Fotografías: Mario Marlo / @Mariomarlo
Entre montañas, pinos y el humo olor a madera despierta la comunidad purépecha de Cherán, municipio libre y autónomo de Michoacán.
Las y los comuneras que lograron expulsar al narcotrafico y al gobierno municipal, conmemoraron el pasado 15 de abril el Octavo Aniversario del inicio de la lucha por la defensa de los bosques; en estos festejos, los pobladores coincidieron en que la vida ahora es más tranquila, pero también resaltaron que actualmente se enfrentan ante los masivos sembradíos de aguacate y papa.
Han pasado ocho años desde el levantamiento, y ¡la lucha sigue y sigue!, pero ahora los retos son otros, explicó el K’eri Juan Manuel Rojas Pulido, integrante del Concejo Mayor de Cherán: “el acecho continúa aunque de diferentes maneras; ahora tenemos nuevos problemas a los que hay que poner atención como lo son: el saqueo desmedido de las minas de graba, piedra y arena, ubicadas en el territorio de la comunidad; la utilización poco consciente de sustancias químicas en el medio ambiente, como lo son losagroquímicos usados en los cultivos; y un problema al que se debe poner la mayor de las atenciones: el uso inadecuado del agua”, la cual se ve amenazada por el crecimiento de los campos donde se cosecha papa y aguacate.
En Cherán, agregó, “hemos emprendido una forma de gobierno en la que el poder reside no en una persona o grupo, sino en el pueblo y es el pueblo quien tiene la decisión soberana de gobernarse; es el pueblo quien decide y la autoridad en turno obedece la decisión del pueblo; sin embargo, esta forma de gobierno requiere de la participación de todos (…), ya que sigue siendo un reto: “el uso del poder público y la forma de gobierno que queremos para nuestra comunidad”.
Otra de las cosas que le preocupan al K’eri, Juan Manuel, a ocho años del levantamiento es que el idioma purépecha está a punto de desaparecer, ya que a su parecer la comunidad: “han sido víctimas de políticas educativas enfocadas a la desaparición de nuestras comunidades, empezando por la castellanización”.
El municipio autónomo de Cherán, es habitado por personas de origen purépecha; éste se ubica en el centro del estado de Michoacán y tiene una extensión territorial de 223 mil kilómetros cuadrados; este territorio, además, está rodeada por cuatro cerros: El Tecolote, San Marcos, La Virgen y Pilón. Actualmente el número de habitantes es de más de 19 mil personas.
Michoacán es uno de los principales productores de aguacate en el país; conforme a la Secretaría Estatal de Desarrollo Rural y Agroalimentario, 8 de cada 10 aguacates que se consumen en México son producidos en este estado; de ahí que la producción de este monocultivo, junto con el de la papa, hoy son de las principales amenazas para los bosques de Cherán, ya que el crecimiento de estas agroindustrias amenazan con deforestar los bosques que defendieron hace ocho años de los talamontes y el crimen organizado.
Las fogatas: punto de reunión y reencuentro en Cherán
Para recordar la importancia de las fogatas en el levantamiento, los habitantes volvieron a prender sus fogatas las noches del 14 y 15 de abril; en cada una de ellas -como hace ocho años- repartieron atole blanco y tortillas de trigo, alimentos tradicionales de la región, lo cuales eran elaborados al momento.
El clima entre las montaña suele ser muy frío; no obstante, las fogatas cobijan a los comuneros que se reunen para recordar aquella noche de rebelión.
Odilia Ramos, comunera y encargada de la fogata número seis, recordó que su papá salió a luchar con una resortera y con varias piedritas, pero con mucho coraje para luchar porque ya estaban cansados de vivir con miedo.
La noche del 15 de abril del 2011
El templo de El Calvario fue testigo de los muchos tráileres que cruzaban el pueblo para sacar la madera robada de la sierra de Cherán; ahí fue el sitio donde un grupo de mujeres comenzaron la insurrección, el 15 de abril del 2011. Ellas, ahí, se enfrentaron a los talamontes con lo único que tenían: su cuerpo.
