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La crisis en el SITUAM…

Enrique G. Gallegos

Las teorías políticas sostienen que toda organización política, social, gremial y sindical tiene fases de surgimiento, desarrollo, consolidación, crisis y muerte. Ciertamente la muerte y crisis puede suceder en cualquiera de esas fases. Ni los grandes imperios del pasado han podido escapar a esa fatalidad. Las crisis de una organización política no sólo son provocadas por sus adversarios y enemigos, no sólo son producto de las luchas externas que terminan por avasallarla, sino también tienen la génesis en sus mismas entrañas y las mil maneras en que las organizaciones suelen autodevorarse. Primero se comen un pie, luego el otro; después las manos y los ojos. De esa manera, la organización queda coja, inmóvil y tuerta: no camina, no ve, no siente; pero sobre todo ya no escucha la tragedia que sube desde sus entrañas con el rumor de destrucción.

Una organización coja, tuerta y sorda confunde al abajo con el arriba, la izquierda con la derecha, el amigo con el enemigo, el compañero con el antagonista, el interés colectivo con el personal, el canto con el grito, la praxis política con la fobias, las diferencias políticas con las aversiones, la política con el supermercado.  De esa manera, los enemigos de la organización no tienen que hacer gran cosa para neutralizarla y, de ser posible, destruirla. Quizá comprar palomitas y sentarse a ver el triste espectáculo de la autodevoración.

Algo así le pasa al SITUAM. No es de hoy; lleva ya varios años en esa situación. El SITUAM está en crisis. Quienes estudiamos teóricamente los fenómenos sociales sabemos que las crisis son multifactoriales y suelen ser dialécticas, contradictorias, multívocas y enredadas. ¿En qué momento los compañeros militantes se volvieron patológicos enemigos?, ¿en qué momento se combate con mayor fuerza al compañero de trinchera que a la patronal? En esta crisis, la responsabilidad del simple afiliado no es la misma que la del secretario general o la de los integrantes del comité y las comisiones, ni es la misma que la de los delegados o la de los que ejercen algún tipo de liderazgo. Empero, el barco es el mismo y es fundamental empujar desde abajo en la dirección correcta. El triste espectáculo de los últimos Congresos fue una muestra de esa crisis. Evidentemente no fue la primera vez ni inició ahí; tiene años en los que los congresos se tornan espacios para sainetes, descalificaciones, bravatas, gritos, agresiones, violencias de diversa intensidad, entorpecimientos, puesta en juego de intereses privados y bajas maniobras.  Los comités ejecutivos de los últimos lustros también son ejemplo de ello: fracturas, pugnas internas, destituciones, renuncias, acusaciones de corrupción, malos manejos, uso faccioso del las cuotas y los recursos, riñas internas y externas. Y los comités no salen de la nada: expresan ciertas constantes, hábitos, prácticas, formas de praxis, estar y ver el mundo. Expresan un “cultura política” y abrevan en ella. Y no de la mejor.

¿Qué hacer? —Se preguntaba el más grande estratega que ha existido en el siglo XX en un célebre escrito homónimo. ¿Qué hacemos? —Nos preguntamos frente a la crisis del sindicato.

Aunque no es la única explicación, ciertamente la cultura política es fundamental para comprender esa crisis. Basta asistir a los Congresos para darse una idea. Pocos debates, ideas o discusiones de fondo. El sindicato suele entrar tarde a los problemas trascendentales para la clase trabajadora universitaria y para el país; o de plano simplemente los deja pasar porque está mirando para otro lado. ¿Las contrarreformas laborales de Peña Nieto?, ¿el balance y las implicaciones que tuvo la huelga del 2019?, ¿las implicaciones laborales de la pandemia?, ¿el teletrabajo?, ¿las políticas transexenales del tope salarial y los recortes a las becas de los académicos?, ¿la manipulación de la violencia de género para perseguir a compañeros trabajadores?, ¿la articulación con otros sindicatos?, ¿la función del sindicalismo universitario en la escalada de la crisis del capital? Poco o de plano ninguna discusión. Los congresos se han convertido lastimosamente en una exhibición de gritos, agresiones, violencia, obstrucciones, aversiones mutuas, agendas ocultas y personales. Son espacios que el viejo Freud estudiaría por su despliegue catárquico y pulsión de muerte, pero que Marx rechazaría por su carácter antipolítico.  Y ya sabemos que la antipolítica ha sido el pasto de los peores regímenes y ha causado un terrible daño social y político. La cultura política interna parecería ser la antipolítica —su total antítesis. ¿Cuándo el sindicato dejó de formar cuadros políticos y fomentar la cultura política del militante y permitió que anidara el huevo de la serpiente? (y habría que reflexionar hasta dónde la crisis en el sindicato no es expresión hasta cierto punto de la degradación que existe en ciertos espacios de la misma UAM).

