Fernando Lovera tenía 21 años cuando ocurrió la matanza en la Plaza de las Tres Culturas, mientras cursaba la preparatoria en la UNAM se sumó cómo Brigadista al movimiento estudiantil y tras 52 años de los hechos sigue asistiendo al lugar donde vio morir a decenas de sus compañeros.
Texto y fotografías: Natalia Escobar/@AlesitaNaty
Cientos de zapatos dispersos en la Plaza de las Tres Culturas fue, en algunos casos, el último indicio de las personas que perdieron la vida el 2 de octubre de 1968. Han pasado 52 años de la matanza que tiñó de sangre el mitin que el movimiento estudiantil convocó aquella tarde. Este 2020 los zapatos, tenis y zapatillas volvieron a la plaza, esta vez de manera simbólica formando un caracol con los rostros de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa o personajes iconos en el movimiento de 1968 cómo José Revueltas.
El caracol de la esperanza llegaba hasta el monumento que tiene grabado el nombre de algunas de las personas que murieron en la plaza y cerca de ese lugar encontré a Fernando Lovera López un sobreviviente de la masacre de Tlatelolco que considera que los zapatos debían estar desordenados tal y cómo los vio hace 52 años, con melancolía afirma que esos zapatos eran de los muertos, al tratar de salvar su vida vio al menos 100 cuerpos sobre el pavimento, la sangre y rostros de desesperación marcaron aquella tarde y noche.
El número de muertos siempre ha sido impreciso y mientras la primera cifra oficial señala que tan solo habían muerto menos de 30 personas, sobrevivientes cómo el ex brigadista Fernando Lovera señala que fueron alrededor de 620 los muertos, la cifra mortal se estimó tras la última lista de personas no localizadas que los estudiantes realizaron en las instalaciones de Ciudad Universitaria, no obstante al mitin asistieron aproximadamente 15 mil personas y no solo eran estudiantes, había madres, menores de edad, trabajadores y más personas que quizás nunca formaron parte de esa lista.
Las memorias de Fernando
Al cumplir 50 años del movimiento estudiantil del 1968 Fernando escribió un texto recopilando las memorias del movimiento, ahí externo la alegría que le provocó el sentir el apoyo de la ciudadanía cuando apenas era un estudiante de la preparatoria y formaba parte de las brigadas que informaban del movimiento y en su texto se lee: “durante el recorrido por reforma, por las ventanas de los edificios, en cartulinas, los empleados expresaban su apoyo a las demandas estudiantiles y cortaban papel periódico y bond, en forma de confeti y lo arrojaban al contingente estudiantil, al llegar a reforma y Balderas, en la esquina de la desinformación gritábamos consignas de “prensa vendida”, a lo que por las ventanas en cartulinas los empleados del universal y Excélsior, contestaban: -no todos-, le gritábamos ofensas al presidente y a la policía: -Chango Díaz Ordaz- O -me voy al pueblo hoy es mi día, chingue a su madre la policía- y diversas consignas.
Mientras me platica de su vida cómo brigadista -que eran grupos de estudiantes que iban a las fábricas, se subían al transporte público o realizaban pequeños mítines informativos para informar a la ciudadanía sobre el movimiento- a lo lejos se escucha la palabras del comité 68, Fernando sostiene que la conmemoración de la masacre debe ser en donde ocurrió, este 2020 la pandemia impidió realizar la manifestación de la Plaza de las Tres Culturas al Zócalo y por primera ocasión se realizó el evento conmemorativo desde antes y al hora que empezó la masacre, pasadas las seis de la tarde.
La tarde del 2 de octubre en la plaza hay pocas personas adultas mayores, quizás un factor es que son una población de riesgo si llegan a contraer COVID-19 o cómo señala Fernando algunos ya han muerto o se les olvido, no obstante el me menciona que lo correcto sería decir: “el dos de octubre no se debe olvidar”.
Así sobreviví en Tlatelolco
La siguiente narrativa son las palabras que Fernando escribió en su texto:
Alrededor de las 18:30, una bengala iluminó el cielo de inmediato otra y al momento se escucharon disparos de metralleta que venían de la parte de atrás y de arriba de la iglesia, en la tribuna se oían alborotos; personas vestidas de civiles con pistola en mano y soldados que subían por las escaleras, todavía se escuchaba el sonido y alguien decía: ¡no corran! es provocación, en la explanada gritábamos: ¡siéntense! son balas de salva. A lo lejos vimos como golpeaban a los oradores y se oían gritos de pánico por el sonido, de pronto ya no se escucharon las voces por el sonido. Los civiles que llevaban armas nos empezaron a disparar a los que estábamos en la explanada, en el lado derecho hasta el extremo del edificio chihuahua, un departamento de este edificio, se empezó a incendiar, el pánico era más latente.
