El gitano es lo más elemental, lo más profundo, lo más aristocrático de mi país, lo más representativo de su modo y el que guarda el ascua, la sangre y el alfabeto de la verdad andaluza universal, Federico García Lorca
Por Humberto Robles
Siglos atrás, a orillas del río Ganges, una tribu de gente hermosa y alegre hechizaba a todos con sus cantos y con sus bailes. Cierto día Dios se enojó con ellos y les envió un viento tan fuerte que los esparció por toda la tierra; desde entonces, ellos recorren el mundo buscando su patria.
Esta es una leyenda del pueblo romaní, conocido comúnmente como “gitanos”, nombre erróneo que deriva del vocablo “egipcianos”, ya que se creía que provenían de Egipto, sin embargo ahora es sabido que sus raíces se remontan a los tiempos de los reinos medios de la India.
Actualmente hay presencia de los romanís en todos los continentes, aunque la mayor población se encuentra en Europa. Es ahí donde su arte y cultura han florecido y contribuido enormemente; basta ver el folclor español, el ruso o el de los Balcanes para constatarlo. El Flamenco tiene fuertes raíces romanís y en la cultura rusa es muy grande su influencia en la música tradicional, como en sus romanzas o la famosa canción “Dos guitarras”.
La historia de los romanís demuestra que ha sido un pueblo discriminado, esclavizado, estigmatizado y masacrado, asociado frecuentemente con las artes adivinatorias y la delincuencia. Desde 1499 se promulgaron leyes contra los romanís y comenzó la persecución contra ellos. En 1749, el rey Fernando VI de España ordenó La Gran Redada o la Prisión General de los Gitanos, lo que fue un intento para exterminarlos. También fueron perseguidos en Francia, expulsados de Alemania, y desterrados de Bélgica e Inglaterra bajo pena de muerte. Es a partir de la conquista de América que comenzó su periplo al hemisferio occidental, expandiéndose de norte a sur.
Con las invasiones napoleónicas a España y a Rusia, la aristocracia de estos países abandonó su gusto por la cultura francesa para adoptar la fascinación por lo romaní, haciéndolo propio. En Rusia, en el siglo XIX se volvieron muy populares los coros gitanos, es por ello que los aristócratas o la gente adinerada solía contratar músicos romanís para sus juergas, a fin de deleitarse con esas melodías que comienzan lentamente y poco a poco van acelerando su ritmo.
En el siglo XX, el dramaturgo y poeta Federico García Lorca eleva el arte romaní español por lo más alto. Sus textos están impregnados del alma y la pasión de este pueblo, como se aprecia en el “Romancero Gitano” o en la obra de teatro “Bodas de Sangre”. En ese siglo en Europa se incrementó la persecución contra este pueblo y poco se habla del holocausto romaní, donde fueron asesinados un millón de personas en los hornos y campos de concentración nazis. De aquella época surge la canción “Gelem gelem” (“Anduve, anduve”), compuesta por el yugoslavo Jarko Jovanovic, la cual fue declarada himno del pueblo romaní en 1971 durante el Primer Congreso Internacional Gitano.
Fue en la década de los años 30, durante la era estalinista, cuando nació en la URSS un teatro profesional único en su género, el Teatro Romén de Moscú, fundado por el director Moishe Goldblat, el compositor Simión Bugachevsky, el dramaturgo gitano Alexandr Germano y el artista del Teatro de Arte de Moscú Mijaíl Yanshin. Se trata de una sala dedicada exclusivamente a presentar obras con textos, actores y cantantes romanís, la cual aún existe y continúa presentando espectáculos para mostrar su cultura y tradiciones.
El Romén se estrenó con la obra “Vida sobre ruedas”, del Tío Alexander Germano, dirigida por Moses Goldblat y con la actriz y cantante Lialia Chórnaia. En 1969 se trasladó a su actual sede, en el Hotel Sovietski. Y en 1977, el actor y cantante soviético, Nikolái Slichenko, cuya voz inigualable parece extenderse por toda Besarabia, se convirtió en director artístico del teatro, donde había comenzado a actuar cuando era adolescente y quien fue condecorado como Artista del Pueblo de la URSS en 1981.
A falta de textos escritos por los propios romanís, ya que en su mayoría eran analfabetas dada su condición de pueblo nómada y marginado, sus historias y leyendas provienen de la narración oral, transmitida de generación en generación, y de esta surgen muchas de las obras que se representan en ese teatro.
Una de la obras más representativas es “Somos gitanos”, dirigida por Iván Rom-Lébedev y Nikolái Slichenko, la cual contó con todos los integrantes de la compañía y fue encabezada por su director artístico. La obra, que se ha representado a lo largo de 40 años, muestra un viaje por Egipto, la India y Rusia, pasando por España y sus bailes flamencos, incluyendo personajes como Esmeralda de “El jorobado de Notre Dame”. Otra obra destacada es “Amor Mágico”, basada en textos de García Lorca, dirigida por Gregory Zhemchuzhni, una historia sobre el amor y la pasión romaní; también “Gitanos”, escrita por Alexander Púshkin, y otras de diversos autores rusos que se basaron en antiguas romanzas romanís.
Como es tradicional en los teatros rusos, durante las funciones nocturnas se ofrece un buffet con variedad de platillos tradicionales; el vestíbulo de la sala cuenta con fotografías de muchas de sus obras y vestuario de sus producciones teatrales más reconocidas. Al final de la función se puede cenar en el célebre Restaurante Yar, ubicado en el mismo Hotel Sovietski.
Aunque el estalinismo consideraba como único arte válido al Realismo Socialista, la política soviética de integrar a las diversas naciones de la URSS, así como la de fortalecer la amistad entre los pueblos, permitieron que las autoridades no aplicaran esa rígida visión a las obras del Romén. Desde entonces a la fecha, sus espectáculos son una verdadera fiesta, una explosión de colores debido a los floridos vestuarios, donde los músicos hacen llorar los violines y emocionar los corazones, donde las voces parecen surcar más allá de las estepas y las emociones van desde la más profunda melancolía hasta el paroxismo de la felicidad y la alegría de vivir, propias del alma romaní.