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¡Hasta siempre hormiguita buscadora!

¡Hasta siempre hormiguita buscadora!

A causa de un accidente laboral, el buscador Mario Vergara falleció la tarde del 18 de mayo en Huitzuco, Guerrero. Mario Vergara, a quien con cariño también le llamaban “La Hormiguita”, fue uno de los más reconocidos buscadores del país.

Desde 2012 emprendió la búsqueda de su hermano Tomás Vergara Hernández “Tommy”, quien fue desaparecido el 5 de julio de ese año.

Por Darwin Franco / @DarwinFranco / @ZonaDocs

“Yo soy Mario Vergara, la Hormiguita de Huitzuco, y busco a mi hermano Tomy, quien fue secuestrado el 5 de julio de 2012 en Huitzuco, Guerrero, y hasta el día de hoy es un desaparecido”, estas palabras solía pronunciarlas Mario Vergara al inicio de todos los videos que subió a la página de Facebook “Buscando a Tommy“, o cuando en alguna búsqueda en campo era entrevistado.
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Incluso, hace un par de días, Mario volvió a decirlo cuando subió un nuevo video solicitando ayuda para identificar a una mujer que había sido localizada sin vida. El nombre de esta mujer era Lesly Martínez, quien fue reportada como desaparecida desde el 30 de abril de 2023 en la Ciudad de México.

Por ello, el anunció de su muerte cayó como un balde de agua fría entre la comunidad buscadora del país. La confirmación de su muerte se dio mediante comunicados emitidos por diversos colectivos, como Familiares en Búsqueda María Herrera, la Red de Enlaces Nacionales y la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, espacios en los que Mario participó de manera activa.

“Lamentamos con mucho dolor informar el fallecimiento de nuestro querido y apreciado compañero buscador Mario Vergara, quien falleció el día de hoy a causa de un accidente laboral en la recicladora donde trabajaba.

Desde Familiares en Búsqueda María Herrera, la Red de Enlaces Nacionales y la Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas enviamos un abrazo y nuestro más sentido pésame a toda la familia Vergara, así como a todas las personas que tuvimos la oportunidad de caminar junto a él en la búsqueda de Tomas Vergara y de muchas familias que como él buscaban a sus seres queridos desaparecidos.

A nuestro amigo Mario Vergara, decirle que nos hará falta toda la vida en este caminar de justicia, verdad y memoria, seguiremos hasta encontrar a Tomy, a todas y todos los desaparecidos. *¡Hasta Encontrarles! ¡Hasta siempre Hormiga Atómica!”.

El apodo de “La Hormiguita” se lo ganó a pulso porque, desde que su hermano Tomás Vergara Hernández, de 39 años, fue desaparecido el 5 de julio de 2012 en el municipio de Huitzuco, Guerrero, él no paró de buscarlo en cuanto sitio le fue posible hacerlo.

A continuación se reproduce un fragmento de la entrevista que sostuve con él para la investigación denominada Tecnologías de la Esperanza (Tintable, 2022), libro que habla de la manera en que las familias buscadoras se apropian de la tecnología para buscar a sus seres queridos desaparecidos.

En esta entrevista Mario nos cuenta su recorrido para buscar a Tommy.

Mario, como una hormiga, no solo aprendió a abrir brechas y caminos, sino que también comprendió lo que implica cargar sobre sus hombros el peso de la ausencia y la responsabilidad de encabezar no sólo la búsqueda de su hermano, si no la de todas y todos los desaparecidos que ha ido conociendo mediante las historias que le han contado sus familiares en los años en que anduvo yendo de un lado a otro para buscar a todas las personas que hoy nos faltan

El toparse con el horror y buscar la manera de explicarse no sólo aquello que se ve sino también todo aquello que imaginaba en su mente fue para Mario una de las experiencias más difíciles. Él considera que “ser como una hormiguita” le permitió abrir brechas al interior de su mente y corazón, no para obviar u olvidar el horror que ha visto, sino para aprender a nombrar la violencia que ha encontrado en las fosas. Nombrar el horror, para él, implicó recuperar la potencia que le fue arrebatada cuando se llevaron a Tomy y aquella que perdió cuando no pudo buscarlo:

“Esa primera experiencia me cambió para siempre, pero lejos de quedarme quieto, lo que hice fue caminar durante ocho meses en los cerros encontrando cuerpos, viendo las técnicas del gobierno y mejorándolas. Hoy en día puedo decir con toda seguridad que puedo retar a cualquier institución a buscar cuerpos en campo y no nos ganan, pues yo me he preparado, he aprendido cosas que no sabía y no tendría por qué saber, ya que para eso está el gobierno, para eso están los especialistas de este país, pero que yo lo tuve que aprender porque si no lo hacía, nadie más lo haría por mi familia”.