Mayagoitia, López y yo (Fernando), estábamos casi al frente de lo que estaba sucediendo, al momento se intensificó la balacera, los estudiantes que estaban a la derecha por atrás de nosotros, nos rebasaron como si fuera una ola, unos corrieron para salir a un costado del edificio Chihuahua, otros al edificio 2 de abril, pero fueron recibidos a tiros, varios gritaban: ¡al suelo!, ¡al suelo!, para entonces, los que estábamos al frente quedamos entre los demás compañeros, ya no sabíamos qué hacer, estábamos acorralados, yo me tiré al suelo y jale a López que estaba cerca de mí, Mayagoitia permanecía de pie como estático, ya no reaccionaba, cuando me quise parar para jalarlo al suelo, tenía un cuerpo inerte sobre de mi estaba muerto, lo aventé y jalé a Mayagoitía, cada quien nos cuidábamos entre sí.
Se escuchaban disparos al frente de nosotros, la ola humana se regresó, llegó el momento en que quedamos al frente nuevamente y vi como un grupo de civiles con guante o pañuelo blanco en la mano izquierda, cuatro con rodilla al piso y cuatro de pie, disparaban a discreción contra nosotros, aterrados nos tiramos al suelo nuevamente, eso permitió que a nosotros tres no nos tocara la balacera.
Se escuchaban muy cerca los balazos que venían unos de arriba de la iglesia, del edifico Chihuahua y del lado de la vocacional siete, se veían cuerpos inertes y muchos zapatos, Mayagoitía no reaccionaba, lo jalé y le dije: ¡reacciona! vamos a correr por aquí y le señalaba por donde era el edificio Chihuahua y el edificio 2 de abril, al igual que nosotros, corrían cientos de estudiantes, antes de llegar a los edificios ,nos recibieron soldaditos, a balazos, eran soldados muy jóvenes que nos disparaban con miedo, se les notaba en su mirada y rostro, muchos pasaron, nosotros y muchos más, no pudimos pasar, nosotros corrimos hacia el edificio 2 de abril donde están los elevadores, queriendo pasar por ahí, pero había una reja que no nos dejaban cruzar.
Éramos alrededor de 300 estudiantes entre hombre y mujeres, subíamos las escaleras precipitadamente y con un miedo atroz tocábamos puertas, y los vecinos al igual que nosotros estaban aterrados pues ya no abrían las puertas, posteriormente supimos que tenían mujeres estudiantes bajo su protección, alguien dijo: ¡vámonos al sótano! bajamos hasta la planta baja y continuamos al sótano, no se veía nada, nuestros miedo iba creciendo, había varias mujeres entre nosotros; se adelantaron como diez estudiantes que conocían el lugar para que nosotros los siguiéramos, primero las mujeres; mientras tanto, la balacera no cesaba, parecería que estábamos dentro de una película de guerra, para todo esto pasaron como 30 o 40 minutos, de pronto se escucharon voces de mujeres que nos gritaban: ¡por acá jovencitos! y nos guiaron, ellas ya habían tirado la reja, al salir volteamos a la explanada y vimos decenas de compañeros muertos, después de las rejas, estaban cuatro soldaditos tan espantados como nosotros, no se atrevieron a disparar, las señoras se fueron contra ellos y les empezaron a pegar con las manos, y les gritaban ¡asesinos!, mientras que nosotros salíamos, unos corriendo y otros con cautela.
Pudimos salir de Tlatelolco por la calle de Manuel González, donde había tanquetas y los soldados nomás asomaban la cabeza, pero no nos dispararon, caminamos hacia la avenida nueva reforma, sin hablar, llorando, yo pensaba en mis compañeros muertos o heridos y no entendía porque la masacre, caminamos y caminamos sin saber que pasó, cuando reaccione, estábamos por la avenida San Juan de Letrán y donceles y les dije a mis compañeros: nos subimos a los camiones a informar lo que está pasando en Tlatelolco, pero no podíamos estábamos destrozados, sacados de onda y acordamos mejor llegar a nuestras casas y planear qué hacer.
Diez años tuvieron que pasar para que Lovera López volviera a pisar La Plaza de las Tres Culturas, la melancolía y coraje lo rebasaban, él sabe que a las nuevas generaciones se les debe transmitir lo que fue el movimiento estudiantil del 1968 y no únicamente el día de la masacre, es por ello que su texto lo comparte con quien lo desea, se titula “Prometimos no olvidar” una frase que a 52 años sigue al pie de la letra.