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¿Y qué sigue? Reflexiones alrededor del Aborto en México.

Aborto en México

Opinión: Karen Castillo /@karencitatacha

Yo llegue a esto de las luchas sociales por el tema del aborto.

La primera vez que asistí a una marcha fue un 28 de septiembre con mi pañuelo verde y la emoción de gritar junto a cientos de mujeres: mi cuerpo es mío, yo decido, tengo autonomía, yo soy mía.

Y es que para muchas de nosotras, el cuerpo – nuestra cuerpa, la cuerpa de las mujeres- es el primer territorio de lucha.

No importa que tan progresistas y conciliador se ha vuelto el discurso en torno a los derechos de las mujeres; nuestra cuerpa y todo lo que proviene de ella es aún menospreciado, minimizado y criminalizado.

Somos minoría en representación política, toma de liderazgo, puestos académicos; y mayoría en índices de violencia económica, emocional, y física.

Nuestras ideas y propuestas  son minimizadas en todos los ámbitos y áreas sociales, y el liderazgo y organización entre mujeres es visto como amenaza para el privilegio de los hombres.

Las mujeres somos asesinadas por nuestro género; por lo que nuestras cuerpas representan para el machismo que nos odia tanto.

En nuestra menstruación, ovulación, el disfrute de nuestra sexualidad, y la decisión sobre nuestra maternidad temas sujetos al control del Estado y sus leyes que sustentan al sistema patriarcal.

Por eso, la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación sobre declarar inconstitucional la penalización del aborto en Coahuila, sienta un precedente en todo el país y en la historia de los derechos de todas las mujeres.

Es la primera vez, en México, que se dice de manera explícita que las mujeres no somos criminales por decidir cuándo maternar.

Eso es lo que siempre se ha criminalizado- no la elección de terminar con un embarazo- pero la libre decisión de elegir la maternidad o no.

El camino para lograr este fallo histórico ha sido largo, y dejémoslo claro, fuimos las mujeres. Nosotras- no ellos, ni los jueces, ni las leyes, ni el presidente, ni Zaldívar- NOSOTRAS.

Fuimos las que tomamos las calles pese a la represión; cómo olvidar el pasado 28 de septiembre cuando fuimos encapsuladas por más de 3 horas por ejercer nuestro derecho a la protesta y exigir la legalización del aborto.

Fuimos las que formamos parte de colectivas que acompañan los abortos de mujeres en todo el país; consiguiendo misoprostol; creando guías de aborto que son eliminadas por plataformas como Facebook; creando redes de acompañamiento de aborto en todo el país- sea legal o ilegal.

Nosotras, las que nos peleamos en las comidas familiares explicando porqué el aborto tiene que ser legal, seguro y gratuito; y que vamos cambiando (o no) las ideas alrededor de la interrupción del embarazo desde nuestros círculos más cercanos.

Este avance es gracias a los miles de mujeres, jóvenes y adolescentes que lo han luchado, y que hoy, lo han logrado.

Sin embargo, sabemos que nos falta un largo camino para ejercer de manera plena nuestra libertad y autonomía con respecto a la maternidad.

Aún falta luchar por que en cada estado se armonice el código penal con la decisión de la Suprema Corte; tenemos que luchar para que se creen las leyes que hagan la interrupción voluntaria del embarazo un derecho; luchar para que abortar sea un servicio de salud accesible para todas las mujeres.

La lucha aun es larga y uno de los frentes que más debemos trabajar es el de terminar con el estigma alrededor del tema.

Ya hemos visto que aunque la ley establezca la interrupción del embarazo como un derecho, como en la Ciudad de México, se continúa privando y limitando a miles de mujeres, niñas y adolescentes de este servicio de salud.

Es el estigma y el tabú social alrededor del aborto que aún provoca que las niñas y adolescentes que buscan terminar sus embarazos no se sientan con la confianza de acudir a clínicas de salud o que los médicos se nieguen a ofrecer este servicio pese a que la ley indica que es un derecho.

Al no terminar con la estigmatización, la interrupción del embarazo seguirá siendo un privilegio de edad, clase, y condición socioeconómica, y no habrá ley que garantice su acceso a los sectores más vulnerables: las niñas, las adolescentes, las mujeres en áreas rurales, las mujeres de la periferia, y las mujeres que se enfrentan a la pobreza económica causada por el sistema.

Por eso, nuestra lucha no debe de enfocarse únicamente en las leyes; es en las calles  y con nuestras madres, hermanas, amigas, que debemos seguir trabajando.

El cambio se siente cuando nos sentimos seguras de decir que abortamos, o cuando no nos da temor, miedo, vergüenza el pedir a nuestras mujeres cercanas que nos acompañen a abortar. Es construir redes entre nosotras; el cambio social parte desde abajo, desde nosotras.

Mujeres, hablemos de nuestros abortos con otras, que no nos de pena decir: yo aborté, porque sí, un gran número de mujeres hemos abortado. Hablemos de todo eso que afecta nuestros cuerpos- o nuestras cuerpas- y que el sistema busca censurar, criminalizar, y limitar.

Hablemos de nuestras menstruaciones, de nuestros orgasmos, de amamantar, hablemos de la menopausia, de la nuestra salud mental; hablemos de nuestros abortos. Acompañémonos, hermanémonos que así, lo vamos a tirar.

Mientras tanto, celebremos este logro histórico que hemos construido. Fuimos todas.

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