Ahí se articula una doble necesidad para apropiarse de los saberes y las tecnologías necesarias para emprender la búsqueda de un ser querido desaparecido; primero, porque se reconoce que las autoridades no harán su trabajo y, segundo, porque se asume que esa inacción recaerá únicamente en quienes aman a la o el desaparecido:

“Yo en lo único que era bueno antes era en repartir cerveza, yo siempre había presumido que tenía un doctorado en repartir cervezas, en mi pueblo ese era mi trabajo: repartir cervezas a domicilio. Me echaban una llamada por teléfono y yo repartía mi cerveza o hacía mandados en moto y era muy bueno. Pero ahora tuve que aprender muchas cosas porque vi que los especialistas que buscaban a nuestros familiares eran personas que habían acabado una carrera en una universidad y de ahí los mandaron al campo, pero en realidad sabían muy poco de cómo buscar o caminar el cerro”.

Recuerdo a un antropólogo de la PGR en Coahuila, pues acompañé allá una búsqueda con el Grupo V.I.D.A. y con mi maestra Silvia, que me dijo: “¿pero tú qué estudios tienes?, ¿tú qué sabes de esto?”, yo le respondí: “no tengo ningún estudio y no sé nada de eso, pero sí sé caminar bajo un sol intenso y les gano a todos ustedes, pero no tengo ningún estudio, no me sé ni los nombres de los huesos ni nada, pero soy muy bueno para caminar y te puedo localizar cualquier hueso” (Mario Vergara, miembro de la Brigada Nacional de Búsqueda).

Esa experiencia hizo que Mario también fortaleciera la parte teórica de su búsqueda:

“Llegando de Coahuila a mi pueblo, lo primero que hice fue comprarme una lámina, que hasta el día de hoy conservo, y ahí vi los 214 huesos que tiene el cuerpo, los 32 dientes que puede tener una persona si no se le ha extraído ni uno y aprendí las formas de los huesos porque en una búsqueda que hicimos rumbo a Chilpancingo, encontramos unos huesos, yo le hablé al mp (Ministerio Público): “licenciado Edmundo, venga por favor, mire aquí hay estos huesos”, él dijo: “deja le pregunto al antropólogo, pues yo no sé decirte si son de personas o no”, así que vino el antropólogo y nos dijo: “no, no son de personas, son de animal”.

“Unas semanas después, el Comité Internacional de la Cruz Roja nos dio un taller de huesos calcificados en la Ciudad de México, entonces, ahora recuerdo bien el hueso que habíamos encontrado y sé que era el omóplato porque tiene como forma de cenicero, ese era el hueso que un experto nos dijo que no era de una persona… Ahí comprobé, una vez más, que las autoridades mienten y fue por eso que yo me compré mi lámina de huesos, así yo ya sé que el hueso más largo que tenemos es el fémur; que tenemos 24 costillas: 12 izquierdas y 12 derechas, y que tenemos 33 vértebras, las primeras siete vértebras son cervicales, todo eso tuve que aprender para que no me siguieran engañando”.

Aprender a reconocer en campo lo que se ha aprendido en láminas, libros o cursos que les son otorgados por organizaciones civiles de derechos humanos, nacionales e internacionales, es vital para que las familias puedan estar preparadas para las búsquedas que, si bien encabezan, son realizadas en compañía de autoridades ministeriales, pues éstas son las únicas facultadas para hacer el levantamiento de los cuerpos o restos humanos localizados en cualquier fosa clandestina.

