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MEMORIAS DE NADIE: Los costos de la 4ta Transformación

No mentir, no robar y no traicionar. Estos son los tres principios del Movimiento de Regeneración Nacional y de la Cuarta Transformación de la vida pública de México, anunciados por el Presidente Andrés Manuel López Obrador desde la campaña por la presidencia, y refrendados el pasado 1ro de diciembre al asumir las riendas del país. Se trata de “La purificación de la vida pública de México”, dice el nuevo mandatario. 

Por Don Nadie
Imagen de portada: Ilustración de Víctor Solís, cortesía de Nexos

En México tenemos la mala costumbre de ser buenos para observar la paja en el ojo ajeno, pero pésimos para reconocer nuestros propios errores. Pareciera que ponernos frente al espejo y realizar un ejercicio de auto-crítica excediera nuestras capacidades nacionales, y que a la par fuéramos incapaces de reconocer las bondades de una crítica externa bien fundamentada, argumentada y sólida. Esto es comprensible si recordamos lo que ya denunciaba en su momento el escritor Gabriel Zaid:

“En México somos incapaces de decirnos, amistosa, respetuosa o al menos inteligentemente, ciertas verdades. No tenemos práctica, no tenemos facilidad. Hacer, recibir o presenciar una crítica, la menor crítica, nos hace sentirnos mal. Nos hace entrar en crisis, y no en la crisis de un replanteamiento (que le daría sentido a la crítica) sino en la crisis de una explosión emocional. Parecería que el mundo se derrumba, que el cielo estalla en melancolías y cóleras de insultos, truenos y tempestades; y que corre, no agua, sino sangre, inundándolo todo. Al final, queda, no todo más despejado, como sería de esperarse en un buen proceso crítico, sino todo manchado, rencoroso, infame”.

Damivago Nº 383, Intolerancia a otras opiniones

A casi 50 años de que Zaid escribiera este texto, la vigencia de sus palabras es sorprendente. Pongo un ejemplo claro y simple sobre ello, referente a la xenofobia desatada por los grupos derechistas y efectivamente inyectada en ciertos sectores de la población mexicana para redirigir su encono social contra los migrantes.

Uno de los argumentos vomitados con mayor reiteración estas semanas en la frontera norte asume un des-cobijamiento de los mexicanos más pobres, al atender a los pobres recién llegados desde Centroamérica. Más allá de lo falso de estos señalamientos (puesto que 9,000 migrantes no representan nada significativa para una ciudad de 1 millón y medio de habitantes), es preciso señalar que este encolerizado ataque no va acompañado de una muestra solidaria hacia los 55 millones de pobres que ya viven en México.

Es decir, quienes preferirían no ofrecer ayuda humanitaria a los refugiados no tienen sustento moral ni práctico para sustentar su ofensa ante la ayuda a los migrantes, y lo que pudieran provocar, de ser escuchados por las mayorías, es terrible, pues implicaría no ayudar ni a los pobres mexicanos ni a los pobres centroamericanos.  ¿Por qué no ayudar a todos entre todos? ¿Por qué descalificar a quien trata de ayudar? ¿Por qué no buscar cómo ayudar, antes que dedicarse a criticar a quien ya aporta algo de su tiempo, de su comida, de su esfuerzo?

Vagabundo observa a tijuanenses manifestándose afuera del albergue de migrantes centroamericanos ubicado en la Zona Norte de Tijuana. Foto por Jorge Gómez.

Ahora bien, podemos reflexionar esta falta de auto-crítica mexicana entorno al gobierno entrante. Tras los discursos pronunciados por el Presidente López Obrador el 1ro de Diciembre, los comentarios que se han escuchado en diversas conversaciones van por el mismo rumbo: “¿Será AMLO capaz de cumplir todo lo que está prometiendo?”, “¿Crees que en seis años logre hacer todo eso?”, “¡¿Cuándo va a empezar a mejorar todo!?”.

Más allá de la desesperación que esconden estas expresiones, lo realmente preocupante es ver como en México tenemos tan arraigado el deslindarnos de la responsabilidad social a la vez que nos dedicamos a criticar a quien emprende alguna acción (como ya quedó ejemplificado en el caso de los migrantes).

Veamos ahora la vigencia de esta práctica cultural en la responsabilidad social de los mexicanos, en “los costos” que nos corresponde asumir para que la tragedia mexicana realmente comience a transformarse hacia un destino con mayor bienestar para todos: ¿Estamos dispuestos a dejar de pagar mordidas al saltarnos un alto? ¿Las empresas están listas para dejar de evadir impuestos y de violar leyes laborales y fiscales? ¿Las trasnacionales están listas para dejar de despojar territorios, contaminar el medio ambiente y matar activistas? ¿Los políticos están listos para dejar de robar? ¿Los policías están listos para dejar de coludirse con el crimen organizado? ¿Los burócratas están listos para abandonar toda práctica corrupta? ¿Los ciudadanos están listos para cumplir con sus obligaciones morales, sociales y cívicas?

Basta – Cartón de Rictus

Yo pienso que no, no estamos listos para los cambios que requiere el país, y Obrador lo sabe. Es por ello que uno de los pilares del nuevo gobierno, en lo que respecta a los valores que necesitamos reforzar para combatir la corrupción y la impunidad, es la constitución moral propuesta por el nuevo gobierno. Para refundar el país necesitamos comenzar a multiplicar la presencia y el arraigo de valores como la autonomía, la independencia, la democracia, la solidaridad, la empatía, el trabajo, el respeto, la libertad, la justicia y la fraternidad. Sólo a través de una apropiación masiva que convierta a estos valores en pilares de nuestra existencia individual y social podremos realmente construir un México nuevo.

La pregunta central es una: ¿Estamos listos para los costos que implica regenerar el país? Es decir, ¿estamos listos para cambiar nuestra forma de ser? Si la respuesta es negativa, otra pregunta ineludible se asoma: ¿Estamos listos para que Obrador nos haga obrar bien?

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