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Crítica de la economía política de la 4T y AMLO: ¿las peras del olmo?

AMLO 4T

Alejado de los análisis que lisamente descalifican la 4T, así como de los que la exaltan como una radical transformación, en este texto el autor realiza una evaluación desde los mismos fundamentos de la crítica de la economía política. ¿Qué tan transformativa es la 4T? A esta pregunta se intenta responder en este artículo.

Por Enrique G. Gallegos*

 

  1. EL HORIZONTE ANALÍTICO SOBRE LA 4T

A casi 5 años del gobierno de la autodenominada 4ª  Transformación es un momento oportuno para valorar sus aciertos y errores. Más allá de los datos objetivos y las acciones de gobierno, es importante definir el horizonte desde el que se realiza la evaluación. Están las evaluaciones partidizadas en las que unos exaltarán al gobierno cuatroteísta y otros lo descalificarán. También existen análisis politológicos, económicos y sociales que juzgan sus errores y fallos desde sus campos interno disciplinares. En este texto me interesa algo más radical: ponderar esa supuesta cuarta transformación con un mínimo instrumental de la crítica de la economía política y materialismo histórico porque implica preguntar si es una mutación al nivel de la infraestructura económica y política o es continuidad de la lógica acumulativa del capital.

Según el relato de la 4T hay cuatro transformaciones: La primera: la de la Independencia y de la autodeterminación: 1810-1821. La segunda: el período liberal del siglo XIX, las luchas entre conservadores y liberales, hasta 1910. La tercera: desde el inicio de la revolución en 1910, el cardenismo y hasta el comienzo del neoliberalismo con Miguel de la Madrid. Nótese que estas tres periodizaciones son más o menos convencionales entre los historiadores. A esas tres, AMLO monta la Cuarta Transformación. ¿Qué tenemos en estos casi 5 años de gobierno de la 4T para constatar esa supuesta cuarta trasformación?

  1. DEFENSA DE LA GLOBALIZACIÓN Y ACUERDOS COMERCIALES

Si observamos las políticas económicas, éstas se han mantenido, con sus ajustes, en los parámetros neoclásicos de la economía burguesa: luchar contra la inflación, mantener el endeudamiento controlado, evitar los déficits fiscales, no aumentar los impuestos, respetar la propiedad privada en cualquiera de sus expresiones; aunque han añadido algunas medidas fiscales para cobrar de forma más eficiente los impuestos y evitar las condonaciones a los grandes empresarios. También ha sostenido la ortodoxia de los mantener los acuerdos de libre mercado, particularmente con el principal país imperialista: Estados Unidos, como fue la renovación, con sus ajustes, del acuerdo del 92 empujado por el Salinas de Gortari y firmado en 2018 por el gobierno de Peña Nieto con el aval de López Obrador. O sea, en los hechos: ortodoxia neoclásica-neoliberal, globalización y acuerdos comerciales.

De estas políticas económicas no debe distraernos la pugna que AMLO sostiene con algunos de los más ricos del país: Claudio X González y compañía, pues, por ejemplo, mantiene relaciones con dos de los hombres más ricos, Carlos Slim y Ricardo Salinas Pliego. Carlos Slim es el ejemplo típico del empresario que ha mantenido y acumulado su riqueza, desde Carlos Salinas de Gortari —cuando compró a precio de remate Telmex— a AMLO. Un pequeño detalle de esa continuidad en la acumulación del capital a manos de empresarios: en la lista de abril del 2023 Slim está entre los 10 hombres más ricos del mundo. Según Forbes, este hombrecito asiduo a Palacio Nacional ocupa el lugar 8° con 93 mil millones de dólares. Aquí se puede ver la lista.