Si a la antipolítica le sumamos que el sindicalismo y la clase trabajadora no viven su mejor momento desde las contrarreformas neoliberales de los años 80, el horizonte es desolador. Ejemplo de ello fue el cercenamiento de la parte académica (por la reforma al tercero constitucional y la posterior interpretación de los tribunales laborales; pero también por la carrera académica que ha hecho de académico un individualista inversor o empresario de sí); desde entonces ese elemento prácticamente ha desaparecido de las reuniones sindicales y este alejamiento también ha pesado en el cultura política. Dado que los dos sectores se complementan, esa mutilación ha llevado a una visión reducida y simplificada de la función de una universidad. Y si bien el actual gobierno ha disminuido la pobreza, aumentado los salarios mínimos y otras medidas de contención, tampoco hay que engañarse pues es un gobierno que no se preocupe por la clase trabajadora, mucho menos del sector público. La muestra de ello es la huelga que este gobierno no quiso solucionar durante casi cuatro años, golpeando a los sindicalistas del SUTNOTIMEX, integrado en su mayoría por mujeres. La acumulación del capital y en abandono de los trabajadores con salarios contractuales son sus síntomas.

Tal y como están las cosas podríamos incluso decir que lo peor no es el desgajamiento del sector académico, lo peor no es que las últimas gestiones patronales son francamente antisindicales, lo peor no es que el sindicato salió herido de la pandemia por el avance de la patronal, lo peor no es que el contexto siga siendo agresivo por la persistencia de las políticas neoliberales. Lo peor es la pésica cultura política que predomina en el sindicato. Corrijo: lo peor es que a todo lo anterior se sume una cultura, un cultivus, con los peores ingredientes: las manifestaciones de la antipolítica. Desde sus mismas entrañas se está autodevorando y degradando y no parecen darse cuenta quienes ejercen algún tipo de liderazgo o quienes están al frente de los órganos estatuarios. Para una organización, la peor crisis es aquella que surge, se desarrolla y crece en su misma interioridad porque denota la incapacidad política para tener autoconciencia política y sobreponerse; siendo tan ricos en recursos de diverso orden, la organización termina por caer desde sus mismos pies. ¿Cuánto tiempo más puede durar una organización en esa situación?

¿Qué hacer? Desde otro punto de vista, el SITUAM aún tiene grandes fortalezas. Algunas de ellas son su vida democrática y su independencia (aunque por momentos se tergiverse lo que significa independencia). Porque no hay duda que es un sindicato democrático y que resguarda con celo su independencia. De ahí que el SITUAM sea el único contrapoder a los funcionarios patronales; el único espacio para realmente contrarrestar la hegemonía patronal y su lógica empresarial-neoliberal. Democracia, independencia y capacidad combativa son de los grandes legados del sindicalismo de los años 70 cuando se fundó. A pesar de la antipolítica antes descrita, ese espíritu independiente, democrático y combativo aún pervive y la impresión es que ese pasado es una fuerza histórica viva en diferentes espacios sindicales y en el inconsciente colectivo del afiliado. Pero las organizaciones no sólo viven del pasado, sino que deben alimentar su presente. Vivir únicamente del pasado es hipotecar el presente y el futuro; vivir del rédito prestado (en el pasado) sólo es renovador y reparador si también se la abona una cantidad desde la praxis política del presente que lucha por los derechos laborales, mejores salarios y condiciones laborales y que además sabe articularse con otros movimientos sociales y sindicales; de ahí la importancia de que los delegados, los titulares de órganos estatuarios, los afiliados y los militantes hagamos un ejercicio de autocritica y se reencauce la vida política.

Reencauzar la vida política significa eliminar la antipolítica y restituir la discusión, argumentación, propuesta y participación. Reencauzar significa que cualquier diferencia que exista debe ser restituida en su carácter político y objetivo. Reencauzar implica privilegiar el oído político frente a las presuposiciones y los prejuicios. Restituir la política significa dejar de descalificar y pasar a ponderar los grandes temas que aquejan la vida sindical. Dado que las relaciones entre compañeros de lucha no deben implicar una lógica de “suma cero”, reencauzar la política significa acercar las posiciones políticas en el horizonte de lo que mejor conviene al sindicato en el marco de una estrategia y una táctica de lucha.

Si bien por el momento parece que estamos ante una crisis en el sindicato; cuando pase a crisis del sindicato las cosas se podrían poner peor. Por ello, hay que expulsar la bestia negra de la antipolítica porque si no, ella nos expulsara a nosotros.

1 COMMENT

  1. Muy equivocado tu comentario Gallegos además muy deshonesto siendo afiliado del SITUAM, hay un número importante de afiliadas y afiliados que están dando batalla con argumentos y propuestas y no se han equivocado lo grave es que son tomadas en cuenta por una minoría que es la maniobra desde las mesas. Más allá de dedicar más de dos párrafos en lamentos porque no te paras en un congreso a pedir que no se limiten los tiempos de las ponencias porque se requiere urgentemente debatir en un terreno parejo. En 3 o 5 minutos que se puede construir.?

    ¿Que hacer? Trabajar por el SITUAM.

    Es fácil escribir desde la comodidad, desde el privilegio y el desconocimiento.

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