En bueno que de un lado y del otro, de los seguidores Claudia Sheimbaum y de parte de un amplio espectro de sus detractores, hayan condenado la esquizofrénica portada de la revista Siempre! que dirige Beatriz Pagés. La portada es sencilla: muestra el perfil de la sombra de Sheimbaum y en la cabeza porta una cintilla con la esvástica nazi. Abajo la leyenda “!No permitamos que gane¡” .
Pero también hay que comprender los motivos que subyacen a ese hecho, aparentemente inusual. Podemos alegar mala fe de Beatriz Page o un odio visceral a la candidata; quizá ignorancia histórica o mera banalización de la historia; quizá ligereza al homologar fenómenos sin relación; también es posible que Beatriz Pagés crea realmente que Sheimbaum es una nazi. O a lo mejor es una treta electoral. Cualquier de estos motivos puede ser cierto, incluso todos podrían serlo en mayor o menor medida.
Yo prefiero analizarlo como un síntoma cultural, social, educativo y político de los últimos decenios. Me explico.
En la editorial que acompaña a la revista Siempre!, Pagés se refiere a Sheimbaum como “dogmática y autoritaria” y en seguida afirma que “viene de un comunismo rancio”. Casi al final de su editorial, afirma que “los exterminadores de México no solo serán los SS de la 4T.” ¿Cómo explicar que Pagés afirme que Sheimbum sea partidaria de dos regímenes históricos antagónicos en términos de sus principios sociales, de organización y filosóficos?. El nazismo, como es sabido, fue un régimen de sistemático exterminio racial, mientras el comunismo pretendía la liberación de la clase trabajadora de la explotación capitalista. Como se ve, sus principios son totalmente antagónicos, uno de muerte y asesinato a gran escala, el otro de esperanza y utopía (más allá de los problemas de este último en términos de lo que pasó en el socialismo real); simplemente no tiene comparación.
No es la primera vez que cierto sector de la elite dominante se refiere a Sheimbaum y a AMLO de esa manera; los acusan de nazis y de comunistas al mismo tiempo, sin reparar en la contradicción. Recientemente un conocido periodista tituló su columna: “República Soviética Mexicana”. Pero incluso en las redes sociales, en el día a día, encontramos esas descripciones.
Más allá de la mala fe, la ignorancia, el odio o el cálculo electoral de Pagés, la explicación de fondo hay que buscarla en el humos cultural que ha creado el neoliberalismo. Digamos que el neoliberalismo se comienza a afianzar en México con las reformas de Miguel de la Madrid [1982-1988] (por ponerla un fecha, pues como analiza María Romero en su Los orígenes del neoliberalismo en México, existen antecedentes en los primeros decenios del siglo pasado). A partir de ahí, los sucesivos gobiernos neoliberales realizarán reformas sociales, culturales, económicas, políticas, universitarias y educativas, esto acompañado de una importante estrategia de comunicación y difusión que trastocara la ideología dominante que legitimaba el intervencionismo del Estado que pretendía equilibrar las injusticias propias del sistema capitalista. Esas reformas impactaran en la vida cotidiana, la familia, el trabajo, la educación, las relaciones sociales, de pareja, instalando eso que Harvey denomina como el “consenso neoliberal”, creando sedimentos en el día a día de las personas. De esa manera, el neoliberalismo se ha vuelto un alimento cotidiano y forma parte de los sueños de las personas.
De ese consenso neoliberal me interesa mencionar algunas ideas. La primera es la demonización del Estado. Toda intervención del Estado es mala, dañina, fuente de corrupción y destrucción. Uno de los padres del neoliberalismo, Hayek, afirmaba que la justicia social promovida desde el Estado era algo atávico, con lo cual la descalificada por “primitiva” y atrasada. Javier Milei, el presidente argentino de derecha afirma que la justicia social es un robo. En contrapartida, exaltan las bondades del libre mercado y del individualismo.
La segunda es que para analizar los regímenes políticos, los neoliberales van a crea un concepto que Foucault denomina como “invariante” neoliberal. Los neoliberales sostendrán que cuando en cualquier Estado se protege la economía, aparezcan formas discursivas del socialismo, se planifica la economía o se realizan intervenciones de cualquier tipo, estamos ante el preludio del nazismo. La invariante consiste en que basta que está una de ellas, para que también aparezcan las otras. Por ello, los neoliberales homologan nazismo con comunismo, porque en uno y otros tenemos al menos uno de esos elementos. Evidentemente basta un mínimo análisis histórico para demostrar que esta homologación es falsa y carece de sustento. Es tramposa.
La tercera idea que me interesa destacar es que el neoliberalismo es profundamente anticomunista. Si algunos liberales, como Mill, podían incluso coquetear con cierta ideas socialistas, los neoliberales serán rabiosamente y fanáticamente anticomunistas. Muestra de ello es un libro célebre entre esa fauna de discípulos, periodistas, intelectuales y académicos que profesan al ideología neoliberal: Camino de servidumbre de Hayek, que no es otra cosa que un panfleto contra el comunismo. No es casualidad que ese libro sea un objeto que el citado presidente argentino suele regalar a los periodistas. Lo mismo se puede decir de otro libro conocido entre los filósofos de la ciencia y analíticos neoliberales: La sociedad abierta y sus enemigos, que acusa nada menos que a Hegel de los regímenes autoritarios del siglo XX, en el más puro estilo anacrónico y ahistórico.
La creación de ese humus cultura y social ha implicado, entre otras cosas, la demonización del Estado, el irracional temor a las intervenciones del Estado, la tramposa homologación entre regímenes políticos diferentes e incluso antagónicos, el fanático anticomunismo, la exaltación del libre mercado y del individualismo y la promoción del emprendimiento como relación social; todo lo cual se ha apuntalado mediante reformas en ámbitos educativos, económicos, laborales, universitarios y gubernamentales, así como con una estrategia mediática e ideológica abierta y en los planes y programas de las escuelas y universidades. Es indudable que tras 40 años, esa ideología neoliberal ha sido eficaz porque ha sido aceptada no sólo en las elites dominantes que la profesan, sino en amplias capas de la población.
Revertir ese “consenso neoliberal” no será fácil. El hecho de que Javier Milei haya llegada a la presidencia en Argentina con ese discurso anticomunista, antiEstado y exaltando el libre mercado y el individualismo y que, además, sea el candidato más votado entre los jóvenes digitales natos que tiene en las redes al principal medio de mediación social, muestra lo hondo que ha calado esa ideología y el monstruo al que nos enfrentaremos también en México en los siguientes lustros, si no es que ya está a la vuelta de la esquina.
*Profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana-C