  1. LA CLASE TRABAJADORES: ENTRE AUMENTOS DEL SALARIO MINIMO Y EL GOLPETEO

Si AMLO y la 4T mantienen buenas relaciones con la clase empresarial, en contrapartida su política laboral-sindical ha sido ambigua y en no pocos casos francamente adversa, como fue el caso dos de las principales huelgas que enfrentó el gobierno de AMLO en el sector público, la huelga de la UAM en 2019, que duró tres meses, y la huelga del SUTNOTIMEX. El caso más lesivo es el de SUTNOTIMEX, que ya lleva 3 años y 6 meses e incluso su directora, Sanjuana Martínez Montemayor, practicó un régimen tanatopolítico en medio de la pandemia que azotó al país y al mundo, pues han dejado morir a compañeros trabajadores al no contar con la seguridad social y no hacer lo posible por solucionarla. Evidentemente esa política antihuelga y antisindicalismo independiente no hubiera sido posible sin la anuencia del Presidente. En contrapartida, AMLO ha recibido en Palacio Nacional al peor sindicalismo charro del país, de cuño priista.

Pero la ausencia de la política laboral favorable a los trabajadores organizados también se expresa en la cantidad de contratos colectivos de trabajo no validados: de los cerca de 140 mil existentes, sólo se ratificó cerca de un 11%. Más allá de que existe un sindicalismo charril y secuestrado por mafias sindicales, los cierto es que esos números demuestran una política laboral contraria a la clase trabajadora organizada. Aquí se pueden ver los datos.

Ciertamente el gobierno de la 4T ha incrementado los salarios mínimos: 2019: 16 por ciento. 2020: 20 por ciento. 2021: 15 por ciento. 2022: 22 por ciento. 2023: 20 por ciento. En casi 5 años un 93% (sin tomar en cuenta los ajustes de la inflación, etc.). Con lo cual derribo unos de los viejos mitos promovido por empresarios, gobiernos y la economía neoclásica: que no se podían aumentar los salarios por encima de la inflación.  Empero, sin dejar de reconocer la voluntad política del Presidente y su importancia, hay que hacer algunas precisiones: en 1° lugar, esos aumentos fueron posible gracias a que el peñanietismo desvinculó los salarios de medidas fiscales y creo la UMA (Unidad de Medida y Actualización), porque de esa manera se podía aumentar los salarios mínimos sin afectar gravemente los procesos inflacionarios. Y en 2° lugar, la masa de trabajadores que se benefician, según algunos indicadores, es de alrededor del 10% de los trabajadores.

  1. NARCO Y LOS MILITARES EMPRESARIOS

En otro orden de ideas pero en la misma infraestructura económica, el tema narcopoder y la guerra contra el narco, las desapariciones, el trafico de drogas ha sido un fracaso el gobierno de AMLO. No hay que olvidar que la droga es una mercancía y le aplican las reglas de la producción y distribución del mercado, así como las de la generación de plusvalor. En este sentido, el narcotráfico es realizado por empresas capitalistas ilegales que alimentan al sistema legal del mercado. Por ello, la estrategia del Presidente de abrazos no balazos y sus programas sociales, no tocan el carácter mercantil de la droga como mercancía para sostener por otras vías la acumulación del capital. Si a esto le sumamos que la militarización como estrategia, fallida, ha llegado a niveles impensables, en los que los militares no sólo cuidan de la seguridad sino que también son inversores, empresarios y directores de empresas públicas, constructores y gerentes de aduanas, tenemos el peligroso escenario de un poder militar ampliado, pero ya como aliado del capital. Tren Maya, aeropuertos, refinerías, etc., muestran esta deriva de un poder militar empresarial (en otro momento habrá que analizar estos proyectos y sus diferentes implicaciones y efectos).

  1. TRANSFORMACIÓN… PERO AL INTERIOR DEL CAPITAL

Frente a este escenario descrito, entonces ¿dónde está la trasformación de la Cuarta Transformación? En realidad todas las anteriores decisiones descritas de la 4T reflejan el resguardo del núcleo duro del capitalismo, el respeto sacrosanto a la propiedad privada y al libre mercado; por ello, es una trasformación fetichizada que pasa por ser una “salida” del neoliberalismo, pero que en el fondo es transformación al interior de una semántica y realidad propia del capitalismo; es decir, se sigue manteniendo la lógica acumulativa del capital, por más que AMLO intente introducir la autonomía alimentaria y la energética y trate de dotar de cierto “humanismo” al capitalismo con sus programas sociales. Por lo anterior, desde el punto de vista de la historiografía materialista, la 4T está en continuidad histórica con el capitalismo que ha hegemonizado el mundo cuando menos desde el siglo XVI.

