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Declaran desierto el Premio Nacional de Dramaturgia Rascón Banda

Por Humberto Robles

“Declarado desierto” fue el dictamen con respecto al Premio Nacional de Dramaturgia Víctor Hugo Rascón Banda 2018. Dicho jurado estuvo compuesto por la teatróloga e investigadora Elvira Dimitrova Popova, el escritor Jesús Gabriel Contreras Martínez y el director teatral Otto Roberto Minera Ábrego, quienes arguyeron que la decisión se tomó debido a “la ausencia de textos que tengan la calidad necesaria para ser acreedores de un premio nacional con una prestigiosa historia como lo es el presente concurso”.

44 dramaturgos y dramaturgas enviaron cada uno un texto, por lo que hubo el mismo número de obras en concurso. Sin embargo el jurado expresó que “Los 44 textos recibidos y evaluados presentan una notable falta de rigor en la estructura, en el dominio del lenguaje teatral, en la creación de los personajes, en la distribución del material dramático; es decir, estamos ante la ausencia de un mínimo dominio del lenguaje de un escritor dramático”. Y remató, prácticamente como un regaño a los participantes: “Por el contrario, encontramos de inmediatez, de facilismo en la construcción, y ausencia de una cultura escénica que nos planeta una situación en la que el deseo de ganar es mayor que el desarrollo del propio talento”. Un fallo insólito, en extremo severo y sumamente cuestionable.

El desconcierto y la indignación por esta decisión -de carácter “inapelable”, como se informa en las bases del concurso-, no se hicieron esperar entre varios de los dramaturgos que participaron e incluso otros que no lo hicieron, como Xavier Villanova, quien grabó un extenso video para mostrar su molestia por dicho dictamen.

De este resultado surgen varias interrogantes. ¿Será posible que de 44 textos enviados por diversos autores, entre ellos algunos muy premiados y montados en el país como Martín López Brie y José Alberto Gallardo, no haya habido ni uno con la mínima calidad y maestría como para merecer el galardón? Según el jurado, no. Sin embargo, conociendo a los autores mencionados, dudo que esto sea cierto. Por mi parte, tuve la fortuna de haber leído una de las obras, cuya autoría es de otra persona que participó, la cual me pareció brillante, con una estructura teatral sólida, con personajes complejos y con un juego de lenguaje sumamente agudo, sardónico y divertido; se necesita de una vasta cultura para escribirla y lo mismo para apreciarla. Cuenta justamente con todos los elementos que el jurado no vio en ninguna de las obras. Pero yo no soy jurado y este texto no ganó, como ninguno de los otros.

A propósito del sermón con el que remata el jurado, ¿este de veras cree que los autores se sientan a escribir para ganar premios? El grueso de los y las escritoras lo hacen porque les nace, por necesidad o por rebeldía, y cuando aparece una convocatoria, participan con alguno de sus textos. No conozco a nadie que se siente a escribir “para ganar un premio”.

Por otro lado, ¿acaso la dramaturgia nacional esté atravesando un momento tan deplorable como para que nadie haya podido alcanzar este premio? Si así fuera, sería una debacle y no lo creo. Hoy más que nunca hay cantidad de dramaturgas y dramaturgos de variadísimos estilos, propuestas estéticas, lenguaje y estilo propios.

A la par, otra duda me asalta, más en este país donde la corrupción ha permeado todos los ámbitos y la suspicacia está a la orden del día, ¿qué se hará con los 160 mil pesos que constaban como premio, en dónde quedarán o a qué se destinarán? Indican que el fallo es inapelable, pero ante la inconformidad, se debería abrir un debate entre el trío de jurados y los 44 escritores; sería un excelente ejercicio de diálogo propositivo y de verdadera democracia. Me parece que el mismo dramaturgo Víctor Hugo Rascón Banda estaría de acuerdo con esta propuesta.

Tras el escándalo suscitado –escándalo que no trascendió más allá del pequeño gremio teatral y las redes sociales, por supuesto-, ¿no será hora de cuestionar a los jurados y a los que otorgan premios y becas, por ejemplo? Algunos han expresado que se dé fin a este tipo de concursos, lo cual me parece incorrecto ya que es un excelente estímulo y un reconocimiento para los creadores. Más bien creo que urge transparentar, democratizar y volver a reglamentar las instituciones culturales como las Secretarías de Cultura federal y estatales, el FONCA (Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, el SNCA (Sistema Nacional de Creadores Artísticos) e IBERESCENA. Mucho he escrito al respecto y aquí lo reitero: esas dependencias gubernamentales han sido secuestradas por una mafia donde un grupete se reparte los recursos que provienen de los impuestos de los mexicanos; se premian entre ellos, se becan entre ellos y excluyen a todos los que están fuera del sistema.

Hoy que vivimos una nueva etapa en México, debido a la llegada de Andrés Manuel López Obrador a la presidencia, esperemos que terminen los profundos vicios que se han enquistado en las instituciones, que esa elite cultural que se ha entronado, aprovechado y beneficiado ad nauseam dé paso a otros creadores que necesitan y merecen diversos apoyos. Así como vienen aires nuevos para el país, ojalá vengan otros propicios para la cultura y las artes, donde quepan todos y no solo unos cuantos.

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