Opinión: Karen Castillo/@karencitatacha
Fue el 25 de septiembre del 2021, cuando un grupo de madres de víctimas de feminicidio y de desaparición forzada, así como mujeres de Pueblos Originarios, y jóvenes activistas, colocaron la estatua de una mujer con el puño levantado hacia el cielo en el espacio en donde se encontraba la estatua del colonizador Cristóbal Colón.
La glorieta fue renombrada por el grupo de mujeres como “La Glorieta de las Mujeres que Luchan”, en las vallas que las rodean pintaron los nombres de mujeres referentes de la lucha por los derechos humanos y la justicia social en México; nombres de mujeres víctimas de la Guerra Sucia, nombres de periodistas asesinadas, nombres de madres de víctimas de feminicidio que llevan años exigiendo justicia.
Desde entonces, la Glorieta de las Mujeres que Luchan se convirtió en un espacio de alto valor simbólico para el movimiento feminista y para otros movimientos sociales, en sus jardines se han realizado mítines, performances, y actividades que tienen como fin visibilizar la violencia en contra de mujeres y niñas, así como la impunidad que permea al país.
Uno pensaría, que el Gobierno de Claudia Sheinbaum, que se denomina como un gobierno de izquierda y en favor de los derechos humanos y de las mujeres y niñas, entendería el valor de este espacio. Sin embargo, los intentos por desmantelar el espacio no se han detenido desde que el día en que la Glorieta fue apropiada por el grupo de mujeres “Antimonumentas, Vivas Nos Queremos.”
Los nombres en las vallas han sido cubiertos con pintura, los tendederos han sido cortados y destruidos, las placas en el Jardín de la Memoria que dan contexto sobre el espacio han sido derrumbados, y el pasado 23 de junio, el Subsecretario de Gobierno de la CDMX, dijo estar en contacto con mujeres de la Glorieta para acordar la reubicación de la pieza; información que ha sido rotundamente negada por las mujeres que la custodian.
¿Por qué el gobierno de Claudia Sheinbaum se empeña en querer desmantelar el espacio que ha sido construido por víctimas y sus familiares? ¿Qué amenaza representa este espacio para la gobierna de la cuarta transformación?
Mi respuesta a estas preguntas, se resume es una palabra, una muy poderosa que ha incomodado a gobiernos autoritarios en todo el mundo y en cualquier época: memoria.
La memoria es una forma de resistencia que se construye desde abajo, desde el Pueblo. La memoria recuerda a los muertos, a los desaparecidos, a los encarcelados y asesinados que son borrados en los libros oficiales de historia y en los discursos de Presidentes y políticos.
La memoria es la que resiste ante la pugna del Estado por apropiarse de discursos, frases, símbolos y personajes que han luchado por la dignidad, para después regurgitarlos en forma de logos, estatuas y actos apolíticos que tienen como fin construir la “historia” oficial de un Pueblo.
López Obrador, Claudia Sheinbaum, Jesús Cuevas, son excelentes en su esfuerzo por apropiarse de estos elementos. Un ejemplo, es ver a diario a López Obrador, con fuertes tendencias neoliberales y de derecha, hablando en la mañanera con la imagen de Flores Magón detrás de él. Cualquiera que ha leído poco sobre el anarquista que prefirió morir en prisión en vez de retractarse por sus ideas en contra del régimen porfirista, se ríe ante la escena.
Otro ejemplo es el acto vergonzoso durante la apertura de archivos militares por la Comisión de la Verdad y Esclarecimiento Histórico, en el cual no sólo se otorgó la palabra al cuerpo militar responsable de las desapariciones, tortura, y asesinatos de jóvenes hombres y mujeres militantes de izquierda; sino que además se buscó incluirlos como parte de los agravados.
El esfuerzo por apropiarse de la memoria no pudo ser más claro, en la historia oficial de la cuarta trasformación- que le ha otorgado al cuerpo militar poder, recursos, y tareas que sólo pueden ser descritos con la palabra militarización- los militares no cometen crímenes de lesa humanidad.
No es sorpresa entonces que, Claudia Sheinbaum, busque borrar cualquier acto de memoria que no pueda apropiarse, utilizar y regurgitar en su ya iniciada campaña presidencial.
La Glorita de las Mujeres que Luchan, un espacio tomado y creado desde las mujeres del pueblo y fuera de todo acto y discurso oficial, representa una amenaza a la historia oficial que la cuarta transformación busca reescribir.
La Glorieta es, además, símbolo de la lucha actual, un lugar que recuerda que, en México, las mujeres siguen siendo asesinadas, que a las periodistas se les mata por contar la verdad, que a las activistas jóvenes se les criminaliza por salir a marchar, y que las madres siguen buscando justicia por su cuenta y con sus recursos.
La Glorieta es ciertamente una piedra en el zapato de Claudia, así como lo son las jóvenes que salen a pintar y rayar cada muro de la ciudad mostrando la inconformidad con el gobierno actual. Ellas, son recordatorio que, pese a la narrativa del gobierno, aún hay una crisis de desapariciones, feminicidios, explotación sexual infantil, y homicidios a nivel nacional.
Mientras tanto, las mujeres que custodian las Glorieta han declarado que, pese a los intentos oficiales por desmantelar el espacio, la Glorieta se queda; y con ella el recordatorio de que en México las mujeres están en pie de lucha.