“Nada nos humaniza tanto como la aporía, ese estado de intensa perplejidad en el que nos encontramos cuando nuestras certezas se hacen añicos; cuando, de repente, quedamos atrapadas en un punto muerto, sin poder explicar lo que ven nuestros ojos, lo que tocan nuestros dedos, lo que oyen nuestros oídos”[1].
Yanis Varoufakis
La guste a quien le guste, le quepa a quien le quepa en la cabeza, le embone a quien le embone (para recordar las finas palabras del repugnante expresidente depuesto ya por la mayoría popular y el tiempo), la cuarta transformación ha comenzado, y el menor de los problemas es reconocerlo, el menor de los problemas es la definición seudo intelectual de los opinócratas (el auto corrector propone “opino ratas” (más que curioso ¿no?), opinólogos u opinantes de la tele y los pasquines de la oligarquía, eufemística y piadosamente llamados prensa fifí.
El problema real no es tampoco si se trata de una “transformación de cuarta”, juego de palabras muy atractivo para derechistas e izquierdistas de fácil risa y verso complicado, representantes todos ellos del verdadero pueblo verdadero, ese de los libros y que en 30 años de neoliberalismo nadie conoció[2].
El problema es hasta donde puede llegar este proceso en términos de lograr derechos que hasta ahora han sido luchas aisladas; en convertir las resistencias de los pueblos y las comunidades en políticas públicas que les beneficien; hasta donde podemos llegar en la profundización de la democracia, considerando que lo que nos interesa es eso, dotar de contenidos la actual democracia burguesa, sustitutiva y vacía, es decir como democratizamos la democracia para poner al centro la dignidad de las personas y la vida del planeta, desplazando de la centralidad al frío cálculo del capital. ¿Que esto no es la real lucha contra la corrupción?
El problema es, que tanto podemos desde abajo dotar de contenidos el proceso de democratización abierto por 30 millones de personas identificadas bajo la clave nacional de mexicanas, deseosas de ver un país libre y feliz, pero me atrevo a aventurar, sin mucha claridad de hacia dónde se debe avanzar más allá de la certeza de que no hacia el neoliberalismo, hacia allá nunca más.
Desde política zombie[3]nos proponemos jugar el papel del moscardón, junto a miles de moscardones más, que de originales no tenemos nada. Ese que picotea las nalgas del corcel blanco de la república y con sus piquetes busca coletazos que den señales de vida. Señales de vida y coletazos de un corcel que requiere de reformular identidades, espacios y discusiones que pongan nuevamente sobre la mesa las propuestas alternativas al estatus quo elaboradas o por elaborarse desde el socialismo y el comunismo en un relanzamiento permanente y reformulaciones inagotables, para transformar la realidad actual; que aprenda del feminismo como un gran movimiento vivo y rico, la revolución silenciosa, profunda, paciente, contundente que transforma desde la subjetividades y la vida cotidiana, desde los espacios privados y públicos, desde el cuerpo como territorio y el trabajo reproductivo, el más difundido en nuestra sociedad y base de la producción y reproducción del capital.
En estos días que corren no podemos albergar dudas al respecto, lo personal es político, la libertad, la democracia radical, los derechos humanos, la lucha anticolonial, la lucha anti capitalista, la lucha anti patriarcal, la lucha por el cuidado del medio ambiente, por la reconciliación con la madre tierra, por el respeto de la vida, deben ser los contenidos de la transformación que clama nuestra patria, nuestra América y la actualidad de la humanidad en su trágica historia, son los contenidos de una nueva república, entendiendo la patria como la gente que compone nuestro plural y multicultural pueblo, entendiendo República como un nuevo régimen político donde nadie mantiene privilegios de ningún tipo y reina la justa ley de la libertad.
La cosa es; hasta dónde podemos llevar, desde abajo, esta Cuarta Transformación de la vida publica del País, hasta dónde alcanzan nuestros horizontes una vez abierta la ventana por nuestro noble pueblo y el presidente de la república Andrés Manuel López Obrador.
[1] Yanis Varoufakis, El minotauro global, Crítica, México, 2015, p. 19.
[2] Me atrevo a suponer que una enorme mayoría de quienes lucharon diariamente durante la noche neoliberal codo con codo con el sindicalismo democrático, el movimiento campesino e indígena, así como las múltiples articulaciones y convergencias antineoliberales que se construyeron una tras otra sin cuajar en un bloque de poder capaz de disputar la dirección de la nación, votaron por el candidato de Morena el 1 de julio de este año.
[3] Zombie es la política de lo muerto en contra de lo vivo, del capital en contra del trabajo, de la opresión en contra de la libertad, a la cual se contrapone otra forma de hacer política de la cual sólo tenemos atisbos en los mejores momentos de nuestras vidas, quizá cuando una niña comparte sus juguetes con otra.