Pero tener este saber, como precisó Mario, implica para las familias no aceptar una mentira o una mala interpretación de lo que encuentra en campo, pues dar por descartado algo puede implicar “el desaparecer una vez más a una persona”. De ahí que el compromiso que él aceptó consigo mismo fue ser más cuidadoso en sus búsquedas para no dañar ninguna evidencia, así como no aceptar lo que dicen las autoridades cuando es claro que están en un error:

“Una vez, una procuradora nos dijo que tenía un equipo especializado de búsqueda para encontrar a nuestros familiares, pero yo que subía todos los días a los cerros le dije: “oiga, usted no tiene un equipo especializado de búsqueda, eso es una mentira. Usted tiene un equipo especializado para levantar los restos que nosotros encontramos, pues nosotros somos los que encontramos los cuerpos y no su equipo especializado, su equipo especializado es solo para levantar los cuerpos, no para buscarlos”.

Buscar, encontrar, exhumar e identificar —como Mario señala— se convierten en acciones forenses que las familias buscadoras han comenzado a dominar para saber hasta dónde sí pueden y hasta dónde ya no les alcanzan sus competencias. Por ello, es que asumen la tarea de buscar con la confianza de que las autoridades harán el resto del proceso, aunque la realidad también les ha hecho ver que esto no es siempre así, pues el país atraviesa una crisis forense que tiene más de 45 mil cuerpos de personas fallecidas a las cuales no se les ha devuelto su identidad.

Es este adverso panorama el que propicia el desarrolló de técnicas y tecnologías de búsqueda, tal y como describe Mario al contar cómo fue que creó el tipo de varilla que él emplea en sus búsquedas:

“Al ver a la autoridad me di cuenta de que ellos usaban una varilla con pico y tal cual la enterraban, pero casi siempre se pandeaba porque era delgada. De estarlos observando me di cuenta de que esa varilla, por muy fuerte que fuera la persona o el soldado que la usara, solo la enterraban unos 20 centímetros y nuestros desaparecidos están por lo menos a 60 centímetros, entonces, había 40 centímetros donde no entraba la varilla y por eso no los encontraban”.

“Así que comencé a dibujar y pensar cómo hacer una mejor varilla, ahí en el pueblo había herreros, uno de ellos es mi compa, así que le platiqué la idea: “Ñoñito, quiero que me hagas esta varilla, pero quiero que le pongas una rueda para que yo use un marrito y le pegue y la meta y la pueda sacar”. Entonces, él me la hizo y yo empecé a usar mi varilla con una rueda y al golpearla con un marro iba sintiendo cuando la tierra era floja, pues los especialistas dicen que, cuando hay una persona enterrada, la tierra es floja y yo dije: “bueno, sí es floja cuando tiene pocos días de enterrado, pero cuando pasan años (porque en Iguala ya eran fosas de años) se pone dura la tierra”. Así que de la autoridad al verla dura rápidamente decían: “no es aquí, no hay nada”, pero ya con mi varilla yo les decía que sí había algo y resultó que con esa varilla y técnica encontramos muchas fosas de años. Con eso ya pudimos hacer un trabajo más cuidadoso pues, al principio, por no conocer las leyes, usábamos el pico y la pala, pero luego ya nos dijeron que no podríamos escarbar así porque estábamos contaminando la escena del crimen y alterándola”.

Al introducir esa varilla, Mario aprendió que debía de oler la punta que introducía en la tierra para corroborar la presencia de olores putrefactos, los cuales le podrían dar un indicio más de que ahí pudiese existir una inhumación clandestina. Con ello, Mario sumó un aprendizaje más: el diferenciar e identificar olores fétidos para encontrar con más precisión una fosa clandestina.

(…)

La “Hormiguita Atómica”, como también Mario se autonombra, se ha convertido en un referente para la búsqueda de las y los desaparecidos en México. Su labor ha sido fundamental para buscar a Los Otros Desaparecidos de Iguala, pero también a todas y todos aquellos a los que se pretende encontrar en las Brigadas Nacionales de Búsqueda, acción colectiva que se creó ante la inoperancia e indolencia de un Estado que no busca a quienes han sido desaparecidos. Pero quienes sí lo hacen forman parte de esa colectividad de hormigas que fosa a fosa abren camino a la verdad y la esperanza de que un día Tomy y los miles de desaparecidos aparezcan.

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Descanse en paz, Mario Vergara “La Hormiguita Buscadora”.

 

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