de ese país (incluidos los intereses geopolíticos de EU en la región).
No sólo son o fueron gobiernos de derecha que destruyeron las bases de protección social para las mayorías en esos países (por pocas, algunas o muchas que existieran), sino el uso de la fuerza y la violencia para imponer los intereses de los de arriba, incluido, como hipótesis, crear condiciones (o aprovecharse de ellas) para el magnicidio del candidato ecuatoriano Fernando Villavicencio en 2023 y que llegara a la Presidencia, como reacción, el empresario, Daniel Roy Gilchrist Noboa Azín —un representante de los dueños de los medios de producción y de los poderes financieros y de clase. Si fue o no preparado, poco importa, pues las fuerzas económicas y sociales dominantes tratan de imponer sus intereses en esos contextos de crisis. No hay que olvidar que una pulsión de muerte guía a la derecha.
Y digo alertar a la izquierda porque existe cierta tendencia para exigir absolutos, totalidades y una suerte de política angelical, al Gobierno de AMLO y en tomar una parte errada o fallida del gobierno como si fuera la totalidad y descalificarla desde su misma raíz; y por esa vía situarse en el extremo que colinda con el otro extremo: la de la derecha, que también totaliza. Un gobierno popular debe lidiar no con ángeles sino con los demonios del mercado y las fuerzas de los poderes del capital financiero, mediático y económico.
Esto no significa que se deban aceptar o callar los yerros, las fallas, la mala política y desaciertos del actual gobierno. La militarización, el trato infamante a las madres y madres ayotizis, las desaparición, el predominio del crimen narco en no pocas zonas del país, etc., se deben seguir denunciado; pero deben ser denuncias puntuales y estratégicas y no tener un carácter absoluto y total. Para la dialéctica, como método de comprensión e intervención política de la izquierda, el “sí” y el “no” al mismo tiempo, no son contradictorios: son estratégicos. La denuncia total y de raíz de un gobierno como el de la 4T —que claramente defiende del mercado y sus matrices son liberales, aunque en el marco de la recuperación de la soberanía— inicia donde termina: cuando exista un suelo congruente con la izquierda y eso aún está por trabajarse, construirse y desarrollarse. El topo, ya lo indicaba Marx, es el mejor compañero de la izquierda. Y en su momento debe emerger como el tigre benjaminiano de las Tesis de la Historia para poder dar el salto cualitativo.
Por el momento, el suelo en el que caminamos es radicalmente neoliberal (basta ver como los principales espacios productores de subjetividad, las universidades públicas, pienso en la UAM y la UNAM, están derechizadas hasta el tuétano por los 40 años de neoliberalismo). Porque como dijera el último Lenin —el más grande estratega del siglo XX— “más vale poco”, para no tener que dar un “paso adelante y dos para atrás”. Sin perder de vista el objetivo último que persigue una izquierda congruente con su vocación (derrocar el modo de producción vigente), el infantilismo de izquierda no ayuda en este contexto global de crisis y suelo neoliberal. Reflexión y acción estratégica deben ser las consigas de la izquierda en estos momentos de crisis y oscuridad civilizatoria.
*Universidad Autónoma Metropolitana-C