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Campañas disfrazadas

Por Max González Reyes

Estamos inmersos en un proceso electoral en el cual no deberíamos estarlo. Desde hace meses los partidos políticos y sus precandidatos hacen campaña abiertamente frente a las narices de la autoridad electoral sin que ésta les diga nada. En efecto, los seguros candidatos se hacen llamar precandidatos y hacen proselitismo en radio, televisión y redes sociales sin ninguna restricción. Se justifican porque sólo al final de cada anuncio le ponen la leyenda “mensaje dirigido a militantes de x partido político”. Sin embargo, si realmente los mensajes fueran con el objetivo de convencer a la militancia de los partidos, no tendría que anunciarse al público sino al interior de dichos organismos. La realidad es que todos los partidos, sin excepción alguna, le han dado vuelta a ley y se justifican por el simple hecho de ponerle la leyenda “precampaña”, aunque en ninguna de las organizaciones hubo competencia, pues desde un principio en todas hubo un candidato único.

Pero la singularidad del actual proceso electoral, más allá de que no hubo competencia interna, fue la forma de designación de sus candidatos. Los tres fueron electos por la cúpula de sus respectivos partidos. De todos es conocido que quien dio la pauta para la designación de los candidatos fue el propio presidente Andrés Manuel López Obrador, toda vez que bajo su propuesta, su propio partido, Morena, realizó una “consulta” para designar a Claudia Sheinbaum, pese a que desde antes era la designada por el propio mandatario. Pero los partidos que se asumen como oposición no se quedaron atrás y también realizaron una “consulta” para concluir con la designación de Xóchitl Gálvez.

El único de los partidos que no se unió a una alianza fure Movimiento Ciudadano. En un principio se veía como una opción viable y como alternativa al hibrido que formaron el PRI, el PAN y el PRD, llamado ridículamente “Fuerza y Corazón por México”, pero al paso de los días se ha desmoronado con la misma poca ilusión con la que se formó. El precandidato que hace las funciones de gobernador de Nuevo León, Samuel García Sepúlveda, inició con mucha fuerza criticando a Morena y sus aliados, al igual que a la alianza opositora. Sin embargo, la imagen del joven gobernador que se presentaba como opción para hacer una nueva forma de política sacó el cobre muy pronto. Al querer dejar un heredero en el gobierno de Nuevo León demostró que sabe hacer política muy al estilo del viejo régimen. Al no poder resolver su problema con el Congreso de Nuevo León, García Sepúlveda regresó a la gubernatura y se olvidó de la candidatura presidencial con la promesa que regresará en 2030.

Los que demuestran los precandidatos es que quien realmente mandan en los partidos son sus cúpulas pues los tres fueron electos por un grupo cerrado, pese a que lo disfrazaron de competencia legítima. En Morena el gran elector fue el presidente Andrés Manuel López Obrador; en el Frente fueron los líderes de los tres partidos que designaron a Gálvez y en Movimiento Ciudadano su líder y fundador, Dante Delgado, quien es el dueño del partido desde hace más de veinte años, fue el que designó a García.

Es por ello que estamos en una simulación de campaña disfrazada de precampaña. Lo peor del caso es que hasta el momento no hay propuestas ni programas de gobierno, quizá sólo lo hagan por supuestamente respetar los tiempos electorales, pero es un hecho que ya están en abierta contienda. Pese a ello, los precandidatos dan sus opiniones de la coyuntura política, pero no hay algo que trascienda más allá del momento. Sheinbaum se cuelga del actual gobierno para decir que va a continuar con la política de López Obrador y consolidar la Cuarta Transformación, y así construirle el segundo piso. Por su parte la propaganda de Gálvez raya en el heroísmo personal: la que vendía paletas y llegó a ser jefa delegacional, criticando un día sí y el otro también todo los que huela a Cuarta Transformación. Y de lado de Movimiento Ciudadano, crítica a todos aunque no se logró consolidar como candidato pues el Congreso de Nuevo León no le respetó su licencia.

Así pues, las campañas disfrazadas de precampañas están a todo lo que dan. Los postulantes recorren el país, hacen mítines, se publicitan en redes sociales, hacen podcast, etc. aunque realmente las campañas inician en enero.

Llama la atención que en lo que va de sus promociones, los precandidatos se han centrado en sus méritos propios, en sus logros personales, en la descalificación del adversario y en presentar a sus equipos de campaña. Entretanto, promueven su figura personal. Aunado a ello, desde ahora hay una guerra de encuestas donde cada uno presume en la que lo muestra como el ganador y descalifica la de que no le favorece. Sin embargo, ente la constante presencia en los medios, el desgaste es muy marcado. Prácticamente llevan medio año de promoción y les falta aun medio año, lo que quiere decir que falta un buen trecho por recorrer. Pareciera que esta es una carrera de resistencia donde ganará el que tenga mejor condición, no la mejor propuesta.

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