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Teatro en tiempos de Covid-19

“El teatro es un arte que es capaz de representar lo que la sociedad tiene oculto”,
Santiago García (1928-2020)

Por Humberto Robles/@H_Robles

Por disposiciones oficiales, el mundo ha debido tomar medidas para evitar la propagación de la Covid-19; entre estas se encuentran el cierre de museos, librerías, bares, cines, gimnasios, zoológicos, discotecas, teatros y otro tipo de recintos.

Para paliar el aislamiento y la cuarentena, entre quienes se dedican a las artes escénicas han surgido varias ideas como la de transmitir obras, ya sean grabadas o en vivo, vía plataformas o redes sociales, como el Festival de las Artes Viral. Aunque muchos hemos estado en contra del teatro en video o el teatro en pantallas, ya que contraviene la naturaleza misma de la experiencia teatral como un arte vivo, en tiempos de crisis me parece una buena opción para difundir el teatro. También hay quien critica este formato argumentando que solo logrará distanciar a los espectadores, ya que muchas de las obras fueron grabadas con una cámara fija volviendo la experiencia algo sumamente tedioso. Aún así, en estos momentos cualquier iniciativa es útil para difundir el quehacer teatral, a la vez permite generar ingresos para quienes lo realizan, y entretiene a la gente que puede permanecer en casa.

En este contexto y sumándose a diversas propuestas, un grupo de dramaturgos escribió once microdramaturgias a propósito de la Covid-19, y que ellos mismos definen como “Once voces que se unen, desde distintos rincones del mundo, para dar una visión de cómo viven esta crisis desde su lugar de residencia”, proyecto que titularon “De pandemia a Pandemonium”.

Como el teatro también se lee, a quien le interese puede acceder al portal de Dramaturgia Mexicana donde hay cientos de obras de dramaturgas y dramaturgos mexicanos entre los que destacan Edgar Álvarez Estrada, Ilya Cazes, Jorge Fábregas, Teófilo Guerrero, Tristana Landeros, Conchi León, Martín López Brie, Verónica Maldonado, Vidal Medina, Daniel Serrano, Xavier Villanova, entre muchos más. Asimismo, y para conocer lo que se escribe en otras latitudes de nuestra América, recomendamos el sitio de Dramaturgia Uruguaya donde sobresalen Dino Armas, Gustavo Bouzas, Gabriel Calderón, Laura Echenique, Federico Roca, entro otros. En ambas páginas el registro y la descarga son gratuitos.

Incluso se le extiende la invitación a los productores de las grandes corporaciones teatrales, ahora que están impedidos de viajar a Londres o a Nueva York para adquirir franquicias -en ese delirio de promover la cultura hegemónica y desdeñar la propia-, para que descubran la dramaturgia nacional y la de América Latina; quizás de esta forma superen su arraigado malinchismo y su aversión al teatro latinoamericano, y decidan montar el texto de alguno de autores cuyas obras suelen ser representadas en muchos rincones de sus países natales, así como en el extranjero.

Por su lado, la Secretaría de Cultura federal vuelve a presentar propuestas muy infortunadas. Primero pidió a talleristas, escritores y demás artistas que colaboraran ¡pero sin pago alguno! Los invitaron a trabajar gratis justo en una etapa donde la crisis económica se profundiza y muchos de los artistas, excepto los subvencionados por el Estado, viven en condiciones precarias. Si no se usa ahora, ¿entonces cuándo y para qué está el presupuesto destinado a la cultura y las artes? Después, decidió lanzar una convocatoria a nivel nacional llamada “Contigo en la distancia” donde sí ofrecen estímulos económicos, pero bajo el mismo esquema viciado de sus programas habituales. Antes los deplorables ofrecimientos oficiales es inevitable recordar las palabras de Albert Camus: “Lo peor de la peste no es que mata cuerpos, sino que desnuda las almas y ese espectáculo suele ser horroroso”.

Pasando a otro tema relevante, en este espacio honramos a Santiago García, actor, director y dramaturgo colombiano, director del mítico grupo La Candelaria, reconocido como Embajador Mundial del Teatro por el Instituto Internacional de Teatro (ITI) de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), quien falleció el pasado 23 de marzo. La crítica e investigadora teatral cubana Vivan Martínez Tabares lo calificó como “artista de la escena y luchador por la vida”.

El 27 de marzo pasado, se celebró el Día del Mundial del Teatro y el dramaturgo pakistaní Shahid Nadeem fue el encargado de dar el mensaje correspondiente, sin embargo esta fecha se conmemoró con los teatros vacíos. Por tal motivo recordamos las palabras del dramaturgo alemán Heiner Müller quien lanzó un reto a los hacedores teatrales: “Habría que cerrar los teatros por un año y ver si así la gente nota la diferencia, y si no, el teatro no está cumpliendo su misión”. Sin proponérselo, el coronavirus nos enfrentó a este desafío.

Ahora que los recintos están cerrados, los creadores teatrales deberíamos reflexionar y hacernos muchos cuestionamientos en un ejercicio de crítica y autocrítica. ¿Para qué sirve el teatro? ¿Para qué lo hacemos? ¿Para quién lo hacemos? ¿Para simple deleite onanista de quien lo realiza, para deslumbrar a nuestros colegas, para complacer a los críticos, para obtener becas, o para el público que paga su boleto a fin de presenciar un acto escénico? ¿Qué hacemos mal que muchas de las salas están vacías o a medio llenar? ¿Por qué y en qué momento muchos se distanciaron del espectador? En cuanto a las políticas estatales, ¿vamos a seguir permitiendo que se privilegie a unos cuantos y se margine a cientos de artistas? ¿Haremos algo para combatir la endogamia teatral solapada y propiciada por las entidades oficiales? ¿Al fin exigiremos que se modifiquen las reglas de las instituciones para que haya transparencia, democracia, inclusión y pluralidad en sus programas y estrategias?

Y cuando termine la pandemia global, ¿qué vamos a hacer para a atraer al público nuevamente? ¿Qué harán los privilegiados que viven de los fondos estatales, ya sean individuos, grupos o teatros subsidiados? ¿Y qué haremos nosotros, los independientes? ¿Qué propuestas le vamos a ofrecer a la gente para que retorne a las salas? Finalmente, el virus nos ha hecho ver que nuestra labor no es imprescindible en tiempos de emergencia, por lo tanto, ¿qué vamos a hacer los teatreros para volverla en algo vital y verdaderamente indispensable, un artículo de primera necesidad y no un simple adorno?

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