El Parque Revolución se ha convertido en el nuevo “centro cultural” de Guadalajara, cada sábado cientos de personas instalan sus puestos de negocio todo el día. No sólo se trata de venta de productos, también existen actividades culturales como bailes o toquines musicales.
Cada uno de los negocios cuenta una historia, en esta nota recolectamos la historia de seis mujeres que han decidido tomar el espacio para poder tener un ingreso era y a su vez, hacer comunidad entre ellas. Conoce su historia.
Por Aletse Torres Flores / @aletse1799 / @ZonaDocs
Antes de que se asome el sol, a las ocho de la mañana empiezan a llegar personas al Parque Revolución o “Parque Rojo”, colocando sus negocios autogestivos en las instalaciones de este lugar, ubicado en el municipio de Guadalajara, Jalisco.
Poco a poco comienza a tomar color y forma “El Rojo”, con establecimientos de ropa de segunda mano, “kittychelas”, arte feminista, comida casera, juguetes, artículos para la casa, joyería, entre otras cosas.
Este parque se ha convertido en un espacio para la venta o trueque de diversos productos, así como el punto de encuentro de acciones culturales como: talleres de bordado, toquines de música o grupos de baile.
Pila tiene 60 años, y ha establecido desde hace unos meses su negocio en el parque, en el cual vende artesanías como collares o pulseras y, en ocasiones, también oferta antigüedades, tapetes, cuarzos y “novedades” para toda persona que asista.
La posibilidad de tener su negocio en un espacio público y transitado, ha significado un ingreso extra en su “bolsillo”, lo cual es un alivio para Pila porque otras ofertas laborales no consideran su perfil o son escasas.
“La verdad uno está aquí desde temprano para atender a la clientela y llevarse un dinero, porque es necesario y nunca está demás”, compartió la vendedora.
Cerca de la entrada de la estación “Juárez” del Tren Ligero está Jimena, joven de 17 años que junto con sus primas, vende mercancía colorida de papelería, artículos asiáticos con temática de Hello Kitty o de BTS.
Jimena sigue asistiendo cada fin de semana porque representa una ayuda para su familia y a su vez, el espacio es seguro y amigable. Para la joven, el parque no solo es un punto de venta, sino también, de historias, experiencias, perspectivas, de “bastante cultura”:
“Se puede convivir y cómo crear amistades aquí también, o sea, no solamente es como vender, sino también es como un estilo de vida, en el que creas redes de apoyo laborales y personales muy distintas”.
En la banqueta de enfrente, está el bazar “Mestiza” donde trabaja Miranda, quien desde hace un año ofrece piezas de ropa vintage de segunda mano o reparadas. Ella comenzó en línea, pero conforme pasó el tiempo probó su “suerte” en el parque.
“Nos daba miedo, pero luego dijimos, no perdemos nada y justo estuvo muy bien, porque pues la neta está el ambiente como muy padre. Te sientes muy en confianza, muy bien y la verdad te sientes muy apoyado”.
Miranda señaló que debido a la pandemia de COVID-19 muchas personas se quedaron sin empleo o bajaron sus ingresos; por ello, es primordial la construcción de estos lugares, para aumentar la economía local y oportunidades laborales.
Daniela, no es de Guadalajara, pero decidió asistir al parque porque una de sus amigas se lo recomendó. La joven comentó que en su ciudad no hay espacios así que impulsen la economía local y a su vez, aumente la cultura:
“Estos espacios están como chidos, porque también son como culturales como dicen encuentran un montón de cositas, que luego uno no necesita, pero si quieren no, pues yo creo que sí igual pues es una oportunidad para otras personas en hacer sus negocios”.
Otro puesto de ropa es el de Yutxil, madre de 45 años que recolecta gorras, bolsas y variedad de “chacharitas”. La madre siempre se ha caracterizado por construir nuevos emprendimientos, esto debido a que se le ha dificultado conseguir un trabajo y cuidar a sus dos hijos.
Yutxil comparte que tener estos espacios le proporcionan un ingreso para el cuidado de sus hijos y el propio:
“Soy mamá soltera, con este tipo de emprendimientos tengo la disponibilidad de estar al pendiente de mis hijos, claro, claro, y todo nuestro trabajo contribuye a la economía de uno y de la sociedad”.
Como dato, las mujeres emprendedoras informales representan el 82% del grupo de 5.2 millones de mujeres emprendedoras en todo el país, esto de acuerdo al Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO).
“Los Jr” es el nombre del puesto de tacos de canasta lonches y agua fresca de Olga, mujer de 72 años que puntualizó que todo son hechos por ella con cariño y la “mejor” calidad.
Desde hace cinco meses la emprendedora decidió vender su comida, puesto que le ha sido difícil conseguir trabajo u otros ingresos que le permitan cubrir los gastos de su casa y ayudar a sus hijos que siguen estudiando.
“La verdad es que nos ayuda mucho que no esté privatizado aquí, que no nos quiten y hasta se animen a comprarnos. Mi comida es muy rica, siempre regresan por más” compartió Olga.
Otra persona que decidió asistir fue Johana, quien explicó que este tipo de espacios impulsan negocios que, en ocasiones, están en las redes sociales y no tienen el ingreso suficiente para pagar un local y con el centro, logran tenerlo.
Con tonalidades de rosado en un puesto se encuentra Miroslava, quien se ha hecho famosa en redes sociales y en el “Rojo”, por vender Coca-Cola en bolsita, pero con la temática de Hello Kitty rosita.
Este emprendimiento es de hace siete meses, no obstante, lleva dos años vendiendo otros artículos en el parque, como utensilios mexicanos. La joven señaló que toda su vida ha sido “freelance”, por lo cual oportunidades como el centro cultural le han permitido sustentar sus gastos y tener independencia económica.
“…creo que es lo más importante que como mujeres podemos independizarnos, comprarnos nuestras cosas y pues qué padre que pues allá esos espacios para vender, podemos tejer redes”, expresó Miroslava.
Cada una de las emprendedoras, invita a la población a asistir al centro cultural, ya que no solo encontrarán ropa o comida, sino también un poco de la cultura de todas las personas vendedoras. Además, apoyan la economía local de ellas y de todas las mujeres que habitan “El Rojo”.
“Es imposible aburrirse por acá, la verdad es que ojalá todos pudieran venir al menos una vez” finalizó Pila.