Por supuesto, en este análisis hay que evitar ser intransigente como cierto marxismo economicista y la derecha; por ello yo no voy a despachar sin más estos apoyos que pueden significar mucho para las clases más populares y pauperizadas de la sociedad; pueden ser la diferencia entre comer y no comer, pero uno debe tener claro las consecuencias de este tipo de política públicas, el perfil político e ideológico del actual gobierno y entender sus limitaciones, sus orientación general que continua la acumulación del capital, sus relaciones con las clases capitalistas, financieras y evitar tomarlo por lo que no es; es decir, fetichizarlo. No pedirle peras al olmo. Empero, como ha señalado Alberto Híjar, en el largo plazo esas políticas de gobierno resultan veneno para la organización política de los movimientos sociales, pues pueden despolitizar a las organizaciones o fagocitar su carácter anticapitalista.

  1. LA DEFENSA DEL LBRE MERCADO… CON CONTROLES

Por si hubiera dudas sobre estas orientaciones económicas y políticas, el Presidente ha sido claro en definir los principios en los que se sustenta el gobierno de la 4T. En otro artículo analicé esos fundamentos ideológicos del Presidente (aquí se puede leer), por lo que sólo recupero alguna ideas ahí expuestas. En la “mañanera” del 24 de octubre del 2022 AMLO exaltó las bondades del mercado y además rechazó al marxismo, por demás como lo han hecho todos los gobiernos neoliberales, desde Thatcher y Reagan.

En efecto, el Presidente narró una historia:

“Les cuento de la anécdota acerca de esto, del libre mercado, que ya parece que me estoy volviendo neoliberal, ya me están convenciendo: cuando el comandante Castro y otros guerrilleros tomaron el cuartel Moncada, o intentaron tomarlo, allá cuando empezó la Revolución, en los años 50 en Cuba, en 1953 —en ese año nací— detienen, asesinan también, algunos mueren en el enfrentamiento, y detienen a los dirigentes, y entre los dirigentes detienen a Fidel. Pasa el tiempo, está en la cárcel y de repente pide él al custodio, a uno de los carceleros, que le consiga un libro —esto es una anécdota— porque quería leer. ‘¿Y qué libro es?’ ‘Se llama El capital, de Marx’.”

El meollo de su anécdota es que Fidel Castro, ya en prisión, pidió leer un libro: El capital, de Marx. Los custodios interpretan, según la versión del Presidente, que el comunista Fidel Castro, se estaba convirtiendo al libre mercado al solicitar un libro que lleva, precisamente, por título “El capital”, sin saber que El capital de Marx es un libro en el que se desfetichiza, desmonta y critica el funcionamiento del capitalismo y se devela cómo la valorización del capital descansa en la explotación de las clases trabajadores. La anécdota del Presidente destaca que no existió ninguna conversión al libre mercado de Fidel Castro, sino una confirmación de su militancia comunista al pedir precisamente el libro de Marx.

Lo que AMLO pretende dar a entender es que así como Fidel nunca dejó de adherirse al comunismo, de la misma manera AMLO nunca ha dejado de aceptar el libre mercado. Es decir, carceleros de Fidel y adversarios de AMLO estarían en un error: ni Fidel se convirtió al libremercado, ni AMLO se convirtió inesperadamente al neoliberalismo porque siempre ha sido partidario de una economía de libre mercado, aunque con ciertos controles.

Después de esa anécdota, en la misma “mañanera” un periodista aprovecha para preguntarle expresamente “¿Ya se convirtió [al neoliberalismo], Presidente?”. AMLO responde lo siguiente:

“Es que no todo lo de la política neoliberal es malo si se aplicara adecuadamente. Por lo general está hecha, está diseñada para favorecer una minoría, esto es lo malo; y además lo que resulta lógico, como la competencia, el libre mercado, se distorsiona, se deforma, no se aplica, se usa nada más como parapeto.”

