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Tres lecciones de Marx para un militante (en la fase neoliberal del capitalismo)

Enrique G. Gallegos*

Marx nació un día como hoy 5 de mayo de 1818 y falleció el 14 de marzo de 1883. Durante los últimos 40 años se han experimentados dos fenómenos contradictorios en torno a su obra: con la caída de la URSS se vivió un declive; con la hipérbole del “fin de la historia” y el supuesto triunfo de la economía de mercado, se pensó que la obra de Marx era un cadáver y que sólo algunos locos, anacrónicos, ociosos y rojillos seguirían sosteniendo su pensamiento; pero a partir de la crisis del 2008 se comenzó con una suerte de reactualización de la obra de Marx. Y esto no habría que adjudicarlo a una contingencia o simple voluntad subjetiva por volver a ponerlo en circulación, sino a las condiciones objetivas que se hicieron más legibles; es decir, se hizo evidente que los logros del capitalismo en su fase neoliberal eran que los ricos se hicieran más ricos y los pobres más pobres. Eso fue lo que la crisis mundial del 2008 desenmascaró y que la pandemia rebobinó violentamente. Una crisis que no hizo sino corroborar lo que Marx y Engels señalaron en El Manifiesto del Partido Comunista de 1848 y que Marx estudió de manera sistemática en su obra cumbre, El Capital, publicado en 1867.

En ese marco de radicalización de las condiciones de desigualdad, contradicción y con la presencia de la crisis climática que amenaza la misma existencia de la humanidad, ¿Cuáles podrían ser las lecciones de Marx para los militantes? A continuación propongo tres puntos de engranaje teoría y praxis para el militante (sea rojo, feminista, indigenista, profesor, defensor de la tierra, etc.).

Aplicar la lógica dialéctica. Implica comprender la realidad no en sus elementos estancos, separados, inmóviles, cerrados en sí y analíticos (A, por un lado; y B por el otro). Comprender la realidad en contradicción, pero en una contradicción móvil, en transformación, cuyos elementos se traslapan, convergen, separan, escinden, oponen y vuelven a converger (por más que el elemento contradictorio nodal: capital versus trabajo/vida, sea lo que estructure y desestructure). Marx recuerda, en El 18 Brumario de Luis Bonaparte, que durante la revolución de febrero del 48, el proletariado se alió con la pequeña burguesía para sostener la lucha por el sufragio universal (aunque después se volvieron a enfrentar). Porque la dialéctica es estratégica, Marx detestaba el dogmatismo de izquierda (Lenin hablaba de ello como de un “infantilismo”). Una de las grandes catástrofes que sufrió el marxismo después de la caída de la URSS en metodológica y epistemológica: tenemos marxistas que piensan y actúan unilateralmente, es decir, analíticamente. Tienen la piel de marxistas pero el tuétano de kantianos. Necesitamos más lógica dialéctica y menos lógica tradicional (aunque está sea también importante). En el capitalismo, el militante es dialecto o no lo es. Pero la dialéctica también tiene su lado constructivo: enseña a constelarse con todos aquellos que han sufrido y padecen injusticias, desigualdades, opresiones, explotaciones, afectaciones y agravios. Posibilita crear un campo de constelación, a pesar de las posibles diferencias, para la lucha.

Aplicar el materialismo histórico (ciertamente no es una acuñación conceptual de Marx, sino de Engels; y no me refiero al materialismo histórico de los manuales soviéticos, absurdamente esquemático y lineal). El capitalismo del siglo XXI es y no es el mismo que el del siglo XIX. Hay elementos estructurales, pero también contingentes; estamos en el tenso campo de lógica e historia. Procesos, sujetos, objetivos, contextos y contradicciones están determinados por su historicidad. El materialismo histórico es fundamental para desnaturalizar la realidad social y nunca perder de vista las estructuras en las luchas políticas. Las determinaciones de la lucha de clase no pueden ser las mismas hoy (con una economía tercerizada y con una movilidad radical) a las de finales del s. XIX, con una economía industrializada (aunque esto cambia de país en país y región, por más globalizada que esté la economía). Si es la misma fuerza de trabajo que está en contradicción y subsunción, son otras sus determinaciones y contextualizaciones. No basta con leer a Marx; hay que hacer el camino de regreso a la “realidad”, tal y como el mismo Marx lo hizo a propósito del proceso de desarrollo industrial inglés del siglo XIX. El militante no se mueve en líneas o círculos, sino es espirales. No se puede interpelar a un oficinista como se interpelaba a un obrero del siglo XIX. Proceder así es anticipar la propia derrota. Similar fuerza de trabajo, otras determinaciones. Lo misma pasa con el capital y sus determinaciones, cada vez más fetichizadas.

El fetichismo. Las cosas son y no son lo que parecen. El fetichismo no sólo se encuentra en el mercado; es porque se desarrolla en la infraestructura de la sociedad para establecer las bases de acumulación de capital y simular su gestación violenta, que le es inherente a la mayoría de las relaciones sociales de la sociedad capitalista. El fetichismo no es meramente un engaño, mentira y una falsa creencia: es una relación social objetiva y su desenmascaramiento obedece a la praxis de la lógica dialéctica y el materialismo histórico. El militante es dialéctico o no lo es. ¿Qué hay detrás de fetichismo? La crisis climática, la precarización del trabajo, el apuntalamiento de la cultura patriarcal, las lógicas productivistas, al explotación, la posibilidad de la destrucción civilizatoria. La misión de militante es hacer legible porqué el capital con una mano da de comer y con la otra apalea y sacar la lucha política de ambos movimientos. Pero una lucha no es tal sino está mediatizada, justamente por el fetichismo; y hasta en tanto no se resquebraja esta carcasa, no adquiere todo su desnudez la lucha y radical contradicción. El militante debe saber en qué momento se deben quebrar los fetiches y desencadenar la transformación revolucionaria. No todo momento es propicio ni toda situación es la adecuada.

CODA

Cuando Marx se enteró de las simplificaciones, esquematismo y el dogmatismo con el que se estaban tomado sus ideas por parte de cierto marxismo, le dijo a Engels en una carta del 5 de agosto de 1890: “Tout ce que je sais, moi, c’est que je ne suis pas marxiste [[todo lo que sé, es que no soy marxista]”

*Profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana-C

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