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Hip Hop, Los Chikos del Maíz y el “estar a la escucha” de Jean-Luc Nancy

Fotografías de Michelle Freyria.

Por Hermann Omar Amaya Velasco

Universidad de Guadalajara

A Jean-Luc Nancy lo conocí en 2012, no puedo decir que fuimos amigos, sólo tomaba sus clases semanales en el Colegio Internacional de Filosofía. Me intrigaba su libro Corpus, uno de esos textos que hay que leer y releer para alcanzar a encontrar un sentido; entre mi asistencia regular y los diálogos que sostuvimos logramos reconocernos, nos saludábamos al final de sus clases y a veces prolongamos su curso con charlas afuera del edificio, sobre la rue Descartes.

Hoy recuerdo a mi profesor, sobre todo una de aquellas conversaciones que tuvimos al final de su clase, afuera del instituto, como unos peripatéticos a punto de despedirse en los alrededores del Panteón. Esa noche hablamos de Hip Hop, de lo que significa escuchar y de su tesis, provocadora, de “estar a la escucha”, –alejada de la frase estereotipada y condescendiente de quienes sostienen estar a la escucha de los niños, de las mujeres, del barrio–, como una capacidad perceptiva que pone en juego al ser mismo; “hay registros sonoros –me aclaraba–, hay tonalidades que permiten reconocer la existencia, y un modo de existencia dedicado a la escucha, que se forma en ella, porque se escucha con todo el ser”.

Fotografías de Michelle Freyria.

Y es que el viernes 17 de noviembre, en el Anexo Independencia, en Guadalajara, cantaron los Chikos del Maíz, una agrupación valenciana de Rap, su concierto me hizo revivir aquella conversación. ¿Qué es una tonalidad ontológica? ¿Qué es un ser consagrado a la escucha? ¿Cómo se escucha con todo el ser?, me preguntaba, invadido por una atmósfera de tonos insistentes, repetitivos, que parecían rebotar lúdicamente entre las paredes, el techo y el suelo del foro cercano a la Calzada Independencia.

Fotografías de Michelle Freyria.

El Rap de los Chikos del Maíz es contestatario, compuesto de letras políticas, con una crítica a la barbarie de los sistemas capitalistas contemporáneos, parece ya no preocuparse por sostener una rima en su métrica, está cargada de sátira, de humor negro y referencias constantes a la literatura, al cine, a la cultura pop, a los movimientos sociales y a las luchas sindicales.

¿Cómo se escucha con todo el ser?, me vuelvo a preguntar. Al final, estar a la escucha es una actividad que involucra una disposición, una apertura de un sujeto a captar el sentido de algo, es estar tendido sobre un sentido de lo posible. Escuchamos lo que pueda surgir del silencio, como estar a la espera de aquello que puede darnos una señal o un sentido, y escuchamos eso que llamamos música.

La música también es una producción de sentidos posibles, y el Hip Hop, ese género que clama una identidad individual, compuesta por una jerga reconstruida en los barrios, son ritmos y mezclas remasterizadas cantadas con la totalidad del cuerpo y adquieren sentido en el cuerpo del otro que escucha.

Cantamos por el paria, el jornalero y el operario,
la soñadora y el militante revolucionario […]
Por la que limpia escalera, por el que sube andamios,
por el que muere en el mediterráneo […]
Por Chirbes y Bolaño y las filósofas […]
Toda esa gente maravillosa
que ayer viva en un armario y hoy celebra el orgullo.
Queremos la belleza, no las sobras. […]
Cantamos por que el grito no es bastante.

 

Así cantan Los Chikos del Maíz su rap antifascista y así reparten su sonoridad militante. Y estar a la escucha, esa disposición que Nancy intentó explicarme aquella nochepienso que está asociada con esta capacidad de apertura que es necesario poner a disposición para comprender el sentido de lo escuchado.

En el Rap, como en otros géneros musicales y en la diversidad de sonidos cotidianos, somos capaces de reconocer nuestra existencia, pero no siempre estamos dispuestos a escucharnos, de ahí que sólo sea una modalidad de existencia, una variable, una posibilidad de existir. En el Flow del Hip Hop se configura el sentido del sonido, el flujo y la cadencia se encarna en individualidades concretas, en cuerpos particulares que reconocen una identidad y en una articulación de sentidos compartidos, que resuenan en un espacio común, exterior e interior.

Sonar es vibrar, es vibrar consigo mismo, desde el interior, y al mismo tiempo es extenderse en las ramificaciones sonoras que vienen desde fuera, es revolverse con las vibraciones de sonidos exteriores que nos hacen comunicarnos con nuestra intimidad más profunda y al mismo tiempo, nos pone fuera de sí. “Estar a la escucha” es escucharnos con todo el ser.

Fotografías de Michelle Freyria.

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