Como se advierte de la respuesta, no es que el Presidente esté en contra del libre mercado, sino de las distorsiones que, en su opinión, llevan a la polarización de la riqueza y deforman el principal elemento librecambista de equilibro: la competencia. No es Marx quien resuena en esta respuesta de AMLO, sino los liberales Smith y Ricardo.  El Presidente asocia esas distorsiones con el neoliberalismo. No entro en más detalles, para no hacer más extenso este artículo, pero las concepciones de AMLO sobre lo qué es el neoliberalismo son limitadas y por ello inexactas. Por eso, el posneoliberalismo que mencionan ciertos “progresismos”, incluida la 4T, es un mito. Porque neoliberalismo es capitalismo con todas sus formas de subsunción al capital y enraizamientos al nivel de la infraestructura y la superestructura.

Con todo, hay algunos fenómenos que el Presidente relaciona con el neoliberalismo: la corrupción, los privilegios fiscales de las grandes empresas y el sometimiento del Estado al poder empresarial. Síntoma de ese sometimiento era el régimen de privilegios fiscales para las grandes empresas y la proliferación de los organismos autónomos constitucionales (OA). Sobre esto último hay que tener en cuenta que en la teoría liberal clásica, la división de poderes es central: el poder se fracciones en legislativo, ejecutivo y judicial. Pero cuando llega el neoliberalismo se fraccionó más al Estado al introducir los OA, debilitando su soberanía. En México existe poco menos de una decena de OA (sin contar a las universidades, que tienen otro origen). Adicionalmente, estos organismos suelen operar con una lógica de mercado, de ahí que estructuralmente respondan a los intereses empresariales (y sus grupos de poder). Entonces, los OA representan tres ideas que critica el Presidente: el debilitamiento del Estado, la lógica empresarial en su funcionamiento y la corrupción al favorecer los intereses de las clases empresariales. Entonces el Presidente no está en contra del mercado, sino de un mercado que no funcione adecuadamente, está en contra de uno distorsionado y sin controles. En este sentido, su ideología es, en puridad, la del liberalismo adobado con cierta jerga fetichizada antineoliberal.

  1. AMLO: DEFENSA DEL LIBERALISMO Y CRÍTICA DEL MARXISMO Y LA IZQUIERDA

Pero por si hubiera dudas sobre sus adhesiones al liberalismo, en la misma conferencia del 24 de octubre, hizo otras declaraciones en las que también podemos ver su basamento ideológico de defensa del libre mercado. El Presidente afirmó que no está de acuerdo con una idea central de la izquierda; no lo menciona, pero se refiere a la que particularmente sostiene el marxismo:

“… no estoy del todo de acuerdo en que se piense que los problemas de desigualdad en México se originaron por la explotación de los dueños de los medios de producción al proletariado, por la explotación del burgués al proletariado, no creo que el proceso de México de acumulación de capital se haya originado de esa manera. No es exacto de que hay dueños de medios de producción, empresarios explotadores de trabajadores, de obreros y que con esa explotación se obtiene una plusvalía, una ganancia y se produce una acumulación desmedida de capital en unas cuantas manos. Sí se da eso, pero no es la fundamental en el caso de nuestro país.”

Para el Presidente la pobreza y desigualdad no son, principalmente, producto de la expropiación empresarial de la riqueza que produce la fuerza de trabajo. El Presidente no parece compartir la tesis de Marx de que la valorización del capital descansa en la desvalorización del trabajador. Entonces, si no es la propuesta de Marx, ¿cuál es el origen de la pobreza y miseria en nuestro país? La respuesta del Presidente, lo señala más adelante en la misma “mañanera”, es circular: la corrupción. No es la apropiación que hace el capitalista de la riqueza social que producen los trabajadores, sino la corrupción y, de manera específica, “la transferencia de bienes públicos a particulares”, el incremento de fortunas y riqueza privada bajo el amparo del Estado, la privatización de los bienes públicos, los servicios y activos del Estado (de aquí también su lucha para desaparecer los fideicomisos). Para AMLO, ese es el origen de la desigualdad y pobreza en el país y no tanto el funcionamiento estructural del capitalismo. Si se puede estar de acuerdo con AMLO en combatir esas fuentes de corrupción y el desmantelamiento del Estado, como buen liberal se equivoca en el origen y la causa de la polarización de riqueza y pobreza.

