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Un estilo personal de gobernar

Por Max González Reyes

Sin duda que cada mandatario mexicano ha tenido su particularidad a la hora de gobernar y ejercer el poder. Desde el anecdotario presidencial se observan tanto aberraciones como aciertos a la hora de sentarse en la silla presidencial; estilos y formas que van desde cumplir caprichos hasta acciones de Estado que han dejado secuelas que trascienden más allá de un sexenio. Eso que el historiador Daniel Cosío Villegas llamó “el estilo personal de gobernar” se refleja hasta en nuestros días.

En efecto, hoy asistimos a una forma completamente distinta de ejercer el poder por parte del Presidente Andrés Manuel López Obrador. Si lo comparamos con su más reciente antecesor, Enrique peña Nieto, las diferencias son notables. Este último en todo su sexenio dio a lo mucho cinco conferencias a los medios de comunicación, mientras que el actual Mandatario desde que asumió el poder, todos los días, ofrece una conferencia en Palacio Nacional a las 7 de la mañana. De igual forma, Peña Nieto no se salía del formato previsto, y la única ocasión que se salió fue para decir “ustedes no aplauden”, con lo que se llevó severas críticas; mientras que López Obrador constantemente improvisa en sus discursos y en el formato de éstos. Asimismo, los actos del actual Presidente se llevan a cabo en Palacio Nacional, toda vez que la otrora casa presidencial, la Residencia oficial de Los Pinos, se convirtió en museo. Estilos distintos que reflejan la forma de gobernar.

Las conferencias que desde el 3 de diciembre el actual Presidente ofrece se asemejan en mucho a las que siendo Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal daba en el Palacio del Ayuntamiento. En aquél tiempo le sirvieron mucho para posicionar la agenda del día, pues incluso acaparaba la nota por encima de las actividades del Ejecutivo de entonces, Vicente Fox. Esto provocó, incluso, que el Presidente Fox ordenara a su Vocero, Rubén Aguilar, también realizar conferencias matutinas similares a las del Jefe de Gobierno y con ello quitarle la nota principal en los noticiarios matutinos al mandatario capitalino.

No olvidemos que en la búsqueda de la candidatura por la Presidencia del 2006, el enfrentamiento del primer Presidente panista con el Jefe de Gobierno fue tal que incluso llevó al desafuero a éste último. En ese sentido, las conferencias matutinas de López Obrador eran las que marcaban la pauta de dicho proceso. Es por ello que en la actual administración ya como Presidente de la República, pretende repetir ese esquema que le dio éxito en aquellos años.

Sin embargo, hoy ya instalado en Palacio Nacional, las actividades de López Obrador son distintas a las de cuando era Jefe de Gobierno. En aquellos años sus declaraciones matutinas eran de alto impacto, no tanto como la agenda que cubría pues estas era de índole local; sin embargo, hoy en día, el impacto de lo que dice por las mañanas le quita fuerza a sus actividades cotidianas, pues los medios están al pendiente a lo que dice en las conferencias desde Palacio Nacional. De hecho, algunos periodistas le preguntan sobre su agenda del día pues ésta no tiene gran impacto.

Repetir la misma estrategia de hace más de una década en un contexto distinto es probable que no tenga el mismo efecto que aquella primera vez pues, como ya se mencionó, los actos de aquella tenían un impacto local. Aquellas conferencias mañaneras buscaban destacar al Jefe de Gobierno para posicionarlo a nivel nacional; sin embargo, hoy al ser el Presidente de la República el impacto de sus declaraciones son a nivel general, por lo que los actos de su agenda pasan a segundo término.

Por otro lado, es importante señalar que será muy desgastante para el Presidente mantener ese ritmo de declaraciones durante todo el sexenio. Esperemos que no suceda como pasó en el sexenio de Vicente Fox en el que al final de su mandato era tal el desprestigio que lo que decía era tomado más como chacota que en serio. Es claro que los estilos de Fox y López Obrador son completamente distintos, no obstante, estar en la tribuna ante los medios de una manera reiterada provoca un deterioro de la figura pública que en ocasiones resulta inevitable. Desde luego que al actual Mandatario López Obrador le gusta el debate y el uso de la palabra, es donde mejor se siente como él mismo lo ha señalado; es su “estilo personal de gobernar”; no obstante, puede ser un efecto bumerang, que lejos de servirle le resulte contradictorio.

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