Por Max González Reyes
Este 2024 es un año electoral, por lo mismo estamos abrumados de anuncios y propaganda de los partidos políticos. Como ya es conocido, desde hace meses las principales fuerzas político-electorales se fusionaron en sus respectivas alianzas para formar dos bloques que son los que conforman las coaliciones que se presentarán en las boletas en el próximo junio, y ya definieron a sus respectivas candidatas presidenciales. Mención aparte merece Movimiento Ciudadano (MC) quien decidió competir solo, lo cual hará que su participación sea sólo para no perder el registro pues en realidad no tiene para ser protagonista en la contienda.
Es claro que en la medida en que se acerque el día de la jornada electoral la sociedad se empezará a inclinar a favor y en contra de una u otra candidata. Desde ahora ya se empiezan a ver las diferentes posturas en torno a quién presidirá al país en el próximo sexenio 2024-2030.
Aunado a lo anterior, el hoy mandatario Andrés Manuel López Obrador está involucrado en el proceso electoral de este año. Las veinte reformas, 18 a la constitución y 2 a leyes generales, que recién mandó a la Cámara de Diputados son un cúmulo de iniciativas que delinean un proyecto de nación que excede este sexenio; el mandatario da un mensaje a quien resulte ganadora en los próximos comicios. Por ello, quien más debe estar preocupado que se aprueben estas propuestas es el que resulte triunfadora porque ya estará establecida la línea que deberá seguir.
El presidente López Obrador pretende dejar una huella de su sexenio por lo que quien lo reemplace tendrá que hacer nuevamente reformas a la Constitución para borrar su legado. Sin embargo, es probable que la mayoría de estas reformas no pasen porque, entre otras cosas, porque varias de ellas ya fueron presentadas y rechazadas, aunado a que en medio de un proceso electoral no hay el tiempo suficiente pues el periodo ordinario del Congreso de la Unión termina en abril, es decir tienen tres meses, por lo que es muy probable que no dé tiempo para analizar y aprobar todo el paquete de iniciativas que mandó. No obstante, el presidente insiste en su plan y en dejar legado más allá de su sexenio.
El presidente no deja de insistir. Con esa misma posición, polariza con sus declaraciones. Lejos de mantenerse al margen y dejar que sean las candidatas quienes asuman sus propias posturas, el mandatario insiste cada vez que puede en posicionar a Claudia Sheinbaum y desprestigiar a Xóchitl Gálvez. Por lo visto en las diversas encuestas publicadas hasta el momento, es innegable que Sheinbaum lleva amplia ventaja, pero es probable que conforme vayan avanzando los meses y el desarrollo de las campañas esa ventaja se vaya reduciendo. Al día de hoy no se puede saber si eso le alcance a la alianza opositora para desplazar a la candidata del oficialismo, pero es casi seguro que se reduzca el porcentaje con el que arrancan formalmente las campañas.
Al presentar sus reformas, el presidente mencionó que pretende tener un país como el de los años setenta, cuando el PRI cubría todos los espacios de la vida política. Con sus iniciativas pretende regresar a México al nacionalismo revolucionario del viejo PRI. Eso lo refleja su propuesta de eliminar los plurinominales. Sólo por poner un botón de muestra: en 1991, en la LV Legislatura el Senado estaba integrado por 64 senadores de mayoría relativa; de ellos, 61 eran del PRI; 2 del PRD y 1 del PAN; es decir, 95% del pleno era controlado por el PRI, quien en ese entonces tenía la presidencia de la República. En esencia, eso es lo que pretende López Obrador. Con esta propuesta, lo que busca el actual mandatario es consolidar su Plan C, dejando casi al margen a la oposición. Hay que recordar que fórmula de los plurinominales permite el ingreso de minorías políticas al Congreso, en buena medida para que no haya sobre representación de un solo partido político. Con la propuesta presidencial en esta materia, lo que busca es reducir a lo más mínimo a la oposición. Aunado a ello, pretende que sea el gobierno quien controle los procesos electorales al suprimir al organismo encargado de la organización de las elecciones. Ambas propuestas funcionaban en México en la época del presidencialismo priista, además que son de las que ya fueron rechazadas.
Como ha sido durante todo su sexenio, el presidente pretende que no le roben reflectores: no quiere ser desplazado por las campañas electorales ni por las candidatas. Una regla no escrita dentro del sistema político mexicano era que una vez que empiezan a despuntar los candidatos presidenciales, el presidente en turno se ponía en un segundo plano para dar paso a su relevo; reducía sus actividades y no se dejaba ver a la prensa; pero este presidente quiere ser protagonista hasta el último día de su mandato. Desde luego, no dejará de hacer sus conferencias mañaneras y desde ahí seguirá acaparando los reflectores. El anuncio de sus reformas es el reflejo de que busca ser el centro del debate político. Es sabido que al presidente ha vivido en medio del debate, de la polémica, de la discusión. Es en esa arena donde se siente mejor y no la dejará hasta el momento que entregue la banda presidencial en octubre de este año.
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