Dicho en sentido positivo: para AMLO, un mercado sin distorsiones y un Estado cumpliendo sus funciones sociales serían garantía de una justa distribución de la riqueza, que acabaría con la pobreza y desigualdad. O sea: liberalismo económico y político. De aquí también otro de los recursos del liberalismo al que apela AMLO: un Estado sobrio, que elimine los grandes sueldos, compacte áreas, combata internamente la corrupción y los privilegios de los funcionarios; en fin, su política de austeridad (o el Estado mínimo, que hace más con menos recursos). Un misterio es saber, en ese encuadre liberal de la 4T, por qué la vieja tradicional liberal que existe en el país no ha defendido como uno de los suyos al Presidente. Este liberalismo también explica cierto anacronismo al denominar “conservadores” a los que son sus opositores y críticos, sin establecer distinciones, ¡como si estuviéramos en la disputa entre liberales y conservadores en el siglo XIX, en la época de antagonismo entre Benito Juárez y Miguel Miramón!

  1. LA 4T NO BUSCA REDISTRIBUIR LA RIQUEZA SOCIAL SINO ALGO MÁS MODESTO: EL INGRESO FISCAL Y PATRIMONIAL DEL ESTADO

Aclaro: mis anteriores análisis no invalidan sus convicciones y las acciones políticas y programas de la 4T a favor de las clases sociales más pobres. Esa política de “primero los pobres” se ha expresado de diferente manera en decisiones concretas como la constitucionalización de las becas y apoyos a los adultos mayores, estudiantes y personas con discapacidad, los aumentos al salario mínimo, la reducción de las semanas de cotización en el IMSS, la solución de viejos problemas de los pueblos como la “Presa Zapotillo”, entre otros. De hecho, hay datos duros que corroboran la disminución de la pobreza en alrededor 5 millones del 2018 al 2022 (aquí se pueden consultar el informe de CENEVAL). En realidad, vistas las cosas en conjunto, la 4T no se busca redistribuir la riqueza social, producto de la explotación de la clase trabajadora, sino sólo redistribuir algo más básico y a tono con el libre mercado: el ingreso fiscal y patrimonial del Estado, ciertamente con otra lógica que en los gobierno anteriores: de abajo hacia arriba. Pero su horizonte es otro que el de la izquierda socialista, marxista, revolucionaria, anticapitalista, comunista, o como lo queramos describir.

¿Esto significa que la 4T es lo mismo que el peñanietismo o los gobiernos anteriores de Salinas de Gortari a Fox y Calderón? No es ese mi punto. Si fuera ese el objetivo, tendríamos justamente que compararlos, establecer similitudes, diferencias, sus canales de continuidad y rupturas al interior de una semántica politológica. Pero lo que traté de realizar es otra cosa, más del orden de los fundamentos que de los análisis politológicos, jurídicos o económicos, traté de hacer un primer balance desde la crítica de la economía política (y en menor medida desde del materialismo histórico). ¿Ante qué estamos? la 4T no es transformación radical de la infraestructura económica y ni lucha contra la acumulación del capital en manos privadas, ni siquiera es anticapitalista. En los hechos y ponderada sus decisiones a casi 5 años, la 4T es liberal en economía y política; partidaria del libre mercado con ciertos “controles” y la “libre” competencia; nacionalista que busca la soberanía alimentaria y energética; antineoliberal en su concepción del Estado; “humanista” comprometido con los desamparados. Y si es posible que con la redistribución fiscal, el pobre se vuelva menos pobre, seguirá siendo pobre por la misma naturaleza ladrona del capitalismo que descansa en la explotación de la fuerza de trabajo.

*Profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana

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