“Los señores que tenían su trabajito en el campo, subían a la montaña y desgraciadamente ya no bajaban, los mataban; los asesinaron por denunciar, por mirar cuando talaban los árboles, pero también empezaron a desaparecer a las personas, pero no decíamos nada porque nos daba miedo ver a esa gente armada y encapuchada”, narró María Juárez, comunera y esposa de Rafael García Ávila, uno de los cuatro comuneros que aún se encuentran desaparecidos por defender el territorio.
Hace ochos años, “las comuneras y los comuneros estaban cansados del saqueo masivo de madera, de la violencia a causa del narcotráfico y de la injusticia e impunidad por parte de las autoridades municipales y estatales”, agregó María Juárez, al recordar cómo fue que se levantaron sin armas, pero sí con palos y piedras porque: “ya teníamos lo cerros muy talados, quemados y mucha gente asesinada y desaparecida; así fue como llegó el momento en que el miedo se convirtió en valor, fuerza y coraje”.
Aquel 15 de abril de 2011, los comuneros comenzaron la resistencia; ese día prendieron 189 fogatas y construyeron cinco barricadas ubicadas a las salidas del pueblo; el objetivo era cerrar el paso a quienes por año saquearon sus bosques.
Las campanas del templo de El Calvario y los cohetes fueron las alarmas para los comuneros. Un cohetes; significaba que todos estaban bien; dos, debemos estar alertas; tres, implicaban un riesgo inminente para la comunidad y, por ello, todos debían salir como fuera y con lo que tuvieran a la mano para defender Cherán.
Muchos recuerdan que ese día, el caos comenzó en la comunidad; algunos tienen en la memoria a los bebés que lloraban; otros a los niños y jóvenes que estaban en las escuelas, desesperados porque algunos padres de familia aún no llegaban de sus labores.
El municipio de Cherán, durante el levantamiento, encendió fogatas en cada uno de sus cuatro barrios, ahí alrededor del fuego, reflexionaron sobre las necesidades de los pobladores. El fuego los volvió a unir como comunidad. Así duraron poco más de ocho meses en aquellas fogatas hasta que se aseguraron que quienes saquearon sus bosques, no volverían jamás.
Primero expulsaron a los talamontes ilegales y junto con ellos al crimen organizado que los controlaba; después al venirse las elecciones estatales en 2011, decidieron también sacar de la comunidad a las autoridades municipales y a los partidos políticos; ya que la voluntad popular decidió que era tiempo de apegarse a lo que indica la Constitución Mexicana y exigir para Cherán: un gobierno autónomo que debería regirse por “los usos y costumbres tradicionales”.
Para hacerlo, decidieron reunirse por barrios y nombrar a tres comuneros para con ellos conformar un Concejo Mayor con distintas comisiones y trabajos; en una de las asambleas, después del levantamiento, decidieron realizar un pliego petitorio, donde las prinicpales exigencias fueron: seguridad, justicia y reconstrucción del territorio.
La nueva forma de gobierno se decidió de manera comunitaria, así fue como se eligió a su concejo de gobierno integrado por 12 kʼeris purépechas que deberían de elegirse por el honor y la justicia; éstos fueron elegidos en las asambleas que se desarrollaban alrededor de las fogatas, sin embargo, después debían de ser respaldados por el barrio. Su nombramiento se oficializaba en la asamblea comunal.
“Aquellas fueron noches enteras sin poder dormir, los gritos que dábamos a cada rato porque sonaban las campanadas y los cohetes, todo aquel temor que sentíamos por no tener seguridad”, recordó María Juárez, quien salió a luchar porque era algo que hubiera hecho su esposo, quien fue desaparecido por los talamontes, el 10 de febrero de 2011. Dos meses antes del levantamiento.
La vigilancia nocturna continuó casi un año después. Las fogatas también. La Ronda Comunitaria se formó durante el levantamiento, la cual es una especie de polícia que protege y resguarda a los comuneros de día y de noche.
Tanto hombres como mujeres pueden pertenecer a la Ronda Comunitaria, quienes la integran acostumbran vestir ropa camuflajeada color azul y gris, junto con una gorra y botas de tipo militar, todos siempre andan armados. Al inicio del levantamiento, lo que existió fue la tradicional Ronda Comunitaria, la cual se distingue por vestir gabanes color café con beige, botas, pasamontañas y/o pañuelos para cubrirse el rostro; en 2011, sus armas fueron palos y piedras.
Una ceremonia para agradecer a la madre tierra
La celebración de los ocho años del levantamiento de Cherán inició poco después de las ocho de la mañana del 15 de abril de 2019. La plazoleta ubicada a las afueras del templo de El Calvario se alistó para comenzar con una ceremonia tradicional purépecha.
Las comuneras vestidas de falda azul y blusa blanca, cargaban incensarios de barro que arrojaban humo olor a ocote, madera y hierbas. En el centro del lugar colocaron un círculo de semillas de maíz morado, rojo, azul y amarillo, también colocaron frijol y arroz, y pequeños círculos de flores moradas y blancas.
El fuego también los acompañó, ya que se realizó una fogata que no dejaba de arder mientras llenaba de humo el ambiente, tal y como ocurrió en aquellas noches de abril de 2011, cuando los comuneros tenían que velar toda la noche para proteger su territorio de los talamontes y el narcotráfico.
El guía de la ceremonia, pidió a las comuneras y comuneros tomarse de las manos para formar un círculo, pidió que juntos elevaran sus oraciones y cantaran para pedir permiso para celebrar a la madre tierra, al aire, al fuego y al agua.
El fuego no dejaba de arder cuando la comunera, Imelda Campos, pidió la palabra y agradeció por las “semillas de las tierras vírgenes de nuestra tierra”, lo cual señaló en lengua purépecha y en castellano: “aquí no hay fertilizantes, aquí no hay fumigante, aquí no hay cosas que dañan el cuerpo”, pidió Imelda a los presentes que eran guiados por la fuerza del fuego, el pueblo y, por supuesto, los antepasados: “Sus oraciones son para todas las almas de nuestros abuelos, y para todos esos hermanos caídos que dieron su vida para liberarnos y quitarnos la venda de los ojos”.
Al final gritó emocionada que la defensa de sus territorio es “una lucha mundial, es una lucha Latina, en una lucha de nuestro país, en una lucha de nuestro pueblo, ¡Ni un paso atrás, ni un paso atrás!”.
Miriam Jazmín Tapia Romero, tenía nueve años cuando comenzó la rebelión en Cherán; ella estaba en la escuela cuando de pronto escuchó las campanadas de alerta; así fue como narró a ZonaDocs su experiencia.
“Lo primero que hice fue platicarles a mis hermanos más pequeños lo que estaba sucediendo, después nos escondimos en un cuarto de piedra porque yo sabía que ahí no entrarían las balas; entonces nos encerré, ahí tenía una ventana por donde veía. Me salía al bancón, y vi todo lo que sucedía, escuchaba que la gente gritaba: ya vienen, escondase, cerraban sus casas, cerraban las ventanas; por la parte de atrás, me asomaba por la otra ventana y veía en la carretera como bajaban los tráileres con personas armadas… muchas personas estaban atacando a mi comunidad”.
Esos recuerdos de resistencia hacen que Miriam Jazmín se sienta orgullosa de Cherán, a ocho años de la rebeldía: “Aquí es un pueblo que lucha por sus recursos, pero que también busca salir adelante a pesar de ser aún discrimnados por ser indígenas”;para ella, las mujeres y los niños deben ser la prioridad de la comunidad, ya que “tienen derecho a vivir sin violencia y disfrutar de un bosque con aire puro y fresco”.
El desfile culminó en El Calvario; ahí una gran comilona se preparó para que cada comunera y comunero pudieran sentarse a compartir los alimentos en la paz que otorga una lucha que ocho años atrás se emprendió por el territorio, la vida y el bosque.